Se está cumpliendo un año sin vaquerías presenciales en todo Yucatán, sin bailes tradiciones en los corredores de los palacios municipales, desde que, en marzo del 2020, previniendo los males que se veían asomar, la autoridad gubernamental suspendió todas las actividades de recreación, comercio y religiosas, lo cual repercutió también en las costumbres yucatecas.
Ahora sólo en el recuerdo quedan las tardes y noches en las cuales los jaraneros se alistaban para salir a bailar en las vaquerías de sus pueblos, presurosos a compartir la sana alegría del inicio de la fiesta tradicional de tal o cual comunidad.
Las últimas vaquerías se realizaron en honor de San José en Tzal y Holcá, y la última celebración y oficios religiosos fueron en la festividad de San José. Algo se estaba marcando, pues en diciembre del año pasado comenzó el año en su honor, al cual pidieron protección en la pandemia.
Las fiestas de gran arraigo vinieron a suspenderse y el miedo bien fundado se apoderó de todos. Chumayel y Teabo anunciaron la cancelación de sus vaquerías, enseguida Dzoncauich, Teya, Tepakán, Yaxcabá y Muxupip, la villa de Baca, y luego paulatinamente todos los municipios dieron igual suspensión.
Los pueblos del Sur, del Oriente, del Norte y del Este se vieron sin efectuar sus rumbosas vaquerías. Todo fue lamentación y tristeza, sumándose al miedo a la enfermedad.
Pero el pueblo yucateco, ese pueblo firme y valiente no se deja vencer por nada y Chumayel dio cátedra en este asunto. En familia, desde la privacidad de la casa doméstica, se bailó la cabeza de cochino, tal y como marca la centenaria tradición, y más aún para cumplir la promesa con su milagroso Señor. Por las redes sociales se evidenció cómo los niños, los jóvenes, los adultos y hasta nuestros venerables ancianos y ancianas, vestidas de mestizas, bailaron la jarana yucateca que se escuchaba desde las bocinas de la sala y en los corredores.
Otros pueblos hicieron lo mismo, en la casa frente a un altar adornado con la imagen del patrono o de la Virgen se bailó la jarana en las noches que debió ocurrir la tradicional vaquería. Algunos directores de cultura en los municipios transmitieron la vaquería regional con videos de jaraneros destacados de otros pueblos, grabados exclusivamente para esos eventos.
Cuando los meses pasaron, algunos Ayuntamientos municipales como Sucilá, Dzitás, Kantunil, Temax, Peto, Tekal de Venegas o Tizimín, sacaron sus imágenes patronales a la puerta de sus templos y un selecto grupo de jaraneros bailó en su honor. Otros pueblos como Izamal y Hunucmá llevaron sus charangas y orquestas a las puertas de los templos para que interpretaran jaranas.
Las orquestas jaraneras comenzaron a hacer sus vaquerías en línea. La primera que puso el ejemplo fue la Orquesta Noh Beh del maestro Alexis Pérez Valdez. Y cuando los permisos se hicieron para reuniones pequeñas, la Orquesta de Víctor Soberanis realizó varias vaquerías particulares en espacios abiertos de Maní y Mérida.
Aparecieron como complemento del ajuar de la mestiza y del mestizo los cubrebocas bordados de xocbichuy, o sea hilo contado, de flores matizadas o jaraneros. En tanto que los hombres portan el llamado “guaya-bocas”, o de tela de pañuelos rojos, también bordados de flores o toritos, según sea el gusto.
Ojalá que de nuevo regrese esa anhelada dicha, que hace sentir pleno al alma de jaranero y de la linda mestiza yucateca, lo mismo del abuelito feliz que con esfuerzo renueva sus decaídas fuerzas al bailar una jarana con una joven moza. Algún día volverán a resonar los “Aires del Mayab”, algún día la angaripola sonará alegre por las calles de nuestros pueblos.
SY