Yucatán

Abuelito recuerda plaga de langostas que dejó hambruna a Tizimín hace 86 años

Hace 86 años una plaga de langostas dejó en hambruna a Tizimín; estuvieron durante tres años en la ciudad, pues se iban un mes y luego regresaban devastando todo a su paso
El presidente de aquel entonces dijo que le compraría a la gente sacos de langosta / Especial

La hambruna registrada hace 86 años en esta parte del Estado ha dejado huella en la vida de varias personas, como la de Donasiano Herrera, que actualmente tiene 92 años y que con solo rememorar este episodio causado por la presencia de langostas, su mirada se perdió debido a los recuerdos dolorosos.

El nonagenario dijo que apenas tenía seis años cuando vio que millones de langostas (saak´) devastaran todo a su paso, incluyendo las casas de huano, “incluso laceraron con sus patas la piel de quienes chocaban con ellas”.

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Comentó que “al celebrarse por primera vez la fiesta de San Isidro Labrador, un 15 de mayo de hace 86 años, se acordó que se organizara igual que los festejos de los Santos Reyes. Recuerdo que cuando empezó la corrida a las 15:00 horas, escuchamos un ruido raro y luego vimos cómo una enorme nube negra avanzaba rápidamente hacia nosotros. Solo bastaron unos momentos para que quedáramos invadidos por las langostas. Los que estaban en baranda no aguantaron porque los animales estaban grandes y sus enormes patas dentadas lastimaban a las personas”.

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Donasiano Herrera agregó que como la langosta vino con hambre y las casas eran de huano, cuando amaneció las hojas de los árboles y las viviendas tenían huecos, de las cuales solo quedaron los ch´ílibes (palitos).

“Las langostas estuvieron tres años en la ciudad. Un mes se iban y luego regresaban. En ese entonces se hacía mucha milpa y lo que producíamos se lo comían. Para ahuyentarlas, la gente comenzó a hacer ruido y aporrear latas para defender las matas de injerto”, dijo.

Asimismo, comentó: “Empezaron a ovar, hicieron un hueco y se metieron ahí ocho días; todas las calles estaban llenas de esta plaga. Conforme pasaron los días las provisiones se acabaron, vino la hambruna y no había algo que comer. Entonces el presidente de aquel entonces dijo que le compraría a la gente sacos de langosta, por eso sugirió agarrarlas, ponerlas en una bolsa y quemarlas en una zanja que había por el Palacio Municipal. Tanto niños como adultos las capturaban para ganar tener trabajo”.  

El entrevistado relató que hubo gente que amasó una gran fortuna en ese tiempo, “como Agustín Cocom, quien se hizo rico al racionar y vender el kilo del maíz. Y las personas que no podían pagarlo empezaron a buscar alimento en los troncos de los cocoyoles, de los bonetes, incluso seguían las guías de los tubérculos, como camote y yuca, para luego escarbar en la tierra y conseguir algo de comer”.

Por último, Donasiano Herrera indicó que cuando los habitantes se estaban cansando de defender las milpas, una noche como a las 19:00 horas entró un fuerte viento y lluvias. “Un huracán azotó en la ciudad, pero yo creo que era obra de Dios, pues al día siguiente no solo las casas estaban caídas, sino que las langostas no podían volar. Posteriormente, vimos cómo miles de pájaros descendieron y las despedazaron, les quitaron sus patas y alas hasta tragarlas. Jamás supimos de dónde provenían los emplumados, pero solo debido a esto logramos sobrevivir”.

“Fue la gracia del Señor. Ya han pasado muchos años desde eso”, dijo al terminar de rememorar este doloroso episodio que le tocó vivir hace nueve décadas en Tizimín

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NM