Yucatán

Fermín Sosa Rodríguez, de licenciado a Nuncio Apostólico del papa Francisco

El yucateco Fermín Sosa Rodríguez fue designado por el papa Francisco como Nuncio Apostólico, en Papúa, Nueva Guinea
El matrimonio Sosa Rodríguez conocieron a dos Papas / Uriel Fernández

José Alfonso Sosa López contó que nunca se imaginó que uno de sus hijos llegaría a ordenarse sacerdote. Por eso, cuando recibió la noticia de que Fermín se iba al seminario, en principio quedó asombrado. Sin embargo, tanto él como su esposa, Norma Rodríguez Sánchez, aceptaron su decisión y se comprometieron a brindarle todo su apoyo, porque al final entendieron que, en lugar de perder a un hijo, ganaron el aprecio de muchas personas que hoy con cariño le dicen “Padre” a su vástago.

En entrevista con POR ESTO!, el ingeniero Sosa López relató que él de niño fue monaguillo en la iglesia de María Inmaculada, del convento de San Antonio de Padua, en su natal Izamal.

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“Eran tantas las horas que pasaba en ese lugar, que incluso llegué a dormir en los pasillos”, recordó.

En una de esas ocasiones, contó, uno de los sacerdotes franciscanos lo invitó a ingresar al seminario, pero su respuesta fue la siguiente: “Sí voy, siempre y cuando me hagan arzobispo”. Obviamente nunca más volvió a tocar el tema.

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“Finalmente, terminé por inclinarme por la carrera de ingeniero civil. Me casé y tuve cinco hijos. Pero jamás pensé que uno de ellos se convirtiera en un sacerdote, y mucho menos que alcanzara tal jerarquía: ser designado Nuncio Apostólico, en Papúa, Nueva Guinea”, manifestó.

Como hemos informado anteriormente, el próximo 19 de junio, monseñor Fermín Sosa Rodríguez será ordenado en la parroquia de Nuestra Señora Inmaculada Concepción, del convento de San Antonio Padua, en Izamal.

El exsubsecretario de Educación del Gobierno del Estado, durante la administración del Ing. Federico Granja Ricalde, recordó que, cuando su hijo Fermín le dijo que iba a ingresar al seminario, fue algo difícil de entender.

Sin embargo, tanto él como su esposa comprendieron que esa era la voluntad su hijo, por lo que finalmente decidieron apoyarlo como siguen haciendo hasta la fecha.

Relataron que, al terminar su secundaria en la Escuela Técnica Industrial 102, Fermín Sosa continuó sus estudios en la Mountain High School, en Utah, Estados Unidos.

“Allá, vivió tres años en casa de un obispo de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, quien, por muchos años, vivió a lado de nuestra casa en Mérida”, dijo.

Sosa López relató que esa familia, al igual que la suya, estaba conformada por cinco hijos, cuatro niños y una niña, por lo que tanto ellos como sus hijos crecieron como hermanos. Por consiguiente, cuando Fermín se fue a estudiar al vecino país del Norte, lo recibieron con mucho cariño.

“La amistad perduró, al grado de que cada vez que tenía vacaciones, cuando estudiaba en el Vaticano o como Misionero en África, lo primero que hacía era visitar a la familia del Obispo Martínez, donde se quedaba dos o tres días para luego viajar a Mérida”, recordó.

El padre de monseñor Fermín Sosa relató que su hijo aún se reúne con integrantes de los grupos apostólicos a los que perteneció, primero como alumno y luego como coordinador de los mismos, en la iglesia de María Inmaculada del fraccionamiento Campestre. Consideró que en esos espacios  fue donde su hijo descubrió su vocación por ser sacerdote.

Asimismo, manifestó que la relación que mantenía el futuro nuncio con tres de las primas de su mamá, que son religiosas de la congregación Hermanas de la Cruz, y dos sobrinas, influyó también en su deseo por la vida consagrada.

“Una de ellas acaba de fallecer. Estaba en la escuela Genaro Rodríguez, de la congregación María Inmaculada de Guadalupe, y otra de sus primas pertenece a la congregación del Verbo encarnado, en la Ciudad de México. Así como otro de sus familiares, el padre Genaro Rodríguez Colomé, también pudieron haber influido en su decisión de ser sacerdote”, recordó.

Continuando con las vivencias de su hijo Fermín, el matrimonio Sosa Rodríguez rememoró que a su regreso de Utah, éste no pudo ingresar al Instituto Tecnológico de Mérida debido a que tuvo que revalidar su tercer grado de preparatoria en el colegio “Salvador Alvarado”. Luego de esto, sólo estudiaría en el ITM durante un año, en la licenciatura de Administración de Empresas.

Fue entonces cuando, la noche del 2 de septiembre de 1991, llegó a la casa y les dijo que iba a ir al seminario. Al día siguiente, a las 7:00 horas, bajó con sus maletas y pidió que lo llevaran al seminario de San Idelfonso, donde se despidieron y le dieron su bendición, no sin antes reiterarle que, por cualquier cosa que necesitara, podría recurrir a ellos.

“Así es hasta hoy en día”, rememoró Sosa López.

Contadas visitas

En ese tenor, contó que, durante el curso introductorio, su hijo podía regresar cada semana a casa. Sin embargo, cuando empezó el primer grado de filosofía y teología, lo enviaron a los pueblos, donde realizaba labor social y evangélica, en la cual repartía ropa que le daban sus familiares y amigos.

“Fue hasta que el arzobispo Emérito, Emilio Carlos Berlie Belaunzaran, lo invitó a irse a estudiar a la Academia Pontificia Eclesiástica, en Roma. Ahí sólo daban la comida y alojamiento, por lo que había que apoyarlo con los gastos en libros, ropa, transporte y en todo lo que se pudiera”, explicó.

“Fue algo difícil de comprender, dado que ir a estudiar al Vaticano, sería dejarlo de ver, por mucho tiempo. Sin embargo, de nueva cuenta y con gran aflicción, volvimos a darle la bendición y le reiteramos nuestro apoyo incondicional. Incluso hablamos con monseñor Emilio Carlos, quien nos explicó que a esa escuela asistían los futuros diplomáticos del mundo, pero que cuando él concluyera con sus estudios, él debería ir a donde lo mande el Papa”, contó.

José Alfonso Sosa recordó que, cuando su hijo se fue a Roma, él no sabía hablar italiano, al menos, no tan fluido como lo hace ahora, y sólo dominaba bien el inglés.

Señaló que fue hasta dos años después que ellos fueron por primera vez a visitar a su hijo y se quedaron un mes con él. Tras esto, visitaron otros lugares de Europa.

Conocieron a dos Papas

“Así lo hicimos en dos o tres ocasiones más, ya que sólo los boletos costaban más de mil dólares, pero valió la pena, porque en 2000 tuvimos la oportunidad de visitar al Papa Juan Pablo II en la residencia de Castel Gandolfo. En esa ocasión, nuestro hijo fungió como co-celebrante”, manifestó.

Asimismo, destacó que también han visitado en tres ocasiones al actual jerarca de la Iglesia católica, el Papa Francisco.

Por otro lado, explicó en vacaciones, su hijo visitaba la ciudad de Mérida y pasaba una o dos semanas. Sin embargo, cuando monseñor Fermín Sosa estuvo en Papúa Nueva Guinea y seis meses en Costa de Marfíl, en África, les resultó imposible ir a visitarlo.

Comentó que, en ambos países, es muy apreciado, que incluso una tribu lo invistieron especialmente en el marco de un homenaje.

Sobre su infancia, sus padres comentaron que monseñor Fermín Sosa era un niño tranquilo, comparado con sus otros tres hermanos y que desde pequeño fue muy estudioso, obteniendo buenas calificaciones.

También, mencionó Sosa López, al año de fallecer su hijo Alfonso, el Papa Juan Pablo II llegó a Mérida. En ese entonces, la gobernadora Dulce María Sauri Riancho le pidió a él que se encargara de la organización para la visita del Sumo Pontífice a Izamal.

“Ahí se efectuó un encuentro con las etnias de todo el continente americano, lo cual fue una gran experiencia para mí”, finalizó el veterano ingeniero.

Por último, José Alfonso Sosa López explicó que por la pandemia del COVID 19, sólo podrán asistir menos de 600 personas a la ceremonia de ordenación de su hijo como nuncio apostólico el próximo 19 de junio, en Izamal.

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GH