José Alberto Cervera Pinelo, de 70 años, lleva casi toda una vida dedicada a la restauración de imágenes religiosas. Es la tercera generación de restauradores de arte sacro que trabaja en el mercado Lucas de Gálvez.
Rodeado de colores, aromas y el bullicio de los puestos, su pequeño taller, conocido como El Arte, es un espacio donde el tiempo parece detenerse. Ubicado cerca de la entrada principal del mercado, el lugar está lleno de figuras con historias que, aunque desgastadas por los años, esperan volver a la vida.
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Aunque algunas escuelas de arte cuentan con programas especializados en restauración, don José recuerda con alegría que a los 10 años comenzó a aprender este oficio, primero de manos de su abuelo, pero también de su familia. Sus padres, hermanos y tíos han sido parte fundamental de esta labor invaluable, que se ha transmitido de generación en generación.
En su taller, las herramientas cuentan la historia de un arte milenario. El pincel quizá es el más importante, pues es el encargado de devolver los colores que el paso del tiempo ha borrado.
No obstante, este artista sabe que el arte de restaurar no depende sólo de pinceles. En su mesa, junto a pinturas y barnices, descansan bisturís, cuchillos, ceguetas y alicates, herramientas imprescindibles para devolver la forma a una imagen que ha perdido manos, pies o incluso extremidades completas. Cada instrumento tiene un propósito específico, y cada una de esas piezas rotas es una historia que espera ser reparada.
El proceso de restauración depende del daño que haya sufrido la imagen, y el tiempo necesario para su recuperación puede extenderse hasta 12 horas.
Este proceso pasa por cuatro etapas: en primer lugar, la reparación, donde se sellan grietas y se estabiliza la pieza; luego sigue la escultura, encargada de devolver las partes perdidas, como dedos, manos o la nariz.
La siguiente etapa es la preparación de los colores, que deben ser lo más fiel posible a los originales. y, por último, se realiza la pintura, que puede hacerse con aerógrafo o pincel, según lo que demande la imagen.
Es un trabajo que requiere alto nivel de detalle y dedicación. Cada paso es un acto de devoción, y no es casual que en la puerta del taller de don José se lea un mensaje que invita a reflexionar: “Si un trabajo hecho a mano te parece caro, intenta hacerlo tú. Quizás comprendas muchas cosas”.
La restauración de arte sacro es un oficio que, poco a poco ha ido perdiendo clientela. Factores como la diversidad de religiones, el poco interés de las nuevas generaciones por pertenecer a un culto y la situación económica actual amenazan esta tradición.
Sin embargo, desde septiembre comienzan a llegar los creyentes con sus figuras religiosas para que, antes de las celebraciones importantes de los próximos meses, estas imágenes sean restauradas y estén listas para formar parte de nichos, nacimientos y altares.