Pilar Faller Menéndez
Ante las medidas precautorias de mantenerse en casa, muchas calles han quedado vacías, sin embargo, en muchos hogares se está viviendo un confinamiento con carencias, ya que el desempleo de quienes llevaban algo de dinero a sus hogares de manera informal, o pequeños negocios que se han visto en la necesidad de cerrar, ha hecho más evidente que muchos están pasando hambre y están pidiendo auxilio.
En muchos municipios de nuestro país, de muchos otros, se ha tomado la iniciativa de colocar trapos rojos, que ondean pidiendo que alguien los ayude, que no han llegado los recursos a estos hogares, lo que nos resulta a muchos desgarrador, porque estas personas no solamente están sufriendo de un encierro, sino que también están pasando hambre.
Este grito de auxilio ha empezado a extenderse, son ciudadanos que piden ayuda ante la imposibilidad de salir de sus casas a trabajar y ganar algo de dinero para llevar comida a sus hogares, pero este encierro se los ha impedido y los trapos rojos empiezan a cobrar vida y demuestran una realidad que no es nueva: la desigualdad social.
Somos un país y, sobre todo, un Estado solidario, y hay quienes a pesar del peligro que representa abandonar el confinamiento, han comenzado a tocar las puertas de esos hogares compartiendo lo mucho o poco que tienen como despensas, medicinas, ropa y hasta dinero, ejemplo que muchos deberían seguir.
Es en estos momentos de crisis en los que se está poniendo a prueba nuestra capacidad de ser solidarios ante los que más lo necesitan, mucha gente, a pesar de sus carencias, ha decidido compartir lo que tiene y mostrar así que los necesitados no se encuentran solos en medio de esta tragedia mundial.
Desgraciadamente, comienzan a verse cada día más “banderas” rojas en las casas, hay muchas familias que se han quedado al margen de los apoyos por la voracidad de otros, entre los que, incluso, han reclamado por el contenido de las despensas, pero aun así se las han quedado, mientras que otros se hubieran sentido realmente agradecidos por haber tenido acceso a ellas.
Debe reconocerse que las iniciativas privadas y públicas están haciendo un esfuerzo titánico para llevar ayuda a quienes hoy más lo necesitan. Las redes solidarias se están estrechando para poder eficientar su labor y llevar a esos hogares, que hoy muestran un trapo rojo en sus puertas, solidaridad y esperanza.
Hemos entendido que, a pesar de la desesperanza que sienten muchos, la justicia y la ayuda no van a hacerse presentes si propiciamos el caos y el desorden, que se está haciendo lo posiblemente humano para que llegue a quienes hoy más lo necesitan, y que el sabotear y robar de los vehículos que están llevando despensas, por la desesperación que muchos sienten, está causando que otros se vean afectados.
Si ayudamos a mantener la logística que se está llevando, estaremos contribuyendo a que aparezcan menos paños rojos en las casas, y brindaremos una ayuda para quienes hoy se encuentran trabajando para que todas las comunidades reciban el apoyo necesario. La gente encargada de conseguir apoyo de los demás, sigue haciéndolo, porque la ayuda debe seguir fluyendo durante el tiempo que dure esta contingencia.
Durante este aislamiento, muchos han demostrado que durante este reto que estamos enfrentando, los ciudadanos se tienen unos a otros. Hay quienes han subido en sus muros de Facebook que la persona que necesite ayuda, no dude en pedirla, y si cada uno ayuda a otro, estaremos construyendo puentes de solidaridad.
Esperemos que las campañas de donaciones continúen, que la ayuda del Gobierno no cese, que la solidaridad persista, y que los trapos rojos vayan disminuyendo porque su llamada de auxilio ha sido atendida y que podrán comer tres veces al día y no pasar más hambre. Este es probablemente el reto más grande al que nos estamos enfrentando: dejar de pensar en nosotros, y pensar en quienes hoy más nos necesitan.