Roger Aguilar Cachón
La Semana Santa es una etapa importante ya que rememora la Pasión de Cristo, misma que ha sido continuada durante cientos de años por los católicos practicantes, misma que lleva implícita una serie de elementos que el tiempo ha respetado. Entre éstos están los dolores de María, la Madre de Cristo, que sufrió desde antes del nacimiento de éste hasta el momento en que fue capturado y crucificado a la edad de treinta y tres años. La Iglesia Católica, Apostólica y Romana menciona que son siete los dolores que la Madre de Dios sufrió en el transcurso de la vida de Jesús, desde el momento en que se lleva a cabo la presentación del niño en el templo hasta la hora en que es llevado a sepultar el cuerpo de Jesús luego de haber sufrido su pasión hasta llegar al Gólgota. Es importante mencionar estos dolores ya que forman parte de la historia sagrada de los católicos. Son siete y a continuación haré una breve descripción de los mismos.
1.- El primero es conocido como La presentación en el templo. Jesús es llevado por sus padres al templo para ser presentado ante el sacerdote Simeón, quien ya sabe el futuro que le espera al niño. Y entre otras cosas le aconseja a la madre que debe tener mucho valor para poder sobrellevar el dolor que le producirá la labor de su hijo. Simeón, que era un varón justo y que presidía el templo, le dice a María “también su alma será traspasada por un cuchillo”, haciendo referencia a la lanza que le traspasará su costado en la cruz. Estas palabras las recordará María tiempo después, y aún sabiendo el futuro que le deparaba a Jesús, ella no hizo nada por tratar de que él eligiera otro camino. Dejaba en manos de Dios la vida de su hijo.
2.- El segundo que sufre María es en el momento en que se presenta La huída a Egipto. Esta decisión de abandonar el hogar materno se debe al consejo que el Arcángel Gabriel les dio a los padres de Jesús de la conveniencia que era el abandonar su hogar y trasladarse a Egipto para evitar la muerte del niño en manos del rey Herodes. En este momento, María, acompañado de su fiel esposo José y sobre un borrico, y teniendo en los brazos al niño Jesús, cruzan solitarios el desierto, teniendo como testigo, la arena y la gran Luna que les alumbró durante las noches frías.
3.- El tercero que la Madre de Cristo sufrirá, se presentará cuando ella Busca a su hijo. Un día estando en Jerusalén, la familia entera paseaba y en un momento determinado, María y José, se dan cuenta de la desaparición de su hijo, lo buscan por tres días hasta que una mañana lo encuentran en medio de sacerdotes y escribas discutiendo sobre temas relacionados con la religión. Ante el asombro de sus padres, ven cómo Jesús les enseña y cómo discute con los eruditos del tema algunos asuntos de alto nivel.
Al acercarse María a Jesús para regañarlo porque no les había avisado donde estaría, ya que ellos estaban muy preocupados por su desaparición, él, con una enorme sonrisa y lleno de ternura le contesta ...No ves que tengo que atender las cosas de mi Padre...
Después de esta experiencia, la Virgen María, piensa que los dolores tardarán un poco de tiempo para volver a aparecer, y tenía razón, ya que tuvieron que pasar bastantes años para que María volviera a sufrir en carne propia el castigo y el sufrimiento de su hijo por salvar a la humanidad, por seguir las enseñanzas y los designios de su Padre.
4.- De esta manera y al cumplir Jesús los treinta y tres años, María vuelve a sufrir, ahora con un mayor dolor y con gran entereza los sufrimientos que su hijo padecerá. El cuarto es cuando María Ve a Jesús con la cruz. María ve con mucha tristeza y con un gran dolor que seguramente le rompió el corazón, ver a su hijo cargando una pesada cruz, lastimado de su cuerpo, lacerado por los castigos que le infligían sus adversarios. Grande fue el peso que Jesús sufrió al cargar esa cruz, la de nuestros pecados.
Qué dolor debió sufrir María al ver la cara de su hijo toda manchada de sangre, de la sangre que salía de su frente al tener sobre ella clavada una filosa corona de espinas, sus brazos lastimados, y las voces, esas voces que insultaban a su hijo y le decían cosas muy terribles. Solamente por el apoyo que tenía siempre del discípulo Juan, es que pudo María sobrellevar este terrible dolor. Solamente Juan quedaba de los doce, ya que los demás habían huido para evitar enfrentamientos con las autoridades.
El dolor que sentía María la acompañó hasta que Jesús llegó al Gólgota, lugar donde habría de ser crucificado ante la vista de todos y en unión de dos ladrones, Dimas y Gestas, quienes habían sido sentenciados a la misma suerte pero con menos saña y sufrimiento. María espera con el corazón destrozado en sus manos el momento de la crucifixión.
5.- El quinto dolor se presenta cuando María, la Virgen, la Madre de Dios, se encuentra al pie de la cruz. En este momento el hijo de Dios se encuentra en trance, en espera de la muerte, Jesús está moribundo, con sed, con dolor, pero sobre todo con la satisfacción de haber seguido los mandatos de su Padre.
María se encuentra llorando debajo de la cruz donde su hijo, el Salvador, el Mesías, ha sido crucificado, ella ve el dolor en la cara de su hijo, mientras que a un lado de ella, los centuriones se preparan para jugar a los dados las prendas que le han quitado a Jesús. En un momento determinado Jesús exclama Tengo sed, uno de los soldados pone en la punta de la lanza una esponja mojada con vinagre y se lo pone en la boca de Jesús, quien al sentir el sabor agrio, la hace a un lado. Posteriormente y en el momento en que Jesús exclama a viva voz, Padre, todo se ha terminado, en tus manos encomiendo mi espíritu, Jesús muere, y para asegurarse de esto, un centurión le traspasa el costado con una lanza.
6.- Una vez concluida la vida de Jesús en la cruz, la Virgen María espera que le entreguen el cuerpo exánime de su hijo. Una vez que es bajado, el cuerpo es entregado a su madre, quien con los brazos abiertos, trémulos y temblando, acogen a su hijo en su regazo. El sexto dolor de la Virgen María es Contemplar a su hijo muerto. Busca con el calor de su cuerpo devolverle la vida a su hijo, lo abraza muy fuerte, las lágrimas resbalan por su rostro hasta caer sobre el cuerpo inerte de Jesús. Con sus lágrimas, la Virgen María lava el cuerpo de su hijo muerto, trata de lavarle los golpes, la sangre que sale de su cuerpo, pero ya todo es inútil.
En ese momento, María recuerda las palabras de su hijo “¿Padre, por qué me has abandonado?”, ella hace ahora paráfrasis de lo que anteriormente su hijo dijo, ahora ella le pregunta a su hijo: Hijo mío, ¿por qué no me miras?, ¿por qué no me besas?, ¿por qué no me respondes? ¿Hijo mío, por qué me has abandonado?
7.- El séptimo dolor que la Virgen María siente es cuando se halla en La soledad. Una vez que su hijo ha sido sepultado, una parte de su alma, del alma de la madre se ha quedado con él en el sepulcro. Qué sola debió de haberse sentido la Virgen sin su hijo, qué grande era ahora su soledad.
En su soledad recuerda el dolor que sintió su alma cuando vio a su hijo bajo el peso de la cruz, dolor que pesa y duele, como el golpe de yunque al ver a su hijo lastimado, abofeteado y golpeado por las manos de los centuriones, quienes se burlaban de él y su alma se resquebraja en mil pedazos al oír los golpes del martillo que anunciaban la crucifixión del Hijo del Hombre.
En el lenguaje escrito, en ninguna lengua se ha podido traducir la inmensa soledad que la Virgen sentía en esos momentos. Pero ella por la voluntad de Dios soportó todos los dolores que se le presentaron en el camino y por amor a su hijo los soportó con toda entereza y con la seguridad que los dolores que sufriría tendrían como finalidad el servir a Dios y a su hijo Jesús.
La soledad que sufría la Virgen María una vez de regreso a su casa fue inmenso, pero también lo superó con los gratos recuerdos que tenía cuando su hijo vivía, desde el momento mismo de su nacimiento, su niñez, su adolescencia, etapa de la cual tenemos muy poca información, y las experiencias que tuvo cuando vio que su hijo Jesús realizaba su primer milagro en las bodas de Canaán y la satisfacción que le producía el ver sanar, volver a hacer caminar a los inválidos, devolverle la vista a los ciegos, el habla a los mudos, la audición a los sordos, y sobre todo el devolverle la vida a su amigo Lázaro.
Todos estos recuerdos hacen que su soledad sea un poco más llevadera, una soledad que le causa un dolor muy fuerte y grande, que sólo será superado en el momento de la resurrección de su hijo. En la noche misma en que Jesús ha sido sepultado, en que se da cuenta que su hijo dio su vida en el Calvario, la Madre de Dios llora, la Madre de Dios está sola y llora, la Reina del Cielo está sola y llora, el consuelo de los afligidos, la rosa mística, la salud de los enfermos llora. Es cuando ella se convierte en Mater Dolorosa. Ella ahora ya no llora sólo por su hijo, sino por todas las madres del mundo que día a día pierden a sus hijos, a sus seres queridos, llora por las tristezas maternales, por el dolor universal de las madres.
Estos son, mis caros y caras lectoras, los dolores que la Madre de Jesús sufrió y nos hace reflexionar sobre el valor que para los católicos del mundo tiene la celebración de la Semana Santa que se sigue conmemorando con respeto y amor.