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Estamos en el tiempo de la fiesta de Pascua, que dura 50 días y es una invitación a salir de nuestras cautelas, de nuestros temores, de nuestras angustias y desalientos.

Y lo es porque si bien la Cuaresma nos ha invitado a abrirnos a la alegría de Dios, el tiempo pascual es ahora el momento de dejar estallar esa alegría. ¿Y por qué? Porque es tiempo de recordar que no tenemos nada que temer, ya que Jesús ha vencido al mal y a la muerte, y porque creer en la Resurrección es rechazar toda inquietud, pues sabemos que Jesús es el vencedor del mal.

Eso dijo ayer el presbítero Jorge Martínez Ruz, coordinador de la Pastoral de Comunicación de la Arquidiócesis, al ser entrevistado sobre lo que sigue después de la Semana Santa.

Asimismo advirtió:

–Sin embargo, la Pascua no va a solucionar mágicamente todas nuestras dificultades cotidianas: los problemas económicos, las preocupaciones profesionales, los fracasos escolares, las enfermedades…

Lo que sí va a cambiar la Pascua, si así lo deseamos, será nuestra manera de mirar y de vivir esas pruebas, esos sufrimientos grandes o pequeños, y también nos va a permitir apreciar, valorar y vivir mejor, con más profundidad nuestras alegrías, que con tanta frecuencia subvaloramos y las dejamos pasar como si no tuvieran importancia, cuando en realidad la tienen, porque son el cimiento de nuestro amor a la vida y del agradecimiento que le tenemos a Dios.

–Es oportuna esta apreciación de usted, padre Jorge, porque después del Domingo de Resurrección mucha gente se pregunta qué sigue y qué actitud debemos tener ahora…

–Sí, lo que pasa es que mucha gente piensa que la fiesta de la Pascua dura un único día, pero en realidad se prolonga durante cincuenta días, hasta Pentecostés, por eso hay que reflexionar con la familia en la importancia de este tiempo. En realidad, después del itinerario cuaresmal y de que el domingo pasado toda la Iglesia proclamó la alegría de la Resurrección, la Pascua parece como un punto culminante, por eso es que muchos se preguntan: ¿Y después, qué sigue? ¿Va a volver a empezar todo como antes de la Cuaresma? ¿Acaso nuestra vida espiritual al ritmo del año litúrgico, es como una montaña rusa con subidas siempre seguidas de sus correspondientes bajadas? ¿No habría más bien una ascensión constante? Pero, ¿qué sentido tendría la Cuaresma si no fuera más que un paréntesis en nuestra vida? ¿Qué valor tendría entonces nuestra conversión?

Es verdad que acabamos de vivir una Semana Santa ferviente y el Domingo de Pascua llega como un término, pero los días que siguen a la Pascua no son menos importantes que los precedentes. Y para tener esto claro lo que debemos hacer es recordar que, con ser importante la Cuaresma, es más importante el tiempo de la Pascua.

Muchas celebraciones

–¿En qué se basa esa importancia, padre?

–De hecho, parte de esa importancia es que el tiempo pascual tiene muchas celebraciones que anos hacen revivir y recordar que Cristo Resucitado le da sentido a nuestra vida: Durante la cincuentena pascual celebraremos también al Buen Pastor junto a la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales, la Fiesta de la Ascensión del Señor, junto con la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Y no se diga todo el mes de mayo, que estará dedicado a la Virgen María (especialmente a Nuestra Señora de Fátima, y a la promoción del Rezo del Santo Rosario). Y no menos importante es la solemnidad de Pentecostés, el descenso del Espíritu Santo sobre la Iglesia, que culmina el tiempo pascual y da un gran impulso a la vida eclesial. No es poco, pues, lo que celebramos estos días, luego de la Cuaresma y la Semana Santa.

No tenemos que temer

Por ello decimos que el tiempo pascual es una invitación a salir de nuestras cautelas, de nuestros temores, de nuestras angustias y desalientos.

No tenemos nada que temer porque Jesús ha vencido al mal y a la muerte. Creer en la Resurrección es rechazar toda inquietud porque sabemos que Jesús es el vencedor del mal. La Cuaresma nos ha invitado a abrirnos a la alegría de Dios. El Tiempo pascual es el momento de dejar estallar esa alegría.

Por todo esto, esforcémonos por vivir bajo cualquier circunstancia, y aún en medio de dificultades, la alegría de saber que Cristo ha resucitado, y que todos estamos llamados a celebrarlo –concluyó Martínez Ruz.

(Roberto López Méndez)

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