Yucatán

Comunidades mayas de la Península de Yucatán y Greenpeace "cierran filas" contra granjas porcícolas

Organizaciones como Greenpeace, Indignación y Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes, se sumaron para evitar que las granjas porcícolas sigan operando en la Península de Yucatán
Los colectivos duraron más de 12 horas en la reunión con la presencia de Greenpeace; señalaron que urge regular a las empresas que destruyen los bienes comunes / Pavel Jurado

Ante la imposición de granjas porcícolas y la contaminación de aguas y tierras, entre otras vejaciones, los mayas de la Península de Yucatán elaboraron un documento en el que expresaron su posicionamiento: “No aceptamos la continua violación de nuestros derechos humanos al agua; al medio ambiente; a la tierra y el territorio; a nuestra libre determinación y autonomía”.

En un documento de cinco hojas que firmaron representantes mayas de diferentes comunidades de Yucatán, respaldados por organizaciones civiles, advirtieron que el desarrollo en sus comunidades “no será, si no es comunitario y consensuado con los habitantes del territorio”. Además, refrendaron la unión de los pueblos mayas contra los grandes intereses que hoy devastan la Península de Yucatán.

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“De otra manera es extractivismo. Exigimos un alto a la devastación del territorio maya, por el buen vivir y la biodiversidad de la Península de Yucatán”, resonó la voz del pueblo maya en el foro realizado en el Hotel Los Aluxes de esta ciudad ante la presencia de Greenpeace, Indignación y el Colectivo de Comunidades Mayasde los Chenes.

Fueron 12 horas sentados a la mesa, en tres grupos diferentes, donde el agua fue tema central; “porque es alimento y también es parte esencial de todo en la cultura y cosmogonía de lo maya; el agua para la vida y el sacrificio, el agua para la cosecha y para el sosiego”, señaló con profunda y lúcida voz Leidy Chan, líder del colectivo.

La respaldaron los líderes de Homún y Sitilpech, quienes han visto amenazadas sus comunidades por la contaminación que generan las plantas de Kekén; aseguraron que “no hay vuelta atrás” con esas empresas: “son bienvenidos los que respetan nuestra palabra, nuestro proyecto, nuestra raíz, porque, si no es así, no los queremos en casa; su voz es importante, pero la nuestra manda”.

Se habló de la naturaleza, de diversidad, de nuevas tecnologías y de tradiciones, de concebir un diálogo abierto y se marcaron límites para entender lo permitido y lo que no es tema a negociar con nadie; “no estamos en la mesa buscando nuevos brillos, que siempre resultan trucos desde la visión sistémica para intentar apropiarse de lo que no les pertenece; sino para que todos lo sepan, lo entiendan y conozcan la elección de quiénes mandan en casa propia y reciben a cualquiera que no pretenda tomar su casa para robarle la raíz primigenia”.

Reconocieron que la Península de Yucatán enfrenta una grave crisis ambiental generada por megaproyectos extractivistas, por lo que “el día de hoy, estas comunidades nos unimos de forma colectiva y juntas buscamos preservar nuestros territorios y recursos naturales en uno de los sitios prioritarios para la biodiversidad de México, con un patrimonio biocultural inigualable”.

Por eso, rechazaron el concepto del desarrollo impuesto y construido sobre un racismo estructural y sistémico; hablaron de que se deben garantizar las condiciones que respeten sus modos de vida y que cubran los servicios básicos en las comunidades, que las comunidades deben estar al centro de la lucha y que los pueblos organizados decidan cómo manejar y aprovechar sus bienes naturales y el futuro que quieren.

Además, puntualizaron que se rigen por la autogestión y la autodeterminación de los pueblos; exigieron al estado el cumplimiento de sus obligaciones.

Sobre la devastación de sus aguas y tierras, remarcaron que urge terminar con la colusión entre gobiernos y empresas y regular a las industrias que se benefician destruyendo los bienes comunes, así como a las inmobiliarias que se aprovechan de la corrupción para crecer, entre otras demandas.

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JG