De 50 locales, ahora solo quedan tres en el Bazar de Fierros, lugar que hace unos meses cumplió 63 años, se augura que en unos años podría bajar su última cortina, por la competencia de las ferreterías, tiendas de plástico y productos chinos, y que las nuevas generaciones no están interesadas en el sitio.
Se inauguró el 19 de junio de 1960, está ubicado en la calle 67, entre 58 y 60, en su auge en el Bazar se podía encontrar desde un tornillo hasta reparar ollas y bicicletas.
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Su historia inició porque un grupo de vendedores de ferretería que estaban en el parque de Eulogio, se les dio la orden de desalojar el lugar.
Se reubicaron en lo que en alguna ocasión fue la casa antigua propiedad del Dr. Raúl Hernández y Peón, “eminente científico neurofisiólogo que descubrió el origen del sueño y la vigilia”.
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Sin embargo, este sitio ha quedado en el olvido, más del 95 por ciento de los locales han bajado sus cortinas debido a que muchos de lo exferreteros han fallecido y las siguientes generaciones no quisieron continuar con este legado, convirtiendo los locales en bodegas para otras tiendas del Centro Histórico de la capital yucateca.
Walter Manzur López, hijo de uno de los fundadores del lugar, compartió que los locales han ido cerrando porque nadie de los hijos o nietos de los dueños quiso seguir con este oficio o invertir en ellos, ya que es propiedad de cada uno.
Resaltó que ahora son muy pocos los clientes que van hasta el bazar, recibe a quienes lo conocen, que van a comprar o a realizar alguna reparación.
“Me dedico a fabricar chimeneas, campanas de cocina, charolas, soldaduras y reparo ollas, es herencia de mi papá que falleció hace seis años, de él aprendí todo, ya que no había quien siga con esta labor y me quedé con ello”, comentó.
También que en cuanto a precios son más económicos, pues son fabricantes y puede conseguir algún producto más barato que en el mercado u otras tiendas comerciales.
En este sentido, señaló que otro factor que les afectó es la competencia de las ferreterías, pues hay muchas en el centro de la ciudad, así como las tiendas de plásticos y productos chinos, que han hecho que vaya desapareciendo todo lo que ellos hacen.
“Habrá un punto en el que desaparezca el bazar, después de mí, no sé si mi hijo quiera seguir haciendo esto”, agregó.
Recordó que tiene 25 años en ese lugar, manejando acero, aluminio y hasta lámina galvanizada.
Finalmente, compartió que esta labor es un poco complicada; sin embargo, le ha ayudado a sustentar a su familia.
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NM