Ayer domingo, fue un día ideal para visitar la zona arqueológica de Chichén Itzá, con 26 grados centígrados alrededor de las 8:30 de la mañana, agradables si se toman en cuenta las altas temperaturas que azotan a Yucatán. Emprendimos el viaje, 114 kilómetros desde Mérida, para llegar a un sitio donde en plena pandemia cientos de personas se aglutinan a la entrada, sin sana distancia, ni una correcta toma de la temperatura y, aún más, en derredor de la pirámide de El Castillo y de los demás edificios del sitio, pulula la gente, adultos y jóvenes, sin cubrebocas.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), fue la ciudad capital más sobresaliente del área maya a finales del periodo Clásico e inicios del Postclásico, y no sólo es el lugar más visitado de la Entidad, sino del país, una de las 7 de maravillas del mundo moderno. Chichén, como se le conoce en lo coloquial, es un imán para los turistas extranjeros y, en esta reapertura en el marco de la pandemia, aún más para los visitantes nacionales y locales.
Como la mayoría de los mexicanos y yucatecos, que un domingo se trasladan a la zona arqueológica, desde Mérida viajamos por un lapso de 2 horas a la ciudad que habitaron los Itzaes, desde luego ya con el antecedente y distintos testimonios de que en el lugar hay riesgos, como de hecho se constató que los hay, porque los protocolos sanitarios que son obligatorios no se están cumpliendo.
A resumen de lo observado en un recorrido de alrededor de 2 horas y media, se puede comentar que hay aglomeraciones en la zona de ingreso, cientos de personas, de las que suman en estas fechas hasta 2 mil 500 en un domingo. No se cumple la sana distancia, el personal del INAH y del Patronato Cultur es insuficiente y el sistema de toma de temperatura no hay quien lo vigile y no abarca a toda la masa que en un momento se reúne en el sitio.
En el interior, los pasillos están llenos de ambulantes, los que a medias cumplen las medidas. Se acercan a las personas ofreciendo piedras talladas de a 10 y 20 pesos, máscaras de madera, blusas, sombreros de a 50 pesos “para las 2 horas del recorrido al aire libre”. Pero lo más significativo es la gran cantidad de personas que sin mayor problema van de un lado a otro sin usar el cubrebocas, incluidos niños y niñas.
Notable también la falta de vigilancia. En el lapso de la visita sólo se observó un par de custodios de más de 60 años, que por ser un grupo de riesgo no deberían estar trabajando, pero no hay más personal y por elección propia están laborando.
A 10:45 de la mañana, el acceso a vehículos al estacionamiento del parador turístico estaba ya cerrado y el personal del Patronato Cultur y del INAH sólo daba paso a las camionetas de agencias de viajes y excursiones que, en su mayoría, llegan de Quintana Roo y a decir de la gente, les dan preferencia.
Nos identificamos como gente de prensa, cuando un tipo con un cubrebocas con las siglas del INAH refirió que “no tenemos ninguna notificación al respecto”. Sin más discusión, dimos vuelta en el vehículo para acomodarnos en un predio habilitado como “Estacionamiento Ejidal de Pisté” y, tras pagar 60 pesos, caminar más o menos un kilómetro para llegar al acceso de la zona arqueológica.
Ya en el lugar, como parte del público que busca ingresar, se observó que en el acceso al sitio es donde se agudiza el problema pues llegan los turistas nacionales, los locales y los extranjeros. Una buena parte arriba por sus propios medios, pero frecuentemente llegan camionetas o autobuses con 20, 30 o más visitantes, la mayoría de Cancún, Tulum, u otros puntos del vecino Estado.
A discreción, uno de los guías de turistas comenta que ya hay un buen movimiento, que hay camionetas y turismo del vecino estado de Quintana Roo, y que no hay mucha verificación y que llegan, y sin más, se les da acceso, porque pues se necesita reactivar la economía.
A las 11:30 hrs., la gente formaba una larga fila para ingresar a Chichén Itzá en la zona del parador turístico, donde no está claro de quién es la responsabilidad, si del personal del INAH o del Patronato Cultur, porque en realidad sólo se observan pocos empleados.
La hora pico de los domingos se da entre 11 am y 1:00 de la tarde. La aglomeración de gente es evidente y no se cumple con la sana distancia, sin que el personal del INAH o del Patronato Cultura orienten o pongan orden. Otros tantos toman la fila, sin sana distancia e, incluso, sin cubrebocas. Son los guías de turistas los que de repente hacen la recomendación a los visitantes, ya sea de tomar cierta distancia o de que se pongan el tapabocas,
Junto con los locales y nacionales sólo mostramos la identificación, la del INE o la licencia de conducir, y el personal a cargo entrega una pequeña papeleta que se da al ingreso a la zona. Los extranjeros tienen que pasar a las cajas para pagar la cuota que en este caso es de 533 pesos. Los yucatecos se ahorran 80 pesos y los de otras entidades 237 pesos.
En el cuello de botella, la gente platica, se baja el cubrebocas por el calor, se acercan unos a otros, y no hay quien vigile, ponga orden, sancione, exhorte o imponga algún tipo de medida. El escaso personal se ve sobrepasado y a duras penas algunos entregan gel, otros reciben y rompen la papeleta y dan ingreso. Uno resguarda los torniquetes y habla por radio.
Hay sensores automáticos de temperatura instalados en la zona, pero en realidad no cubren a todos los que entran, porque algunos pasan fuera del rango de la máquina y no se detecta su presencia, según se pudo observar. No hay nadie a cargo o que vigile estos termómetros.
Ya dentro de la zona, cerca de las 11:45 de la mañana lo primero que encontramos, desde el primer paso, son artesanos, que se han multiplicado en el interior y prácticamente están en todas partes. Según información de los mismos vendedores son como 800.
La gente transita sin mayor problema por los espacios de venta y, cabe destacar que, aunque la mayoría cumple con el uso de cubrebocas y demás protocolos, unos cuantos llevan el tapabocas abajo y sólo cuando se acercan los visitantes se lo colocan de manera correcta.
Al medio día, con el sol en lo más alto, 32 grados en el termómetro y las nubes que a veces daban sombra, decenas de personas sin sana distancia observan la pirámide de El Castillo y muchos se quitan el cubrebocas para tomarse fotografías o selfies. Lo que llama la atención es que la gran mayoría no se lo vuelve a colocar y muchos pasean sin mayor problema sin la protección, incluso una buena cantidad de niños.
A estas horas no se observa personal de vigilancia o custodios y sí una gran cantidad de personas, en los 4 puntos cardinales, que caminan sin su cubrebocas, sin mayor problema, en particular los extranjeros que se sienten agobiados por el calor.
La escena es la misma, gente disfrutando de las bellezas de la zona arqueológica, el Juego de Pelota, El Castillo, el Templo de los Guerreros y otros, pero también la de muchas personas sin usar cubrebocas y otras sin utilizarlo correctamente, sin ninguna verificación de ningún tipo.
Luego de un recorrido por el sitio, aparecen por fin dos custodios del INAH, que señalan tener más de 20 años trabajando en el lugar, refieren que falta personal. En las labores de vigilancia de la zona sólo eran ellos 2, aunque comentaron que sí había otros, pero estaban más bien en labores de checar boletaje y otras cosas.
Por su avanzada edad, en algún punto los dos custodios, Felipe y Julio C., de plano se sentaron bajo un árbol a ver la gente pasar. Ahí charlaron un momento sobre la situación.
“Sí hay mucha gente que se lo quita, que no lo usa, que dicen que porque se sienten muy sofocados, pero les digo que, asi, se sienten así que se queden en su casita, porque si están acá hay que cumplir el protocolo, pero no hacen caso”, expuso Felipe.
“Como yo estoy acá en toda esa parte, cada rato peleo con ellos, les digo que hay un reglamento que obedecer. Sí hemos tenidos discusiones. Los que más se lo quitan…son todos, todos, ahora por el día de hoy porque hay mucho local, pero también el ruso, el ruso no quiere ponérselo y los europeos”, agregó.
Julio señala que las discusiones son constantes y que, de plano, si la situación sigue así lo que va pasar es que van a cerrar el sitio.
“A la gente le dices que hay riesgo y no te hace caso; la verdad sí es difícil, les pedimos que si salen seamos responsables, que se siga el protocolo; yo les digo claramente y se lo acomodan, se lo ponen, pero dan la vuelta y otra vez, que porque se sofoca y que está muy caliente, pero les decimos que son protocolos, que son reglamentos. A cada rato regaño a la gente”, reiteró Felipe. “¿Y sólo ustedes están acá, sólo ustedes dos?”.
“Sí, sólo nosotros acá. Hay algunos compañeros más, pero están dedicados a checar boletaje y otras actividades. La verdad que somos muy pocos ahorita, como 10, porque hay gente que está de descanso el día de hoy, pero sí hacen falta más, definitivamente, también por la falta de presupuesto, pero las autoridades no atienden esta parte”, agregó.
Alrededor de la una de la tarde, ya de salida, la escena es la misma en la parte de ingreso, largas filas para entrar, sin sana distancia y el poco personal sin darse abasto. Pero en la zona por la que se retira del sitio también se dan aglomeraciones, en las tienditas donde se venden alimentos e incluso en la zona de los baños.
Artesanos
Paula Pech, una de las artesanas del interior de Chichén Itzá, dijo que son como 800 vendedores los que hay y que por ahora las ventas están bajas debido a la afluencia que es baja, a excepción de los domingos que acude un buen número de gente, aunque no se compara con los tiempos normales.
Dijo, sin embargo, que no todos los visitantes se cuidan y que es un hecho de que hay muchos, sobre todo los extranjeros, que se niegan a usar el cubrebocas y sin que haya alguna consecuencia.
“Acá todos nos tenemos que cuidar y en nuestro caso tuvimos una junta de todos los protocolos. Tenemos gel y usamos cubrebocas, pero, en su mayoría, los europeos no quieren usarlo. Con los nacionales no hay tanto problema, pero los extranjeros creo que son los que se niegan y eso sí es un riesgo”, comentó la artesana.
Aseguró que hasta ahora ningún artesano se ha contagiado de COVID-19, pero expuso que sí se sabe que personal del INAH o de Cultur, de los que están en la entrada, les ha dado el coronavirus.
Recomendación ignorada
Sobre el tema, el secretario general del Sindicato Nacional Democrático de Trabajadores de la Secretaría de la Cultura Sección Yucatán, Daniel Vega Zepeda, recordó que la delegación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Yucatán recibió una recomendación de oficinas centrales para no abrir los días domingo, para evitar la aglutinación de gente en los accesos, pero la dependencia se negó a tomar en cuenta la recomendación.
La Coordinación Nacional de Arqueología emitió un exhorto al Centro INAH Yucatán, pero el delegado, Eduardo López Calzada dijo, “no lo consideró viable”. Desde entonces, se han hecho algunas adecuaciones y hubo cierta mejoría, pero dijo que no ha sido suficiente y que, en particular, el problema se da en la zona de acceso del parador turístico.
“Lo que se hizo es que el INAH se reunió con el Gobierno del Estado y se exhortó a que se ponga más personal donde hay el cuello de botella, que es en el parador turístico por las taquillas, por el doble cobro”, dijo.
“La Coordinación Nacional de Arqueología hizo una invitación al delegado, una sugerencia, a Eduardo López Calzada, que se cerrara los días domingo y no prosperó y sólo se habilitó una taquilla contigua para los visitantes nacionales”, agregó.
Sin embargo, apuntó que, aunque sí hay cierta mejoría a lo que se estaba dando a finales de año, “sería una mentira decir que el problema está resuelto”.
Explicó que el número máximo que puede entrar al lugar es de 3 mil personas, pero no se ha alcanzado éste, sino que se ha mantenido, a lo sumo, en 2 mil o 2 mil 500, y van saliendo unos y entran otros.
Pero en tiempos normales, dijo, no habría mayor problema, pero ahora con la pandemia el tema son las aglomeraciones que se están dando al ingresar al sitio.
Cifras
De acuerdo con el Sistema Institucional Estadísticas de Visitantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en enero visitaron Chichén Itzá un total de 79 mil 558 personas. La mayoría de los visitantes fueron nacionales, un total de 47 mil 707 y el resto son extranjeros, 31 mil 851.
Cerró 2020 con un total de 823 mil 795 visitas. Sin embargo, fue un año marcado por la pandemia y la zona estuvo cerrada por un lapso de 6 meses. En 2019 visitaron el lugar millón 923 mil 825 personas.
SY