Pilar Faller Menéndez
A la memoria de Lorena
“Fuiste una excelente amiga y siempre nos inspiraste valor.
Hoy es lo que más nos hace falta para aceptar tu partida con resignación”.
Anónimo
Siento engarrotados los dedos y mi mente obnubilada por la trágica noticia de la muerte de una amiga de la que no pude despedirme y que apreciaba mucho. Son los amigos parte de la familia que escogemos para caminar en la vida y que nos hacen más fuertes por estar a nuestro lado en los momentos difíciles que pasamos.
La sola idea de no verla más es inconcebible, y en cierto modo una negación por lo repentino de su partida, es como desprenderse en contra de nuestra voluntad de un pedazo del corazón que se siente incompleto y cuyo espacio nadie va a llenar. Probablemente con el paso del tiempo, a pesar de añorar su presencia, el dolor se vuelva más soportable, pero su ausencia seguirá doliendo y no habrá poder que lo cure, más que el de aprender a vivir con él.
Como dice la letra de la canción de Alberto Cortez, ese espacio vacío que dejan, no puede ser llenado con la llegada de otro amigo, porque cada uno de nuestros amigos es especial y con su partida se avivan recuerdos vividos y es un pasado que queda intacto en nuestra memoria, probablemente como una manera de honrar su ausencia y sentir de algún modo su presencia con pequeños detalles que nos hacen recordarlo.
No existe un homenaje que pueda mitigar el dolor que desgarra la pérdida, porque entre tanta gente los amigos se eligen, y son instituibles, cada uno tiene bondades que a lo largo o corto de nuestra vida, llenan nuestro corazón con confidencias, con alegrías, algunas veces se comparten tristezas, pero siempre están prontos para demostrarnos su cariño y tratar de consolarnos.
¿A dónde se van cuando mueren? La sola palabra muerte causa incredulidad y una realidad de que nunca podremos volver a verlos, las palabras de consuelo por la pérdida suenan vacías porque el duelo es mayor y no son suficientes para mitigar nuestra pena, sobre todo cuando han partido de una manera repentina, y nuestro último encuentro queda grabado en la mente y fue un sentimiento de un hasta luego porque nunca imaginamos que sería el último.
Decimos “Descanse en paz” ¿y cómo descansamos los que nos quedamos? ¿Cuándo podremos descansar y dejar de penar nuestra pérdida? Dicen que la gente no muere hasta que la olvidamos, y de alguna forma eso es cierto, probablemente porque el olvidarlos es una manera de pensar que ya se han ido y nos aferramos a los recuerdos y nos negamos a olvidar.
No existen lágrimas que curen este sentimiento de abandono que seguramente muchos han sentido ante una pérdida semejante. Dicen que el tiempo todo lo cura, pero la ausencia perdura. Son aquellas cosas que muchas veces no nos explicamos ante la partida repentina de un ser querido, ante lo cual debemos sacar de lo más hondo de nuestro dolor resignación y en la medida que podamos aceptar la pérdida.