En un emotivo acto cargado de tradición y significado, los habitantes de Acanceh, Tizimín y Chocholá despidieron a las ánimas que, según la creencia popular, permanecieron durante todo noviembre visitando a sus seres queridos.
Este ritual, conocido como bix, marca el final de un ciclo en el que vivos y muertos comparten una conexión especial, reflejada en altares, ofrendas y rezos.
Desde tempranas horas del último día del mes, las amas de casa acudieron al mercado para adquirir los ingredientes de los platillos tradicionales como el mucbipollo, el chilmole y el puchero.
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Al mismo tiempo, otros se dirigieron al cementerio municipal para adornar las tumbas con flores y encender veladoras, asegurándose de mantener viva la memoria de sus familiares fallecidos.
En los hogares, los altares lucieron majestuosos. Con manteles blancos, fotografías de los difuntos, velas, frutas, dulces y alimentos, se prepararon para la despedida. Delia Chalé Pech, una vecina de Acanceh, explicó la importancia de esta tradición.
“Hoy se despiden de nosotros, y nosotros de ellos. Por eso debemos ofrecerles todo lo que les gustaba en vida: comidas, dulces, panes y, sobre todo, rezos”, dijo la ama de casa Delia Chalé.
En el cementerio municipal fue notoria la presencia de personas llevando velas y veladoras, así como flores para depositarlas en las tumbas de sus seres queridos que se adelantaron al descanso eterno.
Por la noche, en Tizimín, numerosas bardas, albarradas y escarpas fueron iluminadas con velas blancas, negras y de colores y convirtieron las calles de la ciudad en una noche mística y enigmática.
Según la creencia, estas luces guían a las ánimas en su regreso al más allá. Héctor Pech, un residente local, mencionó que la luz de estas velas es esencial para que encuentren su camino de vuelta, cerrando con ello los festejos en su honor.
En muchas familias, como la de Guadalupe Quintal en Chocholá, los altares fueron decorados con esmero. Ella recordó con cariño a su esposo Jesús Arjona, a sus hijos Héctor Rafael y Jesús Leonel, y a otros familiares fallecidos.
Mencionó que en su altar no faltaron el mucbipollo, dulces y un vaso de agua, símbolos de la conexión espiritual con los difuntos.
Sin embargo, no todas las familias pudieron realizar ofrendas elaboradas debido a la difícil situación económica. En estos casos, los rezos se convirtieron en la forma principal de honrar a los muertos, un acto igualmente lleno de devoción y cariño.
La celebración culmina con la confianza de que los muertos han sido recordados y honrados, dejando un legado cultural que resalta el vínculo inquebrantable entre los vivos y aquellos que ya partieron.
Como cada año, Yucatán despide a sus ánimas con la promesa de recibirlas nuevamente con ansias el próximo noviembre.
