Sus inmensas fauces llenas de dientes y su temible aspecto dotan al cocodrilo de fama de ser un depredador implacable. Su aspecto vetusto es un recuerdo de épocas arcaicas: fue contemporáneo de los dinosaurios pero, a diferencia de estos gigantes, sobrevivió a la extinción masiva de un meteorito que ocurrió hace 66 millones de años.
Actualmente es una especie vulnerable en nuestro país ante la destrucción de su hábitat —humedales, pantanos y cuerpos de agua dulce —, la caza y captura por parte del ser humano.
Antiguamente era venerado y fue representado en varias zonas arqueológicas de la Península de Yucatán, su importancia en el imaginario de los mayas radica en su relación con el Dios Itzam Kaab Áayin, el Lagarto Cocodrilo de la Tierra, y Dios supremo vinculado con la fertilidad y símbolo de la vida que resurge de la tierra.
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JG