La población femenina se ha posicionado en el mercado laboral de Yucatán, al grado de ser una de las tres entidades del país con mayor proporción de mujeres en la Población Económicamente Activa, incluso por encima de la fuerza laboral masculina, revela un estudio del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
A nivel nacional, este impulso de las yucatecas ha colocado al estado como el tercero con mayor crecimiento en cuanto a la presencia de mujeres en la economía, tan sólo superado por Baja California Sur y Colima, en los últimos 17 años (2005-2022).
Sin embargo, las mujeres aún enfrentan peores condiciones laborales en comparación con sus pares hombres, como salarios más bajos y la marginación de cargos importantes.
Donde se ha notado más este crecimiento es en los servicios de salud: casi 7 de cada 10 trabajadores son mujeres; pero su salario mensual promedio es 14 por ciento menor al registrado para los hombres.
El IMCO reveló que del segundo trimestre de 2005 y al mismo periodo de 2022, la proporción de las mujeres económicamente activas aumentó en el país 4.6 puntos porcentuales, mientras que la de hombres cayó en 3.3 puntos. Sin embargo, éstos mantienen mayor representatividad en el mercado laboral de todo el país.
Pero Yucatán es una de las excepciones, junto con Baja California Sur y Colima son los estados donde hay una mayor proporción de mujeres trabajando. En Baja California Sur la tasa de participación laboral femenina aumentó 14 puntos porcentuales en ese lapso, para alcanzar el 56.6 del mercado laboral; en Colima, el aumento fue de 6.5 puntos porcentuales para llegar al 54.7%, y en Yucatán de 6.7 puntos porcentuales, para alcanzar el 52.8% de la PEA.
El estudio revela que los sectores donde las mujeres aportan más de la mitad de la mano de obra son: salud, educación, hospedaje, preparación de alimentos y comercio al por menor. Además, representaron entre 36 y 49 por ciento de la población ocupada en servicios financieros, corporativos, servicios profesionales, actividades gubernamentales, manufacturas, servicios inmobiliarios, información en medios masivos y apoyo a los negocios.
En donde su participación es menor es en esparcimiento, comercio al por mayor, generación y distribución de electricidad, gas y agua; actividades agropecuarias; minería; transportes; correos y almacenamiento, y la construcción, donde las mujeres representaron menos del 30 por ciento de la población ocupada.
Sin embargo, la mayor presencia femenina no garantiza mejores condiciones laborales en comparación con sus pares hombres. Incluso, en las actividades gubernamentales o los servicios profesionales (donde más de 40 por ciento de los trabajadores son mujeres) la diferencia en ingresos es de menos de 10 por ciento.
En el sector de comercio al por menor, el ingreso promedio mensual de las mujeres es 23 por ciento inferior al de los hombres, y en salud, donde casi 7 de cada 10 trabajadores son mujeres, el salario mensual promedio es 14 por ciento menor al registrado para los hombres.
El antropólogo Jorge Pacheco Castro aseguró que la tendencia actual es favorable en el ámbito laboral para las mujeres, pero que todavía resta mucho por hacer.
“La brecha sigue existiendo, pero se ha reducido y podemos ver un mejoramiento en cuanto a oportunidades y prestaciones”, indicó el especialista del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY).
“Los puestos de franquicias de tiendas de autoservicio ofrecen sueldos iguales”, expuso al señalar que antes se les ofrecía un salario menor a las empleadas, sobre todo si no contaban con ciertos grados de estudios.
El aporte económico de la mujer y la lucha por equidad no es nuevo en la Entidad; las crisis henequeneras fueron un motivador para que buscaran empleos en el siglo XX. “La mujer campesina rompió con el molde y salió a trabajar en el medio urbano”, apuntó. “Ellas sacaron la casta”.
Desde entonces, “han escalado y obtenido mayores accesos a la educación”. Esto, derivado de un cambio cultural. Y no sólo fueron ellas, pues “lo que ganaban haciendo servicio doméstico lo invertían en las escuelas de sus hijos”.
La modernización en la forma de pensar de las familias, que dejaron de privilegiar a los varones en cuanto a los estudios, propició un mayor acceso a la educación para todos en la década de los 70, especialmente en la clase obrera y en las zonas rurales, señaló Pacheco Castro.
“Con ese cambio sociocultural y económico, las mujeres comenzaron a entrar más en el mercado laboral”, indicó. “Se comenzaron a visionar como profesionistas”.
“Ahora ya tienen una preparación que les permite desempeñarse en diferentes puestos. Ya es común ver ingenieras, que antes era una actividad propia de varones”, comentó, al resaltar la proyección que se han ganado en los 22 años del Siglo XXI.
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JG