Yucatán

Henequeneros piden ayuda para salvar la industria

El gobierno federal no los incluyó en el programa Sembrando Vida

La industria henequenera en Yucatán tiene futuro, pero se requiere de apoyos del gobierno para fomentar nuevas siembras y aumentar la producción, ya que de las 20 mil toneladas de fibra que demanda actualmente el mercado local, sólo seis mil se producen en unas 15 plantas que sobreviven y laboran a menos del 50 por ciento de su capacidad instalada.

El presidente de la Asociación de Parcelarios Autónomos de Yucatán, Bernardino Martín Chan, explicó que la superficie del agave en producción que existe ahora en el Estado es de unas 13 mil hectáreas, luego de que se llegó a tener más de 100 mil hectáreas ejidales cuando la actividad estuvo en su mejor momento.

Pidió a las autoridades estatales y federales no abandonar el fomento del henequén, no sólo por ser una planta emblemática del Estado, sino porque tiene un gran futuro debido a la alta demanda de fibras naturales en el mundo y el decaimiento en las sintéticas y derivados del petróleo.

Corrupción y fibras sintéticas

Manifestó su preocupación por la negativa del Gobierno Federal de incluir a las plantaciones de henequén en el programa Sembrando Vida, luego de que el Presidente Andrés Manuel López Obrador había asegurado desde el año pasado que esta actividad sí estaría considerada en esa estrategia de apoyo al campo.

Los reporteros de POR ESTO! acudieron a la planta desfibradora “José María Morelos y Pavón”, ubicada en el municipio de Motul, rumbo a la carretera a Telchac Pueblo, para constatar el proceso que se sigue para transformar la penca a sosquil.

Esta unidad formó parte de las 18 plantas que hace más de 40 años operó la paraestatal Cordemex, cuando tenía sus propias fábricas de hilos y jarcias para vender una amplia variedad de productos terminados a diversos países del mundo. En ese período también funcionaban alrededor de siete desfibradoras particulares.

Luego del colapso de la actividad por malos manejos, corrupción, abandono de mercados y surgimiento de las fibras sintéticas, la mayoría de las plantas quedaron en el abandono hasta que años después grupos de particulares y parcelarios acordaron con autoridades reanudar las operaciones en algunas de esas desfibradoras.

Tal es el caso de la “José María Morelos y Pavón”, cuyo contrato a comodato por 30 años se acordó entre la Asociación de Parcelarios y el entonces gobernador Patricio Patrón Laviada.

Sin embargo, a falta de capital, los interesados tuvieron que buscar apoyos adicionales en los gobiernos siguientes de Ivonne Ortega Pacheco y Rolando Zapata Bello para poder iniciar operaciones hace seis años.

A 17 pesos el kilo de fibra

En sus mejores momentos la desfibradora llegó a procesar hasta 500 mil hojas de henequén en dos turnos, lo que contrasta con las 120 mil hojas que ahora transforma y no por falta de capacidad instalada, sino por la carencia de pencas. El precio actual que paga esta planta a los productores es de 17 pesos el kilogramo de fibra procesada, más un peso que el Gobierno del Estado otorga como “estímulo a la producción”, lo que es considerado como un buen precio, aunque está sujeto a la ley de la oferta y la demanda.

Recordó que cuando asumió la operación de la desfibradora, hace unos seis años, el precio era de apenas cinco pesos. Bernardino Martín sostuvo que, al haber una alta demanda de fibra en el mercado mundial, lo más probable es que el precio no baje y al contrario, pueda subir precisamente por la escasez actual del sosquil a nivel global.

Agregó que la desfibradora trabaja sólo tres días a la semana y el rendimiento que se obtiene es de 24 kilogramos de sosquil por millar de pencas, en promedio, el cual se vende a 22 pesos el kilogramo a Hilos y Jarcias de Yucatán.

Uno de los principales problemas que afecta a los productores en la actualidad es el precio de la energía eléctrica y, como ejemplo, dijo que la “José María Morelos” eroga mensualmente por ese concepto alrededor de 30 mil pesos.

Proceso

El proceso de la desfibración comienza con la llegada de los camiones con su cargamento de penca para apilarlos en los espacios correspondientes o, en su caso, descargarlos directamente a los elevadores o transportadores que conducen las hojas del henequén a la máquina raspadora.

Un obrero desata el rollo de penca, otro lo estiba para que esté parejo en la banda transportadora, enseguida las cuchillas de la máquina raspan literalmente el agave para quitarle la cáscara o bagazo y salir finalmente al otro extremo ya como sosquil.

La cadena de producción continúa con el amarrado de los rollos de fibra mojada y su colocación en una cuerda transportadora hasta que, en el otro extremo, un trabajador lo coloca en el truck que lo llevará a los tendederos, ya sea tirado por una mula o empujado por los propios obreros.

En el tendedero de alambres se acomoda el sosquil para que se seque durante un día por efecto de los rayos solares. Después se procede a la recoja de la fibra ya seca y se lleva al área donde está la máquina empacadora, para finalmente convertirla en pacas listas para el traslado en camiones hasta las fábricas de hilos y jarcias.

Actualmente existen plantas desfibradoras en Izamal, Citilcum, Tahmek (dos), Seyé, Hunucmá, Telchac Pueblo, Dzemul (San Eduardo), Baca (dos), Suma de Hidalgo, Tecoh y Hoctún.

De las 13 mil hectáreas de siembras en producción y dos mil hectáreas de nuevos cultivos que existen en la actualidad en Yucatán, dependen unos mil 500 parcelarios, más 600 trabajadores de las 15 plantas desfibradoras, de tal manera que de la actividad en su conjunto dependen más de dos mil familias por los empleos indirectos que genera.

Mayores rendimientos

Hasta antes de la pandemia las 15 desfibradoras laboraban regularmente algunos días a la semana, pero actualmente sólo algunas reiniciaron actividades y a menos del 50 por ciento de su capacidad.

A la planta de henequén se le puede iniciar los primeros cortes a los cuatro o cinco años de edad y tienen una vida productiva de hasta 20 años.

Sin embargo, con el material mejorado, producido por el Centro de Investigaciones Científicas de Yucatán (CICY), pueden iniciar su producción desde los cuatro años y con mayores rendimientos, aunque la vida útil se reduce a 15 años, pero en términos generales el rendimiento que genera es superior a las plantaciones convencionales.

En parte de las 21 hectáreas que tiene la “José María Morelos” se tiene una hectárea de estos semilleros y cuatro más ya están en etapa de crecimiento para cosecharse en los próximos dos años.

Martín Chan explicó que las maripositas del CICY o material clonado, se siembran cuando alcanzan los 10 centímetros y luego de un tiempo específico se pasan a otros espacios más amplios para su desarrollo hasta los 35 a 40 centímetros, para que finalmente se trasplanten en los planteles donde crecerán definitivamente.

Todo se aprovecha

Por otra parte, comentó que también se aprovechan las extensas superficies para sembrar en el bagazo hortalizas como cilantro, rábanos, calabaza, sandías y camote.

Añadió que la Asociación de Parcelarios permite a los trabajadores utilizar parte de los terrenos para hacer sus siembras, como un extra para que puedan tener ingresos adicionales o simplemente para que dispongan de alimentos para sus familias.

El bagazo que se genera en la desfibradora sirve, asimismo, como abono para las hortalizas, así como de alimento para reses y borregos.

–El henequén es un orgullo y un emblema de Yucatán; es el famoso oro verde que algún día le dio mucho renombre y riqueza al Estado y por eso pedimos al gobierno estatal y al federal que no abandonen esta actividad, porque tiene futuro para las familias del campo, subrayó.

Remarcó que sería muy triste y lamentable que teniendo la posibilidad de aprovechar un recurso natural y noble en el Estado, que puede dar sustento a miles de familias, no se le dé la importancia que requiere para su fomento y producción. Finalmente expuso que le da tristeza también que, luego de que Yucatán fue el primer productor mundial de henequén y fibra, haya sido desplazado por Tanzania, Kenia y Brasil, países donde gran parte de su material vegetativo lo obtuvieron de nuestro Estado.

Por Rafael Mis Cobá

Fotos: Luis Payán