Mucho de lo que tiene que ver con la identidad de un país es los olores, sabores, sonidos, cultura y claro esta, su gente.
Por ello, cuando hablamos de Campeche, es imposible no pensar en la sólida y vigorosa identidad de los campechanos, hombres y mujeres que se han caracterizado por su gallardía, nobleza, valor y trabajo; características que plasmo la Mtra. Zoila Quijano McGregor en la canción “El Pregonero”, que junto con las grandes murallas y coloniales barrios, se ha convertido en una tradición muy representativa del estado de Campeche.
Un pregón es un parlamento que se hace en voz alta en los sitios públicos de algo que conviene que todos sepan, en Campeche los pregoneros, que fueron muy populares durante el Virreinato y el siglo XIX, transitaban por las empedradas calles de la ciudad, dando a conocer todo lo que vendían; por ejemplo el pan que ya estaba listo para comerse, carbón, o como dice la canción, guayas.
Esta canción es un homenaje a la gente que día a día salía junto con el sol a pregonar sus mercancías y recorrer las calles hasta que se agotara la venta. Los personajes que se mencionan en la tradicional canción son, el gordito panadero cuya canasta descansaba sobre su cabeza y provenía de la famosa panadería “La imperial”, muy famosa años atrás en la ciudad de San Francisco de Campeche; la vendedora de guayas que venía a pie desde el Barrio de Santa Lucía, el cual se caracterizaba por sus enormes quintas; el carbonero, el pescador y su exquisito pámpano fresco rememorando la unión que siempre ha existido con el mar y el viejito de corazón noble que regala dulces a quien no puede comprar.
El “pregonero”, es una manera de revalorar la identidad del patrimonio cultural intangible del Estado, en el que aún permanece el arraigo de pregonar de viva voz mercancías y servicios, por lo que aún en la actualidad, es común ver a hombres y mujeres caminando por las colonias y barrios; el vendedor de camotes que acompaña el anuncio de su mercancía con el silbido de su carrito; el de tamales, que ya no usa su propia voz, sino una grabación que puede amplificar el llamado a los clientes, el de pan, cuya canasta descansa ahora en un triciclo o el vendedor de helados que recorre las calles con sus tintineantes campanillas.
Con información de Xplora
SY