Yucatán

Aseguran que la modernidad acabó con los terraceros en Yucatán

Aseguran que la maquinaria pesada y la tecnología acabaron con gran parte de los tres mil terraceros que existían en Mérida, actualmente solo unos cuantos se encuentran activos y han logrado adaptarse.
Foto: Víctor Gijón

La maquinaria pesada y la tecnología acabaron con la mayor parte de los tres mil terraceros que había en Mérida, actualmente sólo hay unos cuantos activos que lograron adaptarse a los requerimientos de la industria de la construcción, dijo Magdaleno Santana Carrión.

Actualmente todos los trabajos de zanjas y drenajes se realizan con maquinaria pesada y los obreros sólo nos dedicamos a instalar la tubería, por eso muchos se quedaron sin trabajo y buscaron otras opciones, ya sea en la industria de la construcción o en otras actividades.

Noticia destacada

Yucatán suma 41 denuncias contra presuntos actos de corrupción

Noticia destacada

Terraceros y trabajadores de la construcción estallan huelga en Mérida

Originario de la Ciudad de México, pero avecindado en Mérida desde hace más de 60 años, manifestó que comenzó a laborar como peón a los 14 años de edad, realizando zanjas del sistema de agua potable y construyendo pozos en 1957.

Recordó que eran dos las líneas del sistema de agua potable, una que partía del Parque de San Juan hasta el Parque de Santa Ana y otra del Parque de Santiago hasta el Parque de la Mejorada, con tubería de hierro fundido.

Pozos y sumideros

Con el paso de los años aprendió a operar explosivos y comenzó a construir pozos, así estuvo trabajando por varias décadas, incluso en sistemas de agua potable y drenaje en varios fraccionamientos de la ciudad, y en predios particulares los llamados sumideros.

Mencionó que cuando comenzó a fomentarse el fraccionamiento de Ciudad Caucel fue contratado para construir el sistema de drenaje por la empresa Promotora Residencial, y así continuó con otras unidades habitacionales de ese rumbo.

"Hoy estamos aquí manifestándonos porque tenemos necesidad de trabajar y de procurar que nuestros derechos laborales sean respetados, porque tenemos esposa e hijos que mantener y el poco trabajo que surja lo debemos defender", comentó Santana Carrión al ser entrevistado durante el plantón que un grupo de obreros realizaron ayer en el fraccionamiento Montebello como se informa en nota aparte.

Boda en Chiapas

Dijo que aquí estudió su secundaria, preparatoria y tres semestres de la carrera de Ingeniería Civil, la cual dejó truncada porque resultaba difícil trabajar y estudiar, pero con lo que logró aprender pudo sacar adelante a su familia, "yo me casé en Chiapas porque hubo una época en la que fue contratado por una empresa para trabajar en otros estados de la República Mexicana", y en uno de esos viajes conoció a la que hoy es su esposa, pero se vino a vivir a Mérida donde ya tenía casa y crecieron dos de sus tres hijos, hoy ya tienen varios nietos.

Comentó que el pasado 22 de junio cumplió 80 años de edad y tiene todavía fuerzas para trabajar, porque hoy la mayor parte de las excavaciones se realizan con equipos o maquinaria pesada, y como en todo trabajo, hay empresas que pagan buen precio y otras que nos “machetean” mucho, y muchas veces no ganamos lo necesario.

De hecho comentó que recientemente dejó de trabajar para una empresa con la que se comprometió a realizar un trabajo de drenaje, en la cual lejos de ganar considera que perdió, pero como ya estaba pactada la obra la terminó, pero ya no piensa regresar porque, “como siempre he dicho, si no trabajo no gano y si trabajo y no gano, mejor no trabajo, pues no resulta”.

Pago justo

Por eso, cuando contrata alguna obra, lo primero que pide al patrón es que pague lo justo a los obreros y los registre en el IMSS para garantizar que cuando alguien se lesione tenga por lo menos atención médica, a los obreros los pido que junten sus “hojitas” para que el día de mañana no sólo tengan derecho a una pensión, sino también puedan conseguir una casa ante el Infonavit, en caso contrario, cuando estén grandes no tendrán ni medicina ni dónde vivir.

Por Víctor Lara Martínez