Un pedazo de tronco de árbol o una rama es suficiente para que Jorge Antonio Guerra Chan las transforme en obras de arte sólo fijándose en la forma de la madera y, de ahí en adelante, su creatividad es la que trabaja.
Don Jorge Antonio nació en Huhí, Yucatán, pero desde hace años radica en Mérida, donde era propietario de un pequeño restaurante del cual vivía hasta que un día decidió cambiar la palapa de su negocio, pues ya estaba en mal estado, y como un árbol de ramón estorbaba tuvo que cortarlo su primo, quien lo ayudaba en la talacha, y le preguntó: “¿Qué vas a hacer con el tronco?” y en broma le contestó: “¡Una mujer desnuda!”
Mientras los albañiles trabajaban, él tomó un machete y comenzó a tallar el tronco de aproximadamente dos metros de altura y le fue dando una forma femenina, fue tanto su empeño en lograr la escultura que en la madrugada su esposa lo llamaba para que fuera a dormir, pero él seguía tallando la figura, año y medio después terminó su escultura.
Pasaron unos meses y cuando azotó el Huracán “Isidoro” que derribó muchos árboles, don Jorge Antonio salió a las calles para recoger ramas y troncos caídos, a partir de ese entonces ya no pudo separarse de la escultura; comenta que él nunca fue a una escuela de arte, muchos escultores para hacer sus obras hacen un boceto, pero él trabaja directamente con la madera, sincroniza sus manos con la creatividad.
Dice que a diario hace un recorrido por las calles y aprovecha cuando empleados del Ayuntamiento podan árboles para levantar las ramas y las corta, después las observa detenidamente y comienza a trabajar siguiendo la forma de la madera. Entre las clases de árboles que elige para sus creaciones están el roble, cedro, almendra, guayaba, naranja, zapote, entre otros, excepto la ceiba, por ser menos resistente.
Ya han pasado más de 19 años desde la creación de su primera escultura y todavía recuerda que se la vendió a un ex funcionario de cultura, quien vio su obra y lo invitó a que participara en su primera exposición; posteriormente vinieron otras más, hasta la fecha ha participado en siete muestras individuales y doce colectivas que le abrieron el camino para comercializar sus creaciones. Los domingos acude al Paseo de Montejo, donde cuenta con un espacio en lo que se llama Corredor Internacional del Arte, ahí se organizan exposiciones que luego se presentan en el vestíbulo del Teatro Peón Contreras, el Macay y otros recintos.
En su pequeño taller ubicado en la colonia Serapio Rendón, don Jorge Antonio muestra las diversas herramientas que ha obtenido gracias a extranjeros que complacidos con sus esculturas, además de pagarle, en agradecimiento le obsequian algún artefacto que muchas veces ignora cómo funciona, pero luego va descubriendo su uso para aplicarlo a su trabajo.
Hace apenas tres meses vendió su restaurante y piensa dedicarse de lleno a ese arte, de hecho había planeado montar una exposición en Los Ángeles, California, ya que tiene familiares ahí, pero por la falta de visa no ha podido concretar el proyecto; sin embargo, no se da por vencido y en Chelem abrirá otro taller, pues ahí hay varias personas interesadas en comprarle sus esculturas y de esta forma vivirá de la producción de sus dos talleres.
Con más de dos mil 500 creaciones, su obra ha trascendido a países como Francia, Estados Unidos, Canadá, España e incluso donó una escultura que está expuesta de forma permanente en la embajada de Alemania.
Mencionó que a través de las redes sociales está promoviendo sus obras y ahí salen las ventas, pero confesó que al hacer sus esculturas no le gusta que le encarguen algo en específico, pues él prefiere aprovechar la forma de la madera para hacer la figura que le viene en mente.
Dijo que con cualquier pedazo de madera se puede hacer algo y son los extranjeros los que más compran y aprecian sus creaciones, pues los visitantes nacionales muchas veces carecen de recursos económicos y a los que tienen no les interesa.
Señaló que como a todos la pandemia le afectó, pues no le permitían exhibir sus creaciones en Paseo de Montejo hasta que hace tres semanas comenzó de nuevo a comercializarlas ahí, pero su clientela ha bajado porque son pocos los extranjeros que están viniendo a Mérida.
Pájaros, jirafas, monos y desnudos colocados en la sala son una pequeña muestra de su gran imaginación.
Por Elena Gómez