El inventor yucateco Rogelio Pérez Monsreal consideró que los niveles de contaminación del manto freático pueden reducirse si las descargas de aguas en los hogares y en las fábricas, incluso en las granjas porcinas, se hacen en un biodigestor de tercera generación, que tiene un nivel de eficiencia del 92%, en vez de utilizar plantas de tratamiento, que son rebasadas por los niveles picos de desechos y aguas negras.
El biodigestor que hoy día venden casas comerciales de Yucatán y del país salió de sus ideas como ingeniero químico y como empleado de la Junta de Agua Potable y Alcantarillado de Yucatán ( JAPAY) en 1998, al ver la necesidad de que haya un medio funcional, sustentable y económico para alojar las aguas negras de las casas de las familias de escasos recursos y que se rige bajo el principio funcional del estómago.
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Dijo que así como el estómago se deshace de los alimentos y saca todo el provecho de la ingesta, así el biodigestor se alimenta de los desechos y los convierte en un lodo que se utiliza como abono, que supera la eficiencia de una fosa séptica, que es del 25 al 30% y que incluso es mucho mejor que las plantas de “tratamiento” que utilizan las granjas porcícolas, que en Yucatán se han convertido en factor de contaminación del manto freático.
El ingeniero señaló que estas granjas de cerdos utilizan plantas con estándares y niveles de descarga, pero en las horas pico los desechos llegan a ser hasta el 33% de la capacidad total, y lo peor es que este fenómeno se repite hasta tres veces por día, lo que hace ineficiente el “tratamiento”, generando contaminación que llega hasta la primera y segunda capa de agua.
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POR ESTO! ha dado a conocer que las megagranjas, filiales de Kekén, están generando altos niveles de contaminación al agua, dañando la salud de las familias y también afectaciones a la producción agrícola. De hecho, recientemente un juez ratificó el cierre de la planta de Homún, y aún está vigente la pelea legal para cerrar la de Sitilpech, en Izamal, y una tercera que opera entre Kinchil y Celestún, ésta última daña el mangle rojo y el nivel de contaminación alcanza hasta las aguas de la ría de ese importante puerto pesquero y de recreo.
Pérez Monsreal, ahora de 67 años de edad, se graduó como ingeniero químico a los 22 años, trabajó en la Japay 11 años e hizo su primer invento en 1981, a las 26 años, que consistió en el dosificar de fluidos para clorar agua en las comunidades que carecen de energía eléctrica.
En 1985, inventó el recipiente de presión para ahorrar agua del inodoro y en 1998 el biodigestor que tiene funciones diversas formas para tratar aguas negras, ya sea en el hogar, en fábricas y hasta para granjas porcinas, dependiendo de la cantidad de artefactos y el volumen que tengan, pues estos modernos “estómagos” tienen capacidad de 600, 900 y hasta mil 300 litros, y está en proyecto otros de mil 500, de 3 mil, otro de 7 mil y el mayor de 12 mil litros.
Su invento lo utiliza incluso el Gobierno como solución para las viviendas del interior del Estado, donde carecen de baños, y con ello se evitan las fosas sépticas que vierten los desechos orgánicos a un estanque con un pozo.
En el 2001 hizo los primeros 500 biodigestores que hoy día son famosos porque los distribuyen y venden dos tienes comerciales muy conocidas, pero a partir de su ingenio, en el 2003 lo invitan a congresos en municipios de diversas partes del país, incluso se convierte en asesor del Organismo Panamericano de la Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Además, su dosificador de fluidos permite mejorar la calidad de coloración del agua potable, porque suministra la cantidad adecuada del material y su invento del recipiente de presión para ahorrar agua funciona a base del principio de acumulación de presión pico para luego liberarla y dejar caer el agua en el “sifón” de tal manera que con poca agua se puede limpiar bien la taza del baño y enviar los desechos sin ningún problema.
En cuanto a los biodigestores, comentó que ocupar un espacio para resolver el problema grave de la contaminación del manto freático y también tiene mayor facilidad para su limpieza, pues se entierra a un nivel de declive de la salida de la tubería, funciona a una temperatura estable y deja en el fondo cónico un residuo que se expulsa con sólo abrir una llave cada dos o tres años.
Dijo que varios compañeros suyos que estudian la contaminación del agua han llegado a afirmar que el 90% está contaminada, pero esto tiene que revisarse con una metodología y de manera científica para conocer los porcentajes que, por obvias razones, son distintas en cada región.
No es lo mismo la contaminación del agua en las ciudades que en el campo, depende de varios factores y ante eso los estudios deben ser precisos, pero de que está contaminada, de eso no cabe duda, afirmó.
También mencionó que hay varias cosas que deben mejorarse en las zonas urbanas, como evitar la instalación de más drenajes, porque las tuberías se convierten en nidos de ratas y alimañas.
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ASC