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Yucatán

'Sidra Pino”, vestigios de una serie

La radio transmitía un comercial, por toda la habitación sonaba la obertura de la opereta El Soldado de Chocolate; la música de Oscar Straus quedaba fuertemente grabada en la mente infantil; de pronto, la voz de un locutor empezaba a ponderar los grandes beneficios nutritivos de la malta y la cocoa como ingredientes esenciales de una popular bebida que hizo historia en Yucatán, el Soldado de Chocolate. Junto con este comercial, frases publicitarias quedan grabadas en la memoria colectiva del yucateco.

“Sidra Pino, el champán de Yucatán”, “la que manda es mandarina y es Pino la que domina”. La Sidra Pino Domínguez era un patrimonio de profunda entraña en la conciencia yucateca. Su desaparición fue una pérdida grave para el patrimonio cultural local; y el despojo que, en ese proceso sufrió un núcleo importante de trabajadores, algunos de ellos con muchos años de antigüedad laboral, fue un suceso que produjo una justa indignación en la conciencia colectiva local, y aún más allá de nuestro ámbito.

La embotelladora de Sidra Pino funcionó de 1888 hasta el año 2010, en el que su último propietario la declaró, falsamente, en bancarrota, arrastrando con ello a un amplio grupo de trabajadores a un proceso injusto de despojo y atropello de sus derechos, que terminó de una forma lamentable.

Murmurante Teatro, es un colectivo de actores cuya cabeza visible es Ariadna Medina, y que está integrado por Juan de Dios Rath, quien actúa y dirige; Jair Zapata, Mario Galván, María José Pool y Josué Abraham Tec, quien es el encargado de la parte técnica en las acciones teatrales del grupo. Desde hace ya un buen tiempo, este activo grupo actoral, montó una puesta de creación colectiva y dirigida por Rath, inspirada en los sucesos desencadenados por el abrupto cierre de la embotelladora de Sidra Pino, y las acciones de los trabajadores, derivadas del injusto hecho, y así es su nombre “Sidra Pino”.

Es una pieza teatral un tanto informal, que sale de los cánones convencionales; por momentos transita en el performance, y usa recursos técnicos muy variados que logran muy bien sus objetivos y hacen llegar el mensaje que el grupo desea transmitir al público. La pieza es muy dinámica y movida, en ella se usan una serie de juegos escénicos consistentes en movilizar en el escenario una gran cantidad de rejas de plástico, de esas que sirven de contenedores de botellas de refrescos. Las rejas son cambiadas de posición múltiples veces, y toman las más diversas posiciones; lo mismo pueden integrar una alta muralla, que una serie de muretes, o bien una alta torre; la agitación de los actores al ejecutar estas maniobras, nos dan una dimensión de lo agitado y angustiante de la historia que se va narrando junto con los dinámicos movimientos.

La obra está enriquecida con unas imágenes proyectadas, sacadas de archivos periodísticos, que son verdaderas joyas, que nos dan noticia de una Mérida que fue y cuyo recuerdo no debe perderse en el tiempo. Comerciales, anuncios con hermosas viñetas, fotografías de época, desfilan ante nuestros ojos trayendo a la actualidad un pasado que fue y del cual se derivan muchas cosas actuales. Concretamente, sobre el suceso que da origen a la acción, nos evoca el populoso rumbo de Santiago, el olor a plátano y vainilla que flotaba por el rumbo de la embotelladora, y que iba acompañado por “el santo olor de la panadería” (Ramón López Velarde) que despedía El Naranjo, tradicional horno del rumbo que también hizo época. Pero no todo es evocación nostálgica, no.

La cruda historia de veinte hombres, que, lanzados por la necesidad, deambulaban por las calles del barrio pidiendo la solidaridad de todo mundo. “Pasamos muchas veces junto a ellos, hasta que se volvieron un objeto en la memoria”.

La trama se va refiriendo poco a poco, con una serie de breves monólogos, enriquecidos con unas proyecciones en el suelo, y un sugestivo juego de luces y sombras que dan gran sentido dramático a la historia narrada. Jair nos cuenta: “Yo no nací en Santiago, ni siquiera en Mérida, me toca ver los sucesos trabajando en los años de la huelga”, y agrega: “En Mérida, sólo hay dos estaciones, el verano y el infierno”. Rápidamente, ocupa la escena María José que nos habla de “el puto calor de Mérida; por eso somos el primer lugar en el consumo de bebidas embotelladas del mundo”.

El grupo declara que la creación tiene el objeto de ser un manifiesto en defensa de la Sidra Pino, y del derecho a tener una bebida refrescante propia, y también es una defensa de nuestras tradiciones. “Los huelguistas eran los alquimistas del mágico producto, y la desaparición de éste es la pérdida de un icono de la cultura yucateca”. De nuevo Jair nos pone al tanto de la historia y cambios en el logotipo de la Sidra Pino; evoca con gran nostalgia “el sabor inolvidable del Soldado de Chocolate”.

Se proyecta en el suelo una imagen con dos campos, dos conceptos semejantes, pero al mismo tiempo divergentes, la oposición entre lo legal y lo justo, que es lo que se ha puesto en juego en el proceso de liquidación de los obreros de la embotelladora. “Una moneda, para una colecta inútil”, el dueño ha huido a Miami. “En Miami, el Sol hace brillar el agua de las lujosas piscinas”.

Se apropia de la escena Mario Galván, joven actor a quien no habíamos tenido la oportunidad de ver en escena. Mario nos pone al corriente de que tiene un gemelo. “Carlos, mi gemelo, y yo, tenemos veintinueve años, somos gemelos bicigóticos”, con gran y fuerte humor va jugando con la condición de gemelos de él y su hermano.

“Lo espero con la mesa puesta y Sidra Pino helada. ¿Por qué lo espero? ¿Será por ser gemelos? Somos un remanente biológico de Caín y Abel”, concluye bromeando. El grupo completo toma la palabra: “Tenemos un saldo de la fórmula original de la Sidra Pino; nos la dio Don Luis Pino antes de morir”, informan. Recuerdan un comercial en verso: “Yo soy indio / mas soy fino, / antes tomaba pozole, / ahora tomo Sidra Pino”.

En pantalla, tenemos la oportunidad de gozar de un testimonio de Judith Pérez Romero, lleno de picardía. Judith alaba lo sabrosa que era la negra Pino. “Poníamos negra Pino en un vasito, y lo completábamos con cerveza negra. ¡Era una delicia!”, y ríe con una risa de cristal. La narración nos informa que el origen de la Sidra Pino está relacionado con la migración canaria a Yucatán. “Don José Pino, funda la embotelladora y empieza a producir la Sidra Aguila”. La Sidra Pino tiene también otra raíz libanesa, Don Abdulah Farah, su nieto Felipe Farah, y su descendiente Jalil Gáber, compra la Sidra Pino en 1965. Gáber, modifica el logotipo, le pone los colores de la bandera de Líbano y la imagen del pino se asemeja a la del cedro de la misma bandera.

Mario, ahora con una máscara de luchador, nos presenta un personaje: “Soy el chacal, vivo oculto, soy manipulador y oportunista”, su personaje tiene una connotación sexual y practica la prostitución gay. Se declara “el chacal que sí logró el sueño, el chacal de chacales”, se trata del último dueño, del que ha cometido el fraude a los trabajadores, el que ha desfalcado veinte millones de dólares, el que tuvo a los obreros, por largo tiempo, a medio sueldo, el que no pagó las cuotas del IMSS y, finalmente, se declaró en bancarrota.

El grupo denuncia: “Tiene una gran capacidad de metamorfosis, se ha refugiado en Miami porque es un paraíso para grandes personalidades del mundo financiero, donde son cobijados por el indigno exilio cubano, porque es un paraíso terrenal y fiscal”. En nuevo monólogo, Jair nos pone al corriente del sentir de los trabajadores: “Sentir que algo te indigna, tu centro de trabajo está cerrado y no te van a pagar; entonces intentas hacer que todos te escuchen y reaccionen; la nostalgia de los momentos perdidos. Santiago es de suyo un barrio rebelde ¡Ahí vivió Canek!” El grupo en pleno nos hace ver una palabra escrita en una botella, la de Soldado de Chocolate, que en su base dice: ¡Agítame! “Eso es lo que queremos proyectar, ¡AGITACIÓN!”

Se cita la situación de los trabajadores: Cuatro años esperando una resolución. Nuevo video de Judith Pérez, que ahora canta con Ariadna “Ciudad Blanca” de Pepe Guízar. De nuevo en grupo, nos llevan a las reflexiones finales: “Muchos objetos que no son de nadie. ¿A dónde van a dar los objetos que han perdido su valor de uso? ¡Miles de cajas viejas, de anuncios! ¡La Sidra Pino son vestigios de una serie!”

Sidra Pino es un excelente ejemplo de teatro de denuncia, su valor social es profundo y trascendente. Fuerte aplauso de pie a Murmurante Teatro. ¡Necesitamos más producciones como ésta!

Con información Ariel Avilés Marín

Por Redacción Por Esto!  

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