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Yucatán

Rafael Mis Cobá

El T’alkú de la Tía Juana

Una mestiza con cuerpazo de diosa perturbó la tranquilidad de usuarios del transporte público que hacían cola en el paradero de Pacabtún, lo que ocasionó que se rompiera la fila y se perdiera la sana distancia que guardaban minutos antes de la celestial aparición.

Por más discreta que procuró ser, la escultural mujer no pudo pasar inadvertida y no precisamente por culpa de ella, sino por su natural gracia divina y por el exquisito aroma a flores de “xc’anlol” que brotaba en cada poro de su aterciopelada piel.

Y eso que su celestial rostro no se apreciaba a plenitud, debido a que portaba un cubrebocas en atención a las medidas sanitarias dispuestas por las autoridades para evitar contagiarse del “xlá” coronavirus que tantos problemas ha causado a la población mundial.

La belleza de la “t’int’inkí” mujer maya era tal, que ni siquiera Ninel Conde y Shakira, juntas, podrían haber causado tanto alboroto entre los alterados pasajeros de la ruta, quienes sintiéndose cerca de la gloria hasta se olvidaron momentáneamente de la existencia del “kisín” COVID-19.

Pero como siempre sucede, los escasos tiempos de felicidad y éxtasis suelen ser rotos por la inoportuna presencia de un sujeto cabezón, que sin invitación alguna se asomó por el lugar para estropear tan hermoso momento.

—¡Tía, Juanita!

—“¡Mejenkisín”, sobrino!

—Hermosa mujer. Me siento lleno de gozo al tenerte cerca y estoy seguro que los astros se alinearon a mi favor.

—¿Qué te pasa sobrinín, acaso el confinamiento te está dejando turulato?

—Para turulato, mi vecino, tiíta.

—Cuéntame, qué le sucedió.

—De tantos días de cuarentena y convivir con su suegra dice que ya hasta guapa la ve.

—Eso es bueno, sobrino, mañana seguro que ya le dirá hasta mamá.

—Pero, tía, mi vecino, también tuvo un radical cambio con su mujer, con su esposa, con la dueña de sus quincenas.

—Qué gusto me da, sobrino, seguro que la ama ahora más que nunca.

—Bueno, dice que ya le cae bien.

—“Mejenkisín”, así son todos los hombres de ingratos.

—Tía, comprende a mi vecino. Lleva dos meses encerrado. De su cuarto de 3 por 3 metros, a la sala de 2 metros; de la sala, a su cuarto y además, conviviendo con siete hijos y la suegra.

—¿Y por qué no pasea en el patio?

—Tía, vive en una casa del Infonavit.

—Sigue siendo ingrato, sobrino.

—Para ingratos los de la CFE, tía.

—“Uay”, sobrino, los usuarios se quejan de elevados e injustificados cobros por consumo.

—Es cierto, tía, a don Chonito, que vive solo con su perro “Firulais” y tiene apenas un foco y sin tele, le llegó su recibo con un consumo altísimo.

—Ahí están también los restauranteros, sobrino. Uno de ellos se quejó por un consumo de 48 mil pesos, pese a tener cerrado su negocio desde hace dos meses por la contingencia sanitaria.

—Tía, muy preocupante lo que sucede con don Bartlett.

—Pero más preocupante, sobrino, las constantes predicciones en la caída, el deterioro y las afectaciones del PIB.

—“Uay”, tía, ¿significa que ya no tendremos suficiente “pib” para los finados?

—“Mejenkisín”, no hablo del “mucbil-pollo”, sino del Producto Interno BRUTO.

—“Maare”, mesticita, ya me habías asustado.

—Para asustados, sobrino, los congresistas demócratas de Estados Unidos por la destitución que ordenó Trump del inspector Steve Linick.

—¿Te refieres al encargado de vigilar el uso de los 70 mil millones de dólares de la diplomacia estadunidense?

—Ese mero sobrino; Trump le dio “flit” porque investigaba a su “ich”, Mike Pompeo, por encargar a un agente del Departamento de Estado pagado con recursos públicos, que paseara a su perro o para recoger sus calcetines y trusas en la tintorería.

—“Uay”, tía, pensé que sólo los políticos mexicanos recurrían a esas prácticas.

—Para que veas que en todas partes se cuecen habas, sobrino.

—“Maare”, tía, pero en México estamos peor.

—¿Lo dices por el gordito y coqueto Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz, preso por transar millones de pesos del erario público?

—Qué comes que adivinas, tía. Resulta que la juez lo sentenció a sólo 9 años, además de que ordenó que le devuelvan al pobrecito sus “chan” 41 propiedades que le habían decomisado.

La tía Juanita ya no quiso escuchar más sobre ese desaseado caso y prefirió abordar la combi que la trasladaría a la casita de su cabezón pariente para continuar unos días más de confinamiento.

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