Luis Carlos Coto Mederos
Juan Cristóbal Nápoles
y Fajardo (El Cucalambé)
Dice Samuel Feijóo en su brillante ensayo “Sobre los movimientos por una Poesía cubana hasta 1856”:
“Con los recursos venturosos del folclor El Cucalambé se organiza. No es pomposo ni trabajado, ni relumbrón… Se mueve seguro por su conocimiento gregario, portador del cuerpo generoso general dando en sanas y limpias voces el alegre milagro del sabor y el equilibrio virtuoso de su tierra, hacia fija y constante trascendencia”.
1126
Nada
“Nada” es todo en el mundo en que vivimos;
“Nada” es todo en verdad lo que miramos;
De la “nada” los hombres nos formamos,
y en la “nada”después nos convertimos.
“Nada” son los pesares que sufrimos,
“Nada” son los placeres que gozamos,
y son “nada” los bienes que adquirimos
como “nada”las glorias que anhelamos.
“Nada” es toda la tierra bien mirada;
“Nada” es todo por Dios, y es mucho solo
El Señor que nos hizo de la “nada”.
“Nada” es el mundo de uno al otro polo
y “nada” viene a ser este soneto,
que sin decir más “nada” aquí completo.
1127
Mis resabios
Despreciar a magnates orgullosos,
nunca vociferar mis padeceres,
tener siempre unos mismos pareceres
y odiar a lenguaraces perniciosos.
Criticar a los tontos y chismosos,
del mundo despreciar varios placeres,
no fiar en promesas de mujeres
y punzar a los hombres ambiciosos.
Buscar de lo que callo gran renombre,
decir sin subterfugios lo que siento,
hablar poco y burlarme de aquel hombre
que por sabio pasando, es un jumento.
Esto lo digo sin fruncir los labios:
Serán toda la vida mis resabios.
1128
Mi retrato
Tengo, señores, el cabello rubio,
una frente en que cabe un buen escaño.
y dos ojos que son, si no me engaño
del color de las llamas de Vesubio.
Es larga mi nariz como el Danubio,
mis orejas también de igual tamaño,
y caben en mi boca, que es un caño,
todas las aguas que hubo en el diluvio.
El color de mi rostro es encarnado,
no tengo barbas, ni tenerlas creo;
soy de talle gigante y muy delgado.
Y siendo, como soy un hombre feo,
de mujeres bonitas hay atajos,
que incansables me roen los zancajos.
1129
La avispa
Batiendo alegre sus hermosas alas
este pequeño insecto americano
sube a los montes y atraviesa el llano
y se remonta a las etéreas salas.
Del rubio Abril las primorosas galas
le brindan el sustento cotidiano,
y si le ofende destructora mano
suele zumbar con intenciones malas.
Bella y vibrante como ardiente chispa
por agradable céfiro arrullada,
forma un run-run que mi semblante crispa.
Busca la flor, porque la miel le agrada,
Y, ¡ay del zanguango a quien le da la avispa
un picotazo cuando zumba airada!
1130
El capricho
Son los ojos de Elvira matadores,
su boca purpurina y muy pequeña,
su nariz diminuta y aguileña,
y todos sus modales seductores.
Al igual del carmín son los colores
que hermosean su faz tersa y trigueña,
su mirada muy dulce y halagüeña
y es adornada, en fin, de mil primores.
Es muy rica también, y por lo dicho,
tiene mil aspirantes la muchacha,
y ella tiene también cierto capricho.
Yo no sé, vive Dios, si es mala facha,
el que de noche por distintas rejas
de distintos amantes tenga quejas.
1131
La vieja dengosa
Con matizadas flores en las sienes
y jazmines detrás de las orejas,
salió del tocador dando vaivenes
la más fiera y dengosa de las viejas.
Se le cayó una flor en el momento
de sentarse en la puerta de la calle
y encorvando la forma de su talle
la tomó sin alzarse del asiento.
¡Ay! exclamó la tal ruborizada,
te pedí y te encontré, flor matizada,
sin una contusión, sin un esguince.
¡Feliz yo si pudiera
hallar de esta manera
otra más bella que perdí en mis Quince!