El mercado municipal de Santiago revive los domingos, cuando no solo los santiagueros van a desayunar los platos típicos y de mariscos, sino que vecinos de otras colonias buscan esos sabores tradicionales y ese ambiente que aún conserva.
Locatarios del lugar señalaron que durante la semana es poco el movimiento, pero los fines de semana se incrementa, acuden quienes van a comprar las verduras y carnes de la semana y quienes van a comerse un rico mondongo, salbutes, panuchos o tacos de mariscos, que se han vuelto tradicionales.
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El movimiento se incrementa después de misa, cuando la gente hace una breve pausa como parte de su jornada dominical.
El área donde venden carnes permanece con al menos cinco comerciantes que venden cerdo y res, todo lo demás está vacío, a diferencia de otros mercados donde está es una de las áreas con mayor demanda después de los puestos de comida.
En este mercado los puestos son tradicionalmente de frutas y verduras, en su mayoría de temporada que ellos mismos cosechan, ahora se pueden encontrar papayas, pitahaya, nance, naranjas dulces y agrias, mandarinas; también hay dulces, que son los que más se venden para los altares de Hanal Pixán, también hay calabazas de la región e italianas.
Lo que más les gusta a los meridanos visitantes es que pueden encontrar todo lo necesario para sus platillos, ya que además de ser más económico tienen a su alcance variedad de condimentos, en este sitio se surten incluso algunos comercios.
No pueden faltar las artesanías que decoran el lugar con tonos de tradición, con guayaberas, sombreros, vestidos bordados, canastas, bolsos, entre otros, la mayoría de los artesanos son adultos mayores y en ocasiones se observa a nuevas generaciones.
Pero, lamentaron que poco a poco van quedando vacíos los puestos en el mercado. Doña Rebeca, quien acudió a hacer “su compra de la semana”, recordó que hasta hace unos 20 años el lugar estaba lleno de locatarios, había variedad, tanto de carnes como de frutas y verduras, condimentos, etc., pero la gente fue emigrando, el barrio se fue despoblando y con ello las ventas bajaron.
“Ahora quedan pocos, pero son suficientes para las familias que aún vivimos aquí”, lamentó la mujer, vecina del rumbo.
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NM