Situada a menos de 40 kilómetros de la ciudad de Mérida, la hacienda San José Eknakán ubicada en la comisaría que lleva su nombre no sólo marca la entrada a la ruta del Anillo de Cenotes, sino que también alberga una de las construcciones más impresionantes de la región: su templo neogótico, ubicado en pleno corazón del poblado.
Este santuario es una de las pocas edificaciones religiosas de estilo neogótico en Yucatán. Según estudios y testimonios, su construcción data de finales del siglo XIX y principios del XX, una época marcada por el dominio porfirista y el auge henequenero. Durante este período, la bonanza económica permitió que los hacendados viajaran a Europa, donde quedaron fascinados con la arquitectura gótica, lo que los llevó a replicar este estilo en sus propiedades.
De acuerdo con la Enciclopedia Yucatanense, la iglesia fue originalmente parte de la hacienda San José Eknakán, propiedad de Gregorio Pastrana. Posteriormente, durante el porfiriato, la propiedad pasó a manos de Ricardo Molina Solís, hermano del entonces gobernador Olegario Molina Solís.
La familia Molina mantuvo la propiedad hasta que, en 2010, Ernesto Molina la donó formalmente a la comunidad de Eknakán.
Durante la visita, fue posible conversar con don Bartolo Uc Ye, exsacristán de 66 años, quien por casi 20 años estuvo a cargo del templo. Relató una leyenda transmitida por sus abuelos: según la historia, un joven europeo ordenó la construcción del templo como un regalo de matrimonio para una de las hijas de los dueños de la hacienda en el siglo XIX.
Sin embargo, el prometido desapareció en el mar tras una tormenta antes de llegar a Yucatán. La joven, devastada, no pudo reponerse de la tragedia, lo que llevó a su familia a vender la hacienda y trasladarse a otro lugar.
Don Bartolo también confirmó que, en 2010, la iglesia fue legalmente entregada a la comunidad por Ernesto Molina, poco antes de su fallecimiento. Además, mencionó que la hacienda ha sido adquirida recientemente por extranjeros, aunque los Molina aún conservan algunas partes de la propiedad.
En torno al templo circulan diversas historias, como la relatada por don Bartolo, quien asegura que, en las noches previas a la festividad de San José el 19 de marzo, se puede ver la silueta de un monje con barba deambulando cerca de la iglesia.
“Muchos vecinos lo han visto por años y creemos que es San José quien visita su iglesia”, relató. Esta festividad es una de las más importantes en Eknakán, con gremios que se llevan a cabo del 3 al 19 de marzo en honor al santo patrono.
El templo posee una estructura imponente que recuerda a una fortaleza medieval, con una secuencia ordenada de arcos ojivales en su puerta principal y ventanas en ambos niveles. Su fachada simétrica está compuesta por una torre central, flanqueada por dos torres falsas que otorgan equilibrio visual a la construcción.
Entre sus elementos más distintivos se encuentran lumbreras ojivales, techos con corte de diamante y un remate en cúpula octogonal. Además, cuenta con más de 20 ventanales, algunos de ellos circulares, que albergan vitrales multicolores, favoreciendo una iluminación natural y creando una atmósfera majestuosa en su interior.
El coro, ubicado en un balcón de mampostería con columnas blancas, añade elegancia al recinto. El altar mayor, tallado en madera, refleja la misma ornamentación presente en las columnas interiores del templo, y cuenta con escalinatas de granito, lo que refuerza su aire solemne y refinado.
En la fachada principal destacan tres arcos de acceso que conducen a la entrada principal, acompañados por la ventana del coro, todos en forma de arco ojival. Sobre la entrada se encuentra un antiguo reloj Century, aún en funcionamiento, escoltado por columnas triangulares. En la parte superior, la torre campanario se remata en un pináculo, estilizando aún más la estructura, complementada con más de 20 agujas en su techo.
El interior del templo resguarda un pequeño retablo de madera de inspiración neogótica, que data del siglo XIX, donde se encuentran las imágenes de San José, patrono de la hacienda, y de Nuestra Señora de la Soledad, cuya devoción está profundamente arraigada en la comunidad.
Entre los tesoros del templo destaca un óleo de la Virgen del Rosario, de 1.50 x 2 metros, cuya firma permanece oculta bajo un marco de madera tallada en relieve. También se conservan campanillas de cobre, una palangana ornamentada de loza utilizada como pila bautismal, un armario con vestimentas sacerdotales, tres cofres de madera y una docena de bancas destinadas a los fieles.
En los últimos años, las lluvias han causado daños en techos y paredes, lo que motivó a los habitantes a gestionar apoyo ante las autoridades para su restauración. Gracias a esto, en los últimos meses se ha llevado a cabo una rehabilitación completa, lo que permitirá que tanto los pobladores como los visitantes continúen admirando esta obra de arte y su historia.
Este templo neogótico, sin duda, es una joya arquitectónica en la ruta del Anillo de Cenotes, y representa un legado invaluable tanto para la comunidad de Eknakán como para el estado de Yucatán.