PROGRESO, Yucatán, 17 de mayo.- “Ya vamos para un año viviendo en estos asentamientos irregulares del IVEY en la comisaría Flamboyanes, no contamos con agua potable ni energía eléctrica, para esto nos abastecemos en los tinacos comunitarios y nos alumbramos con lámparas recargables.
“El próximo 20 de noviembre ya cumplimos un año de que nos asentaron más de 400 familias en estos terrenos que al parecer son del IVEY, pero siguen llegando más, es gente que debido a esta pandemia de Coronavirus no tiene trabajo y no pueden pagar una renta en estos tiempos”.
Esto lo comentó la señora Leonor Calderón García, de 42 años, originaria de Zimatlán de Alvarez, Oaxaca, pero ya lleva 10 años viviendo en Flamboyanes sin tener vivienda propia.
“Como no hay energía eléctrica, en las noches tenemos que prepararnos, para esto compramos lámparas recargables y entre 5 personas se había rentado una casa para poder cargarlas, pero al no haber dinero suficiente se tuvo que devolver a su dueño.
“Ahora para solucionar este problema, entre amigos y parientes se tuvo que comprar un cargador de baterías, cada 4 horas se carga una lámpara completamente y esta dura 5 noches.
“Debido a que no hay energía en las casas, tanto adentro como afuera, a las 18 horas ya se está cocinando lo que se tenga en un fogón a leña y a las 20:00 horas, se acuestan todos a dormir.
“Las lámparas sólo sirven para cocinar, si es necesario o para ir al baño, sólo sirve para lo más elemental, cocinando con leña que abunda en esta zona; no podemos comprar un cilindro con gas butano, el de 20 kilos cuesta cerca de 400 pesos”, relató la entrevistada.
Nadie en esta zona tiene títulos de propiedad, sólo una constancia del IVEY en la que les dieron el permiso de construir a su gusto y posibilidades, con la firme promesa de que en 6 meses próximos se otorgarán los títulos y se verá cómo pagarán el predio ocupado.
Sin embargo, debido a la contingencia del COVID-19, los trámites para obtener los títulos se atrasaron y la mayoría de ellos necesita un espacio para vivir con su familia.
En su caso, vive con su esposo Lucio Rubén Solís, de 42 años, y su hijo de 6 años, que está yendo al primer grado de la primaria “20 de Noviembre” de esta localidad.
Al tocar el tema de su esposo, dijo que debido a la pandemia se quedó sin trabajo y ahora tiene que buscar en otros lados, y en una semana logra obtener sólo 500 pesos.
La verdad que las diversas agrupaciones y asociaciones que vienen a dejar despensas son de gran ayuda, y esta vez el club de motociclistas “Tribu Sin Ley” les dejó comida, no lo esperaban.
“Ayudo a mi esposo a recoger botellas y latas en la vía pública, les digo la verdad, le da miedo por este COVID-19, espero que ya pase pronto y ya todo vuelva a la normalidad”, finalizó.
(Alfredo Canto May)