Yucatán

Guadalupe León, originaria de Progreso, ha dedicado su vida a labores pesadas para sacar adelante a su familia; es el mejor elemento de la empresa Prolimpia

Más mujeres del puerto destacan en las labores rudas, convirtiéndose en  ejemplo para la comunidad, especialmente de sus familias y seres queridos.

Casos como el de Guadalupe León Flores Lupita, son dignos de contarse actualmente es auxiliar en la empresa Prolimpia; años anteriores entre sus labores diarias se enfrentaba a cocodrilos de más de 100 kilos, atrapaba serpientes de varios metros de largo, capturaba tarántulas peligrosas, daba atención a animales domésticos e incluso recogió cadáveres de perros atropellados. Sabe aplicar vacunas antirrábicas, entre otras actividades, sin embargo, la historia de esta progreseña ejemplar comenzó a los 15 años, edad en la que se casó por primera vez, su situación económica la hizo incursionar como pepenadora en el basurero municipal.

“Las cosas estaban mal en casa, quien era mi marido se lesionó, no me quedó de otra que recolectar bolsas en la calle cada mañana, lo más difícil era cargar los contenedores de los restaurantes, me dolía la espalda, pero ni así me rendí; al mediodía iba a buscar a mis hijos Iván y Vanesa, para que hicieran la tarea entre la composta; no me arrepiento, pues pepenando obtenía buenos recursos”, expresó.

Posteriormente, se dedicó a la chatarrería, aprendió a adquirir diferentes artículos como motores de auto y todos los materiales que le dejaban ganancias como el cobre: “me dolían las manos de martillar y de aplicar trabajo con cincel, como siempre el apoyo de mi madre Socorro Flores, fue fundamental, ella no me ha permitido “tirar la toalla”, explicó.

Su etapa en el negocio de la chatarra concluyó a la par de su separación sentimental, el paso siguiente fue un peregrinar por varias empresas sin resultado, culpándose por la falta de estudios, pues en la mayoría de las empresas a las que acudió le pedían como mínimo, el certificado de preparatoria.

“Todo iba verdaderamente mal, hasta que un amigo de la familia se apareció como un ángel, cuando estaba desayunando en el mercado preguntándome de mi situación, le comenté lo que sucedía y cómo se desempañaba como titular de la Dirección de Desarrollo Agropecuario y Pesca, me invitó a trabajar con él. La vida, me daba luz de nuevo”, recordó.

Aprendió a sacrificar cerdos y al mismo tiempo comenzó a estudiar en línea la preparatoria, al final el resultado fue benéfico y obtuvo su certificado, volviendo a erradicar paradigmas y alcanzando una de sus metas académicas.

“Me desempeñé con tantas ganas que luego me convertí en titular del área donde trabajaba, al llegar la otra administración me transfirieron a Protección Civil para limpiar pozos, entre otros trabajos rudos. Pasé de estar en una oficina a permanecer frente a una persona que me vigilaba y me tomaba fotos para evidenciar las tareas de la cuadrilla”, indicó.

Las lesiones y miedos han sido inevitables, los riesgos para ella fueron desde la liberación de un lagarto de unos 200 kilos en los que ningún hombre de la cuadrilla quiso intervenir y ella sola tuvo que maniobrar al animal, hasta las campañas de vacunación donde ha sucumbido a mordidas de perros que le han dejado marcada la piel.

Hoy en día, la progreseña es considerada como uno de los mejores elementos de las cuadrillas femeninas de la dependencia municipal para la que labora, sin importar si se trata de ejercer tareas en una oficina o por medio de las jornadas laborales bajo el Sol. Sus grandes logros son que sus hijos sean profesionistas, se desempeñan en la agronomía y la litigación; sin embargo, dijo que su meta está puesta en conseguir el nivel licenciatura en contaduría y finanzas o en administración de empresas.

“No hay imposibles cuando se quiere salir adelante. Es válido tener miedo, pero no rendirse, el miedo debe ser utilizado como un “trampolín” para poder salir con el brazo en alto”, finalizó.

Síguenos en Google News y recibe la mejor información 

LV