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Campeche

Tradición y vanguardia de los altares del Hanal Pixán

Víctor Salas

Después de todo el muestrario de los insumos que llevan los pibes que adornaron el altar para las ánimas; después del concurso y premiación a esos altares, realizados en las escuelas y las calles, y ya explicados y conocidos los significados de los objetos colocados  en las mesas que sirven de altar para las santas ánimas, me dispuse a realizar una caminata por las calles del Centro Histórico campechano, que me llevó a la esquina de la calle del Jesús y su paralela que es la catorce o calle hundida.

Todas las casonas de ese espacio permanecen cerradas, ocultando a los ojos del viandante todos los hermosos mueblen que engalanan sus salas. Así, pues, encontrar un domicilio de tal naturaleza con las puertas abiertas es como un milagro.

Cerca del hotel La Guaranducha, se encuentra la Casa 6. Esta, el día dos de noviembre o de las Santas Ánimas tenía abiertas sus altas ventanas, dejando ver un altar de lo más novedoso y particular, pues no tenía ni uno solo de los objetos que marca la tradición. En dicha mesa no había jícaras, platos con relleno negro, bandejas con pib, yuca, ni nada parecido.

Como se puede ver en las imágenes, en este altar dedicado a un muerto predominan las copas de cristal cortado, los candiles del mismo material, la cafetera de `porcelana, la panera de cristal, una tira de foquitos con caras de calaveritas y dos retratos de los homenajeados.

Eso sí, las flores de cempasúchil están en un elegante jarrón. No hay humo de incienso, brea o estoraque, tampoco las flamas de velas o veladoras. Y cosa extraña, el aire acondicionado permanecía funcionando, aunque se escapaba por las ventanas.

Como vemos, todo aquello estaba expuesto para ser mirado desde la calle. Al terminar mi recorrido por lugares colindantes, regresé al mismo sitio y vi a una distinguida dama joven, alta, de cabello lacio y con un cilindro de plástico con el que enrollaba parte del cabello que cae sobre su frente. Le daba instrucciones a alguien acerca de los utensilios de su altar, que me resultó verdaderamente inesperado por todo y digno de ser registrado con un texto como el presente.

Me surgieron muchas preguntas, que espero poder plantear, en su oportunidad, a la dueña de la casa de la calle 6.

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