El 3 de junio de 1979, en plena pujanza del segundo milagro mexicano gracias al descubrimiento del yacimiento petrolero más grande conocido, ubicado en Ciudad del Carmen, la explosión del pozo “Ixtoc I”, del recién creado complejo “Cantarell”, representó una sacudida para México en varios sentidos.
El primero, dejó al descubierto los daños ambientales que estos accidentes generarían en el mar y sus incontables riquezas; también evidenció que el Gobierno de México estaba a años luz de ser confiable en términos de seguridad laboral e industrial, y también representó una fuerte pérdida de recursos económicos, tanto por el lado del volumen de crudo derramado, como por la serie de compensaciones económicas y litigios que se enfrentaron en esos lejanos años.
El estallido que pulverizó la plataforma del pozo devino en un parteaguas generacional por el nivel de gravedad y esto queda comprobado al recordarse que el del “Ixtoc I” sigue siendo el peor derrame petrolero en la historia del mundo, con 529 millones 957 mil 650 litros vertidos al mar; es decir, que en los 280 largos y tortuosos días que pasaron técnicos, operadores y fuerzas de bomberos para apagarlo, se perdieron hasta 30 mil barriles diarios, así que el país sufrió un quebranto de tres millones 333 mil 330 barriles de crudo, equivalentes a tres días de trabajo en todas las plataformas petroleras en cifras actuales.
Las noticias de la tragedia se transmitían diario en cadena nacional; las crónicas y reportajes que exhibían el arribo de los grumos negruzcos del crudo a las costas de Tamaulipas, Veracruz, Campeche, Tamaulipas y Texas, junto con las grabaciones de las tareas de contingencia para abatir esa caldera de fuego, gas y tóxicos, que hervía a 94 kilómetros al noroeste de Ciudad del Carmen, creó una enorme expectación e interés en una población que se sentía orgullosa se que su país perteneciera al “primero mundo petrolero”, el mismo que en ese momento era señalado como causante de una catástrofe sin precedentes.
En cuanto a las razones de la tragedia, que cobró la vida de 11 trabajadores, según los informes presentados por los encargados del pozo, tanto del Departamento de Geología como de la Gerencia de Exploraciones de Pemex, tuvo lugar después de que los días viernes 1 y sábado 2 de diciembre se informó de pérdidas de circulación, esto es, que debían retirarse las barrenas y clausurarse lo excavado.
La siguiente jornada, la del día domingo, pasaría a la historia cuando a las 03:00 horas de exploración se detectó que al momento en que se retraía la barrena, a 200 metros de la plataforma, ocurrió un “reventón” en el flujo, o “blowout”, el cual expulsó primero lodo y minutos más tarde aceite y gas. Esta emisión a chorro se disparó hasta superar la altura del mástil del pozo, donde ambos elementos entraron en contacto con las lámparas y sobrevino una cascada de fuego que cayó sobre la plataforma.
A continuación, se desencadenó el pánico y la orden de abandonar la estructura cuando el incendio se expandió sobre el equipo, material y reservas inflamables que se hallaban al alcance. Instantes después, el “Ixtoc I”, el pozo maestro del yacimiento “Cantarell”, se hundía.
Las llamadas de alerta produjeron el envío de embarcaciones de los puntos cercanos, como Coatzacoalcos; 11 obreros habían muerto en el desastre, los 52 sobrevivientes se precipitaron a los botes salvavidas y otros más se lanzaron al agua, que en unos instantes comenzaría a arder como fogata.
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CC