Yazle Maritza Macías Celada es una madre guatemalteca que se enfrenta a la vida dura en el campamento de refugiados en la frontera de México con su país de origen. Con nueve meses de embarazo por cumplirse, tiene que soportar el brote de varicela que se generó en el asentamiento por la mala calidad del agua con la que se asean y sacian la sed.
Debido a la falta de medicamentos y por estar encinta, Yazle Maritza no puede ingerir cualquier medicamento, debido a que por el mal cutáneo que padece le aparecieron ácidos en manos y cabeza.
Pese a la adversidad, la joven asegura que tendrá a su bebé en su casa, pues no tiene recursos para llevar un control y acudir a un hospital.
Su quinto hijo
Con cuatro hijos y uno en camino, Yazle Maritza tiene que vivir todos los días en una endeble casa de guano y palos, mientras que su esposo tiene que ir hasta el ejido del Desengaño, municipio de Candelaria, a buscar cómo ganarse la vida y llevar aunque sea maíz y frijol, sustento de su pequeña familia.
Así transcurre la vida de las familias en el asentamiento, hogar de refugiados chapines, pues en este recóndito lugar en medio de la selva apenas y pueden almacenar agua de mala calidad, ya que en sus tierras de Laguna Larga dejaron sus siembras y pertenencias.
“Ya llevo varios días con estos ácidos que me salieron por la varicela, pero no puedo hacer nada, ya que estoy embarazada, vinieron los de Migración y nos apoyan con algunas medicinas, pero pues no puedo tomar cualquier cosa”, expresó.
Yazle Maritza asegura que tiene decidido tener a su bebé en su choza, pues el alumbramiento de sus otros cuatro hijos (dos niños y dos niñas) transcurrió bajo un techo de guano. Ahora tendrá a su quinto hijo, con apenas 24 años; sin embargo, aún no sabe cómo llamará, ya que esperará hasta que nazca para decidir el nombre.
Regresar, un sueño
La joven guatemalteca narró que, al igual que el resto del campamento, sólo quieren regresar a sus tierras, pues allá tenían una mejor calidad de vida, pues Laguna Larga les proveía de agua limpia y alimento, además de que se podía cosechar.
En su hogar, Macías Celada educa a sus hijos y los alimenta con lo poco que consigue; sin embargo, nunca faltan “aunque sean los frijoles y arroz”. En tanto, su hijo mayor, de nombre Emerson Eli Hernández, de seis años, está aprendiendo a leer y eso es un motivo de alegría para la Familia Hernández Celada.
No obstante, sus otras dos hijas, Floridalma y Wendy Selene, junto con su hijo de apenas un año Oscar Andrés Hernández, tienen que ayudar con las actividades del hogar, incluyendo lavar ropa en la laguna.
Tan importante es mencionar, como necesario, que más personas se sumen a ayudar al grupo de personas refugiadas en México, pues enfrentan carencia de vestido y calzado, pasando por las dificultades sanitarias y alimentarias antes descritas, pues durante el éxodo del que fueron presas no pudieron sacar nada de sus hogares.
Entre lágrimas, todavía recuerdan en el momento en el que el Ejército de Guatemala entró a desalojarlos de sus tierras, en las que vivieron por más de 20 años.
(Texto y fotos: Ignacio Morales)