Cultura

La literatura yucateca: una historia en movimiento

Verónica García Rodríguez

Pensar en las diversas fuentes, formatos y soportes que han sido escenario de la literatura producida en Yucatán me lleva obligadamente a mirar más atrás de 200 años; a tiempos anteriores a la colonización, cuando florecía el pensamiento y la lengua maya en todo su esplendor, los cantos que son comparables al concepto occidental de la poesía.

No caeré en llamar a estas formas literatura yucateca, aun al lenguaje suyúa, que es metáfora absoluta, pero tampoco puedo dejar de pensar en las fuentes que les fueron y nos fueron arrebatadas por los frailes españoles y que hoy podrían ayudarnos a conocer mejor lo que nuestros antepasados asentaron en su compleja escritura silábica.

Tras la llegada de los españoles, como el Popol Vuh en Guatemala, se da la producción de los libros de Chilam Balam, siendo el de Chumayel el más conocido. Sería muy osado intentar definir las fuentes exactas del arte escrito en Yucatán en ese período o más atrás, debido a que muchos autores también se perdieron con la destrucción de sus obras, por lo que la literatura maya se convierte en una reconstrucción hispánica por medio de la memoria de los descendientes.

Y esto, reitero, aunque no se tipifique como literatura yucateca, nos ayudará a entender las producciones literarias posteriores en Yucatán, como en los siglos XIX y XX, en que hubo una importante corriente que desarrolló una visión más amplia de lo que es Yucatán en su literatura, un renacimiento cultural que comienza a darse con la recuperación de leyendas e historias relacionadas con el pasado de la tierra del Mayab, comparando la vida y reflejando las consecuencias de lo que escribe la historia.

En el siglo XIX, en plena Guerra de Castas, comienza a desarrollarse un resurgimiento del pensamiento indígena donde podemos encontrarnos con Justo Sierra O’Reilly, autor de El filibustero (1841), bajo el seudónimo y anagrama de José Turrisa. Fue director de periódicos culturales como El Museo Yucateco (donde la obra antes mencionada se publicó por entregas) y Registro Yucateco, entre otros, y es considerado como el padre de la novela en Yucatán.

Su trabajo en esta obra es una recreación de las leyendas yucatecas del siglo XVII, partiendo de la piratería de Campeche en el golfo de México para crear una novela histórica donde, basándose en lo vivido durante la Guerra de Castas, la disparidad de carácter moral y religioso junto con la diferencia de clases son los protagonistas, como un reflejo de la situación social del Estado.

No fue sino hasta el siglo XX cuando la influencia de la cultura maya resurgió completamente en la literatura yucateca dotándola de un carácter regional que contagiaría a numerosos autores a plasmar esa identidad indigenista en sus textos. Las diferencias de pensamiento están ahora más marcadas entre las clases que habitan Yucatán y requieren de una voz que las haga escuchar, es necesario ahora una consciencia de lo que se vive en las haciendas. Las consecuencias de la guerra ahora salen a relucir más que antes y un retroceso a los valores de los mayas busca mantener viva a la cultura, se quiere una expansión de pensamiento.

El fin de la Guerra de Castas se unía al inicio del siglo XX, fue en 1940 cuando Ermilo Abreu Gómez publica su libro Canek, en el cual, con base en las historias contadas por los indios mayas, sumado al hecho real de 1761 cuando un maya lideró una rebelión contra los españoles, el autor hace una compilación y reestructuración de estos hechos para dar vida a esta gran obra que trasciende hasta nuestros tiempos. La representación de las penas de los indios después de la Guerra de Castas, las consecuencias de una división social culminando en una reflexión sobre la cultura dominada y los valores que perduran, pero se van olvidando con el tiempo, son los elementos clave en la obra de don Ermilo.

La literatura yucateca tiene raíces muy profundas en los corazones de cuyos familiares aún practican el lenguaje nativo, pero el tiempo es como una ola que va desgastando las piedras que cimientan la cultura, poniendo en peligro de extinción todo este conocimiento que ha ido sobreviviendo de a pocos entre las nuevas generaciones.

Así como la obra de Ermilo Abreu Gómez y Justo Sierra, están las novelas de Eligio Ancona, Eduardo Urzaiz, Rodolfo Menéndez de la Peña, Antonio Medíz Bolio, José Peón Contreras, cuya lectura de sus obras a finales del siglo XX y principios del XXI se convirtieron en toda una hazaña, debido a lo difícil que era, o es, en algunos casos, encontrar ejemplares disponibles.

Algunas de estas obras han sido rescatadas por programas editoriales del Estado y sus intereses de momento. En su gran mayoría, son los académicos especializados que, por algún estudio, logran la edición, como el caso de los dos tomos de La hija del judío, de Justo Sierra O’Reilly, por citar un ejemplo, que se presenta con un estudio del Dr. Manuel Sol Tlachi y que editó la Universidad Veracruzana.

Sin embargo, esto ocurre muchas veces con las obras más conocidas de los autores dejando rezagadas a otras que no por menos conocidas poseen menor calidad e importancia. Asimismo, su corto tiraje las limita a un cierto público especializado, siendo que su capacidad de trascendencia debe ser accesible a una gran mayoría.

Hay que valorar los esfuerzos que en esta materia ha desarrollado la Compañía Editorial de la Península con el Diccionario de Escritores, que es un panorama base de quienes han hecho la literatura en Yucatán; así como el rescate de la revista Tierra, que nos permitió conocerla y leerla como en la época de Felipe Carrillo Puerto; la Sedeculta, con su programa editorial ha dado una nueva vida a tantas obras como La cruz y la espada, el Popol Vuh, el Bule el Bule, el reciente Museo Yucateco, y ahora la tan esperada II Actualización de Enciclopedia Yucatanense.

Es destacable también la contribución del Dr. Rubén Reyes con su estudio La voz ante el espejo, antología de poesía yucateca en dos tomos, abarcando poetas del siglo XIX y XX; y Los vuelos de la rosa: mujeres en la poesía de Yucatán. Esto cobra relevancia, debido a que las fuentes originales de estas obras, sobre todo de autores contemporáneos, generalmente tenderán a perderse, ya que muchos de estos textos son publicados en revistas y periódicos, o libros de corto tiraje.

Justo es hacer mención de la encomiable labor del maestro Luis Pérez Sabido, cuyo trabajo de investigación sobre la música yucateca deja registro palpable de los poemas que dieron letra a la trova yucateca clásica, como lo hicieron Antonio Mediz Bolio, Luis Rosado Vega, Ricardo López Méndez, y otros más; lo que hace al Diccionario de la Canción Popular Yucateca y Album de canciones yucatecas fuentes primordiales de registro literario, entre otros trabajos de Pérez Sabido.

Asimismo, vale la pena mencionar a Prohispen cuya tarea editorial salvaguarda la obra de autores, entre los que destaco a Nidia Esther Rosado, quien fue un parteaguas para la formación de escritoras en Yucatán. Lo mismo Maldonado Editores, cuyo acervo contiene mucha obra de autores mayas contemporáneos.

Así pues, desde la Biblioteca Básica de Yucatán, que surgió en el 2009, pudimos apreciar el fenómeno de traer de vuelta Canek, cuando ya no se encontraban ejemplares en las librerías; El filibustero, de Eligio Ancona, que resultó todo un fenómeno al motivar tanto a jóvenes como a adultos a su lectura, y ni qué decir en Valladolid, donde pudiera convertirse en un libro de culto.

Pudimos redescubrir la figura de Rosario Sansores a través de sus relatos que indudablemente nos llevaron a su poesía; misma sorpresa causó La tierra enrojecida, de Magaña Esquivel, que novela los tres últimos días de Felipe Carrillo Puerto y que siendo editada y premiada en la Ciudad de México, aquí era prácticamente desconocida; o incluso, ¿Lo ignoraba Usted?, columna que don Alfredo Barrera Vázquez escribía para el extinto Diario del Sureste y que con la Biblioteca Básica cambia de formato, de columna periodística a libro impreso, y junto con otras también cambió al formato digital y traducido a la lengua maya.

Nuestra literatura yucateca no se limita a las grandes y más conocidas obras, sino que agrupa diversos géneros, diversas generaciones, cuyas publicaciones también cada vez son más variadas en sus formatos y soportes. Ya no son solo los libros o revistas; sino también audiolibros, libros digitales y otros más sofisticados. Pero, en su conjunto, es una literatura digna de ser estudiada y reconocida como tal.

Es necesario invertir en programas editoriales, porque es invertir en nuestra propia identidad. No basta con aguantar los golpes de la memoria, sino que es necesario contribuir, revivir y apropiarnos de nuestro pasado, para mirar con más fuerza la obra del presente, con todos los tonos de sus colores, porque toda ella, y no a nuestro gusto, está escribiendo nuestra época dentro de la literatura yucateca.

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