Yucatán

El payaso Pepinito, ídolo de la risa en el puerto de Progreso

Manuel Meza siempre soñó con tener su circo propio, esa meta la logró después de muchos años llenos de sacrificio y dedicación
Actualmente se le considera como el máximo exponente de la comedia en el municipio y sus comisarías / Cortesía

El nombre de Manuel Meza Rodríguez tal vez no sea conocido para la comunidad progreseña, pero si se menciona al payaso “Pepinito”, enseguida se sabrá que este característico personaje es en estos días el máximo representante del puerto en el ámbito circense y dentro del mundo de las risas en el escenario; su historia, está plagada de trabajo arduo, reconocimiento, alegrías, sinsabores e iniciativa por impulsar su arte.

Nacido en cuna familiar cirquera, el 2 de septiembre de 1986, fue el primer hijo del matrimonio de José Meza Manzanilla y la señora Martha Rodríguez Díaz, quienes en ese tiempo ya formaban parte del mundo del espectáculo y la magia dentro de la carpa. Sus hermanos son Cecilia, Jesús y Luis.

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Manuel asegura que su talento se originó con base en la experiencia y gracias a los genes de sus antepasados; dentro de su árbol genealógico destacan nombres como los de su tío y su primo: Chupirul y Caramelo, reconocidos payasos en toda la Península.

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Primeros años

“En la familia Meza desde que nacemos traemos el show en el corazón, en mi caso recuerdo que a mis 5 años ya estaba acompañando a mi papá en el circo de la familia; empecé ayudando en todo lo que podía y con actos muy simples, uno de los más recordados era un sketch con playback que ejecutaba al son de las canciones de Pimpinela”.

Sin embargo, asegura que era un diálogo entre su padre y él, donde era metido de cabeza en una cubeta llena de agua, fue la escena que quedó en la memoria del respetable a pesar de todo este tiempo: “me ven en la calle y me dicen que yo era el niño de la cubeta, me causa gracia y a veces algo de pena ese episodio”, dice entre risas.

El entrevistado agrega que siempre fue muy listo, la educación, en las giras fuera de la ciudad, lo obligaron a que acudiera como oyente en varias escuelas del Estado, por lo que cuando inició esta etapa ya sabía leer y escribir. Finalmente fue gracias a las primarias “18 de Marzo” (Mulchechén), la “Álvaro Obregón” y “Mártires de Chicago” (Progreso) que pudo terminar esa etapa.

“En mi infancia no me interesaba del todo el circo, veía el negocio familiar sólo como hobbie, pero la necesidad de ganar unos pesos para mí, me hacían ir a laborar cuando llegaban mis familiares a trabajar al puerto, entre los circos que recuerdo estaban el “Safari”, “Hermanos Meza” y el “Maya”.

Esa misma perseverancia a través del deseo como emprendedor a tan corta edad lo llevó a que a los 12 años empezara a acudir a los eventos del “Día del Niño” de las escuelas y a fiestas infantiles en compañía de su padre.

“No le tenía amor al show, no tenía las ganas de ahora, pero me sirvió porque a través de mi maestro, ídolo y papá, empecé a aprender las técnicas y las bases que se necesitan para ser un artista en toda la extensión de la palabra”, subrayó.

Posterior a la etapa de la secundaria, la cual cursó en la “Carlos Marx”, en la preparatoria confiesa que vino la rebeldía a su vida adolescente, por lo que sus estudios no continuaron y optó por tener trabajos en disciplinas como la mecánica, la carpintería, la plomería y la electricidad, oficios que asegura nunca le gustaron.

Esa misma etapa sirvió para moldear su estilo, el cual no había sido definido a pesar de que ya contaba con la experiencia de más de una década en el ámbito de la risa.

“Iba a eventos donde salía todo bien, pero don José Meza me daba unas regañizas bien feas, me decía en qué fallé y me educaba, artísticamente hablando; Pepinito, al final, es una mezcla de varias personalidades, aunque creo que al final soy un payaso que quiere sacar una inteligencia que no tiene, esa sería una descripción de mi estilo”, recuerda.

También argumenta que la “lectura del público” ha sido fundamental para su éxito: “tienes que saber dónde pisas, si hay un público infantil no podemos hacer chistes en doble sentido, si estamos con adultos podemos entrar en juegos de palabras y albures.

Es fundamental leer a cada rostro que ve tu trabajo, Pepinito es un payaso muy fregón pero que sabe hasta dónde puede llegar, tampoco se trata de que el espectador se sienta ridiculizado u ofendido, así como expreso respeto por mí, así otorgo como artista el respeto por el público”.

Llenos totales en el Parque de la Paz

En cuanto a las celebraciones del “Día del Payaso” para diciembre, realizadas de manera consecutiva en Progreso desde hace 12 años, la idea surgió en medio de una plática con los entonces funcionarios Javier Couoh Jiménez y Ronald Bolívar Celis Gómez, pues esta fiesta del buen humor se hacía con éxito en varias ciudades del Estado.

La fama fue creciendo como la espuma: gracias a sus familiares y amigos se juntaban hasta 100 payasos a lo largo de una noche para llevar carcajadas al público que iba en masa a las localidades donde se llevaba a cabo esta festividad, la afluencia era tal que se necesitaba del apoyo de la policía y el cierre de calles para evitar accidentes en la vía pública.

Empresarios, políticos y la misma ciudadanía aportaba con patrocinios anualmente para apoyar a Manuel Meza y el esfuerzo que hacía para mantener el evento sin interrupción. Incluso durante unos tres años seguidos, la Caravana Navideña Coca-Cola se unía a la celebración.

Es innegable que la fama de este artista estalló a raíz de sus eventos del “Día del Payaso” y sus shows públicos en el extinto “Parque de la Paz”, pero Pepinito asegura que en un principio le daba vergüenza actuar en la vía pública.

“Todo comenzó en un viaje a Cozumel que hice para encontrarme con José Armando Dzul Herrero, el payaso ‘Camarito’, quien fue criado por mi papá y yo lo considero mi tío; él trabajaba en el parque ‘Benito Juárez’ y me invitó a formar parte, no lo pensé y con ropa prestada estaba a mis 22 años dando mi primer espectáculo en la calle”, detalló.

Esta idea la llevó a Progreso, durante la Presidencia Municipal de Reina Quintal Recio, Pepinito rememora que al principio los actos eran en el Parque de Independencia, en el corazón del primer cuadro de la ciudad.

Aunque fue en el ya desaparecido Parque de la Paz, en el Malecón Tradicional, donde se lograron llenos totales de hasta 3 mil personas; las mencionadas funciones eran en las vacaciones de la Semana Mayor y para los días de verano.

Con el objetivo de atraer más gente invitó a hacer mancuerna a sus primos, ofreciendo risas en compañía de Román Meza Ramos “Cara sucia” y Rodrigo Meza Ramos “Morronguito”.

A pesar de que no se contaba con las herramientas suficientes en redes sociales, como las transmisiones en vivo, la publicidad y las historias instantáneas, el ruido era tal que varios cómicos de la ciudad de Mérida empezaron a voltear a ver al puerto y tratar de igualar el trabajo de Pepinito, misión que nunca pudieron concretar pues el progreseño ya era colocado como el payaso número uno de Progreso y sus comisarías.

“Eran multitudes impresionantes que iban a vernos, empezábamos a las ocho y concluían los shows hasta la una de la mañana, aun en plena madrugada la gente pedía más maroma y teatro, era una locura”, indica con orgullo.

El espíritu generoso del payaso era clave para el éxito de esta iniciativa, debido a que en su mayoría, esta atracción se hacía con fines altruistas para beneficio de los progreseños que necesitaban ayuda por distintos males que les aquejaban.

Circo propio: sueño cumplido

“Todos los niños tienen un sueño, algunos quieren ser astronautas, bomberos o futbolistas, yo quería tener mi propio circo”, confiesa Manuel Meza. 

El sueño del niño que a sus escasos cinco años ya recorría la pista de baile, empezó de manera forzada cuando la Comuna lo sacó del Parque de la Paz: “Le dieron el lugar a los meridanos, tomé la iniciativa de trabajar en mi propio negocio, primero renté un terreno muy deteriorado en la calle 35 x 86 y 88, gracias a Dios volvimos a ganarnos el respeto y gusto del público que ya sabía de nosotros por nuestra labor en el Malecón”.

Con el pasar de los días Pepinito pudo comprar una carpa profesional y un remolque para llevar la magia del circo ahora a la “chopcalle” en la calle 48 de la colonia Francisco I. Madero.

“No teníamos nada al principio, rentaba una camioneta y como no había espacio para bambalinas estables, nos colocábamos del lado de la ciénaga y ahí nos cambiábamos, agradezco pasar todo eso, porque ahora con toda seguridad puedo decir que aprecio el circo que he formado, antes de la pandemia nos asentamos en todas las comisarías y tuvimos gran aceptación”, puntualiza.

Alegrías y sinsabores inevitables

Las anécdotas también forman parte de la trayectoria del artista, las alegrías y las tristezas han sido partícipes de su vida dentro del espectáculo, uno de los momentos que más recuerda se dio a inicios de su carrera, cunado fue agredido por los pequeños de un evento navideño.

“Desde en medio del show noté que había un público muy hostil; antes de irnos se acercó un niño y me pidió un juguete, pero obviamente ya no teníamos, para mi sorpresa me quitaron la nariz y luego otro infante me agarró el chaleco para arrancarme la bolsa, cuando me di cuenta tenía a más de veinte niños encima de mí. Corrí a un vehículo de redilas y me seguían persiguiendo, cuando llegó por mí la persona que se encargó de nuestro traslado, me subí y ahora a la camioneta le empezaron a pegar, fue una pena porque uno es adulto, aparte los papás presentes no hicieron nada para detener a sus hijos, que me agredieron a causa de su inocencia”, rememora.

A colación, Pepinito también recuerda que en medio de sus espectáculos se han realizado desde pedidas de mano hasta la lectura de una carta para la familia que lo contrató, en la que gracias a la voz de Meza Rodríguez se recordó a un pariente fallecido.

Sin embargo, es la demostración del amor del público lo que más le ha dado la satisfacción de realizar su trabajo, tal como ocurrió hace cerca de una década, cuando lo contrató un enorme circo para su último día en Progreso, luego de una mala racha.

“Estaba muy nervioso, en el camerino no paraba de pensar en el fracaso, por ser yo un artista local se supone que vendrían grandes entradas, aparte de que nunca antes me había presentado en un escenario así; al ver disimuladamente en bambalinas para tener registro de la gente, me enteré de que habían más de cinco mil personas esperándome. Minutos después, cuando me presentaron con música y el sonido local, las gradas de tanta presión casi se derrumbaron, tuve una sensación de miedo y felicidad, por fortuna no pasó nada, la gente se paró y dejó las butacas para no caerse. Al final salvé las ganancias de esos amigos y todos se fueron felices”, afirma orgulloso el payaso, quien también es conductor de un programa de televisión local.

Quiere dejar legado

Gracias a todos estos pasajes, Pepinito está consciente de que se le considera un icono del puerto. Su misión ahora se centra en enseñar a su pequeña hija y a quien quiera formar parte del mundo del circo.

“Quiero respeto para todos los artistas de Progreso, apuesto por ellos y desearía que la gente lo haga, detrás de cada show hay horas de ensayo; quien guste venir a verme a mi casa tiene las puertas abiertas y estoy dispuesto a enseñarles todo lo que sé. Pepinito es un payaso que deja la vida en el escenario”, finalizó.

SY