Yucatán

Carta a mi querido viejo

Cristóbal Acevedo Contreras

Hoy se cumplen 365 días desde tu partida, de los cuales muy pocas veces he logrado conciliar el sueño recordando tu rostro en el ocaso de aquel sábado 4 de mayo del 2019, cuando por última vez suspiraste frente a mamá y a mí. Es difícil poder sobrellevar y sobre todo aceptar que te fuiste de una forma muy dolorosa, a causa de una enfermedad que te consumió rápidamente y que, simplemente, no te permitió tan siquiera meter las manos para luchar.

Ha pasado ya un año, y todavía me cuesta trabajo aceptar que nos dejaste tan abrupta y repentinamente, y que ahora únicamente nos queda tu recuerdo… ¡Qué injusto!... eso es lo que siempre pienso, pero de nada me sirve maldecir, insultar y gritar a los cuatro vientos que un hombre bueno como tú no merecía ese final. Siempre te imaginé haciéndote viejo junto a mi madre, compartiéndonos tus experiencias y consejos basados en tu muy peculiar forma de ver la vida, que sin duda te hacía feliz. Me cuesta mucho imaginar que en un futuro tus nietos no podrán llamar al abuelo “Tito”, a ese hombre que enseñó a muchos niños modelistas a jugar al fútbol tres veces por semana durante veinte años y que acostumbró a llenar las vitrinas de la franja con trofeos y reconocimientos.

Déjame decirte que me enseñaste un poco de todos los oficios; de ti aprendí a ser plomero, zapatero, carpintero, incluso hasta mecánico. Me educaste y formaste con tus clásicas frases, tales como: “no va a poder más que yo”, “te voy a enseñar como se hacen las cosas”, “todo lo que se empieza, se termina”, “si ya te comprometiste, tienes que cumplirlo”, entre otras, pero éstas son las que se me vienen a la mente.

Dicen por ahí que un hijo muchas veces es el reflejo de su padre; tomando en cuenta esto, diría que sí, yo creo que soy una copia exacta de ti. A veces, me sorprende lo parecido que he podido llegar a ser como tú; quizás en lo físico me parezca a mi madre, pero por dentro tengo mucho de Don “Tito”, con casi los mismos gustos; por ejemplo, la música, escuchar a The Carpenters, Carole King, Santana, The Players, Earth Wind and Fire, Michael Jackson, Los Angeles Negros, y tus amados Beatles, entre otros; o cómo olvidar el disgusto por la mayonesa o el placer de disfrutar el delicioso puchero que mamá prepara con el sazón de mi abuela Bertha, eso papá, sin duda lo aprendí de ti.

¡Ay viejo! Tengo tantos recuerdos tuyos, momentos que se han quedado perfectamente grabados en mi memoria; como tus pláticas con mis tíos, recordando los años gloriosos de tu amada tierra ticuleña… ¡Que, claro que te encantaba hablar sobre la “Perla del Sur”! Y todos estos momentos endulzados con tu amabilidad con las visitas, deleitándolas con discos de vinil de Glen Miller, Los Hermanos Castro, Los Jets, Los Babys, Leo Dan y emotivamente diciendo ¡Lupi, Lupi! ¿Te acuerdas de esta canción…?

No había visita que no quisiera regresar a la casa, ni persona que se aburriera con tus anécdotas, porque para ti todo tenía una historia que contar, un sentido, un sentimiento, un apego emocional que marcaba la diferencia entre un simple objeto sin vida y uno que era de Don “Tito”. Ese eras tú, un hombre de recuerdos, que los regresaba a la vida gracias a su excelente memoria.

A la mente me regresan momentos agradables que hoy resguardo con mucho afecto y que siempre que puedo, al mirar tu fotografía, los imagino como si fueran de ayer; esos segundos fugaces grabados en mi memoria, que no hacen más que rebobinarse cada noche al dormir y que al despertar son vivas proyecciones de tu rostro. A veces, quiero despertar de esta pesadilla en donde tú no estas; quiero volver a mirar mi teléfono y ver tu llamada y pensar que, seguramente me hablas porque tienes una duda sobre cómo postear en Facebook, o simplemente no puedes guardar tu archivo en la computadora… ¡Ay viejo! cómo disfrutaba tener tiempo para ti y ayudarte un poco con tus dudas.

Papá, hoy doce meses después de tu partida, seguiré anhelando verte llegar después de un día de entrenamiento en la Modelo, deseando que entres por la puerta principal de la casa, y siendo recibido por Harry y Ronnie, tus pequeños y amados perros que sin duda te robaron el corazón; y justo después de asentar tu maletín azul en la mesa del comedor, mirarte abrazarlos y consentirlos con galletas y trozos de jamón; imposible olvidar ese pequeño momento.

Así es como mi mamá y mis hermanos te recordamos, como aquel hombre que siempre ocupaba la mente con lecturas, con quehaceres del hogar, el que se despertaba temprano todos los días para correr y que después de cinco kilómetros en el parque de la Alemán regresaba a casa para desayunar fruta y yogurt de fresa. Don Tito, podría seguir escribiendo sobre ti y del aquel hombre agradable, responsable y honesto que siempre fuiste, pero me faltaría más de una vida para lograrlo. Agradezco a la vida por permitirme disfrutarte el día de mi boda civil, aunque también hubiera dado lo que sea porque me vieras a mi esposa y a mí en el altar.

Querido viejo, a pesar de que te fuiste, tu esencia permanece en cada momento de mi vida, en la de mis hermanos, de mi mamá y de todos aquellos que tuvieron la oportunidad de conocerte. Los que fueron muy cercanos a ti, saben que tu alma prevalece al encender el motor de tu amado y viejo Mustang de “burbuja”, en las campanadas de tu reloj de pared, que cada cuarto de hora armoniza la casa con la melodía del Big Ben; en tu gran colección de discos de acetato, CD’s, casetes y en el cuadro del rostro del “Che” Guevara que trajiste como recuerdo de uno de tus viajes a La Habana, Cuba. Sin duda papá, estos son tan sólo algunos objetos valiosos que reflejan un poco de lo que fuiste; pero más allá de estos, siempre perdurará el hombre que vivió firme con sus ideales; el economista formado bajo las enseñanzas del Marxismo y de aquel entrenador de fútbol, que a pesar de ser anti americanista, siempre admiró al histórico Enrique Borja.

Finalmente, papá, agradezco todo lo que hiciste por nosotros y en donde quiera que te encuentres quédate tranquilo, que mamá, mis hermanos y yo, nos encontramos bien.

“Hasta la victoria siempre”.