Lidia Jiménez Lara es de Tabasco, de 55 años de edad, tiene una pequeña tienda en Pueblo Unido. Apenas se puede divisar su silueta detrás de la rejilla de alambre que tiene instalada al frente de su negocio para protegerla de los ladrones.
Vende latería, huevos, leche, refrescos… lo más indispensable. Desde hace mes y medio se instaló en esta zona de invasión, que en el mapa aparece como “Emiliano Zapata Sur III”, una franja de pobreza donde habitan alrededor de 600 familias que no pagan energía eléctrica ni agua potable, y donde algunas viviendas de cartón y lonas hasta tienen Internet.
En este cinturón de pobreza urbana, los negocios se dan de manera informal. Por lo menos cuatro familias tienen Internet. Por bajarlo pagan 500 pesos y otros 300 cada mes y se puede compartir con otras familias de manera gratuita o pagando 100 pesos.
“No salgo mucho, hay que cuidar el negocio. Ya ve usted, es de láminas y lonas. No pago luz ni agua. Estoy bien”, dijo Lidia, quien junto con su esposo salió de Tabasco hace 30 años porque “allá no hay trabajo y la situación es difícil”. Mediante el programa “Compartamos”, logró un crédito de 2,000 pesos, de los cuales 1,500 utilizó para montar su changarro.
La invasión funciona como un fraccionamiento. Está dividido en cinco áreas: El Platanal, Las Fuentes, Tamarindos, Las Palmas y Pueblo Unido. Tienen calles y lotes tradicionales de 8x20. La agrupación “Antorcha Campesina” los asesora.
La lideresa de la sección Pueblo Unido, Los Tamarindos y el Platanal, María Acosta Cen, ocupa el lote No. 1. Es una de las pocas que tiene Internet. Su hijo Miguel, de 15 años, vende periódicos y recientemente reunió el dinero para comprarse un teléfono celular, y por eso contrató ese servicio.
“Estamos dispuestos a pagar 600 pesos mensuales por el lote. Es más, yo pagué 800 pesos mensuales por la renta de un cuarto durante varios años en la colonia Ávila Camacho. Así que la gente de la invasión quiere pagar, pero no encontramos la forma de que los presuntos dueños se sienten a negociar con nosotros. Ni el Gobierno nos apoya para que eso suceda”, dijo María.
La zona de invasión es un terreno irregular que perteneció a la COUSEY (hoy IVEY) y que el 28 de diciembre de 2006, el Gobierno estatal vendió a Pedro Mukul Ucán, un ejidatario.
En el documento al que tuvo acceso POR ESTO! no se menciona la cantidad que pagó por el terreno, pero fue oficializado ante el Notario Público No. 28, Carlos Gamboa. El 15 de diciembre de 2020, ante el notario No. 24, Carlos Calero Rosado, se hizo el protocolo para dividir el predio y ponerlo a nombre de dos mujeres: Gabriela Guadalupe Franco Mukul y Francisca del Carmen Franco Mukul.
Acosta Cen vende panuchos y salbutes los sábados y domingos, y con ello puede mantener a su familia y hasta alcanzaría para pagar el lote. “No queremos que nos regalen el terreno, sino que las dueñas lo vendan a precio justo”.
Les ha llegado la versión de que las dueñas quieren vender todo el terreno por 3 millones de pesos, pero no hay nada concreto.
En la invasión, la mayoría de los niños no van a la escuela. Andy, Didier y Pancho, hijos de Jesica Domínguez Acosta, recolectan envases pet para vender y con ello “ganan su dinerito”. Son tres niños de 12, 10 y 8 años, respectivamente, que son bien populares en la comunidad. “Son niños trabajadores, les gusta ganarse su dinero”, dijo su madre.
Gabriela Cuxim Leal, otra de las lideresas, la de Las Palmas, mencionó que en su división hay 29 familias y que todos se cuidan y se apoyan. Es más, en la invasión hay una iglesia adventista que funciona en uno de los lotes.
Cerca de allá, en la calle 90 con 171-C, en el anexo de una capilla, funciona una improvisada escuela a cargo de dos maestras de la Universidad Marista. Ellas otorgan asesoría gratuita a los niños de la invasión que tienen edad para la primaria. En total apoyan a 70 menores en dos turnos. En una de las bardas de la escuela hay una lona con la leyenda: “Haced todo con amor, nada a la fuerza”.
Cuando uno recorre la zona ocupada, puede encontrar cuatro tiendas y sitios donde venden frutas y verduras, unos hasta lavan autos de los vecinos. Aparentemente, todos se apoyan de alguna manera. Incluso cuando hay un nuevo ocupante los vecinos apoyan en la instalación de las láminas de cartón y las lonas para hacer más habitable el lote.
Diversas organizaciones civiles hacen donaciones. Por ejemplo, Pueblo Unido recibió de una “asociación gringa”, que encabeza una persona llamada Pepe, una dotación de huevos que distribuyeron entre las 600 familias. También han recibieron naranja dulce y cobertores que les entregaron a las familias con niños pequeños.
“Aquí el frío pega un poco más, pero los niños duermen envueltos en cobertores”, dijo Acosta Cen.
En la invasión “Emiliano Zapata Sur III” hay de todo, menos certeza jurídica de la propiedad, por eso nadie se atreve a construir una casa firme porque en cualquier momento la pueden perder.
Ahí, la gente camina entre el polvo o lodo y vive en condiciones difíciles, con la esperanza de que algún día puedan tener en sus manos un documento que les permita dormir con tranquilidad.
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JG