La obra fue construida en la época colonial por el arquitecto Manuel Amábilis Domínguez, en un estilo con fuerte influencia parisina.
En sus detalles arquitectónicos resaltan las claves de dinteles y el remate central, el edifico de amplios salones, remembranzas medievales y coronado en sus costados por dos figuras femeninas talladas en piedra que flanquean al escudo nacional y un par de cuernos que reflejan la abundancia.
A partir del momento en el que la construcción fue finalizada al día de hoy se ha convertido en una especie de cronista en la historia de la ciudad.
En un principio su única función era ser el alojamiento de los obispos de Yucatán, por lo que su nombre original era Palacio del Arzobispado o Palacio Episcopal.
Además, en esa época la construcción, que ocupa casi una manzana completa, estaba casi unida a la Catedral San Ildefonso por medio de dos capillas que hoy ya desaparecieron.
El edificio ha mantenido toda su estructura sin que se le hayan hecho más que las modificaciones internas necesarias para mantenerla. Se le incluyó una entrada extra en el costado Este, que a la fecha muchos meridanos ignoran.
Se le llama una cronista de la capital por la cantidad de hechos de los que sería testigo, fue sede de obispos, vecino de la Catedral invadida, quemada y lograron rescatarla, sirvió como recinto de militares, testigo de mítines políticos, fuegos artificiales, ventas ambulantes, protestas, calesas, mendigos y probablemente muchas cosas más, para convertirse finalmente en lo que es hoy: en museo.
Por ello, es que se considera al Ateneo Peninsular como el edificio más representativo de la capital.
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ASC