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Ante la contingencia sanitaria por el COVID-19, el uso obligado de este artículo ha sido aprovechado para generar fuentes de ingreso

TIZIMIN, Yucatán, 18 de mayo.- El cubrebocas, una de las medidas sanitarias más eficaces para prevenir el contagio del Coronavirus, ahora también se ha convertido en un accesorio en tendencia, una moda, y, por ende, también en la fuente de empleo de varias personas que se han dedicado a su confección y a su venta para subsistir.

Por doquier la gente usa cubrebocas, por las calles la gente los porta consigo, ya que es una medida preventiva recomendada por las autoridades de salud y gubernamentales, quienes exhortan a que la gente haga uso de ellos, ya que en esta etapa muchos incluso pueden no saber si han sido contagiados con el virus.

Por lo que éstos fungen como una barrera para que no se genere el riesgo de que se continúe transmitiendo a más habitantes al estornudar, toser o hablar; aunado a que sin él las personas no pueden acceder a los comercios para ejercer sus compras.

Al portarlos demuestran que están preocupados por no contagiarse con este virus, cuidándose a sí mismos y, a la vez, a sus familias; mientras que para otros es bochornoso, les perjudica e incluso sienten que los enferma y lo portan solamente en sus barbillas y bocas, sin cubrirse la nariz.

También se exige que hagan uso de ellos quienes atienden cualquier comercio y también las personas que expenden o manejan alimentos.

El primer paso para usarlos es lavarse muy bien las manos para poderlo colocar, éste debe cubrir la nariz y la boca y debe adaptarse bien a la cara, bien ajustado; hay gente que los trae por los lados muy holgados y de nada sirve, porque no cumplen correctamente su función.

Hay que observar el cubrebocas e identificarlo, ya que si el hilo está a los costados con forma horizontal, va en las orejas, pero si viene de manera vertical, tiene que atravesar el cuello, quedando los elásticos atrás de la cabeza.

Si éste es reutilizable, se debe colocar en un lugar donde le dé el sol y lavarse nuevamente las manos; ya sea casero o reutilizable, se tiene que lavar diario.

Los desechables se deben cortar en pedacitos y tirar en botes de basura inorgánica, no en la calle, porque son focos de contaminación y de transmisión de la enfermedad.

Para la mayoría de la gente el uso del cubrebocas ya es común y, por ende, ya es un accesorio más de moda, con las imágenes de su preferencia, de colores, texturas, materiales y de la calidad y el precio según el status económico de sus bolsillos.

Hay desde los desechables, de los que la gente hace uso por no más de 8 horas, con un precio entre 5 y 10 pesos; los reutilizables o lavables de tela o de licra; y los de doble filtro con dos capas de protección desde 20 hasta 40 pesos; y el N95 que hay que desinfectarlo de 8 a 24 horas después de una jornada, con un precio por arriba de los 100 pesos.

Algunas personas como María Clotilde Couoh diseñan sus propios cubrebocas, se dan a la tarea de confeccionarlos, pues no cuentan con los recursos para estar comprándolos.

Numerosas personas que se dedicaban a otras actividades antes de la contingencia, han optado por ganarse la vida vendiendo cubrebocas, pues es uno de los productos que más demanda la gente por su uso diario.

Algunas personas como José Efraín Cocom Rosado –quien vendía bermudas y playeras–, así como Antonio Vallejos Velázquez –que vendía antojitos y postres–, al no recibir ingresos en las actividades laborales que desarrollaban, ahora se dedican a la comercialización de estos cubrebocas y compartieron que, al menos, ya obtienen los pesos necesarios para la comida del día.

Es así como el cubrebocas se ha vuelto parte esencial de la vida de los habitantes, una necesidad, un hábito, un accesorio y, para muchos, una fuente de ingresos que se estima permanecerá en uso por mucho tiempo, aun después de que concluya la contingencia sanitaria, ya que la mayoría de la gente no se expondrá a arriesgarse al posible contagio.

(Luis Manuel Pech Sánchez)

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