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Cultura

El mito Salinger

Pedro de la Hoz

Vuelvo sobre los pasos de Holden Caufield, el protagonista de El guardián en el centeno (The catcher in the Rye). Sonrío cuando escucho decir al poeta español José Luis de la Cuesta: “No me acuerdo de nada de lo que le pasa a Holden, pero me acuerdo de Holden”. Y sí le pasa, mucho, muchísimo, desde que sale un sábado del colegio de Pensilvania donde ha sido expulsado hasta el encuentro con su hermana en un parque de diversiones: la rebeldía adolescente se va consumando en unas páginas hirientes y descreídas como pocas en la literatura contemporánea. Escrito en primera persona, el Nueva York que sirve de telón de fondo en nada se parece al Nueva York de las películas.

Apenas salió publicada en 1951, la novela se convirtió en un libro maldito, por su trama y el lenguaje descarnado. La maldición se ha prolongado en el tiempo. Aunque en no pocos colegios y universidades figura entre las obras referenciales en cursos de literatura, tiene el récord de haber sido también uno de los libros más censurados y vilipendiados en Estados Unidos.

Para colmo de males, el asesino del beatle John Lennon compró un ejemplar de la novela el día que cometió el crimen –8 de diciembre de 1980– y esperó su arresto ensimismado en la lectura del relato.

Hay pasajes perturbadores como este: “Me alegro de que inventaran la bomba atómica: así, si necesitan a alguien voluntario para ponerse debajo cuando la lancen, puedo presentarme el primero”. Y otros que atacan la hipocresía social: “Me paso el día diciendo que estoy encantado de haberlas conocido a personas que me importan un comino. Pero supongo que si uno quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías como esas”.

Dos años después de su publicación, el célebre escritor alemán Hermann Hesse (El lobo estepario) comentó con agudeza: “Ya se lea esta novela como historia individual de un muchacho difícil, ya se lea como símbolo de toda una nación y un pueblo, el autor nos conduce por el hermoso camino de la extrañeza a la comprensión, del rechazo al amor. En un mundo y en un tiempo problemáticos, la literatura no puede alcanzar nada más elevado”.

Si el protagonista de El guardián en el centeno fue maldito, su autor, Jerome David Salinger también cargó con ese pesado fardo. Eso sí, al parecer muy a gusto. JD huyó siempre del foco de los reflectores hasta su muerte el 27 de enero de 2010 a los 91 años de edad. Incluso escapó de la conmemoración de su centenario el pasado primero de enero, si se tiene en cuenta de que la valoración por esos días de su novela más famosa opacó el recuerdo de la propia existencia del escritor.

De Salinger ha quedado la imagen de un ser huraño, abroquelado en la granja donde transcurrieron las cuatro décadas finales de su vida, y la recurrente urticaria ante las propuestas de llevar la novela al cine, conceder entrevistas y de autorizar la publicación de biografías que lo retrataran.

El cine se vengó del escritor. Danny Strong filmó en 2017 Rebelde entre el centeno, un acercamiento desde la ficción a la trayectoria del narrador, con un elenco de lujo encabezado por Kevin Spacey, Nicholas Hoult, Zoey Deutch y Sarah Paulson. Convencional y por momentos simplista, la película al menos arroja luz sobre los miedos y las pasiones de Salinger.

Uno de sus biógrafos, Kenneth Slawenski, quien esperó a la muerte del autor para editar su trabajo, ha especulado acerca de lo que podría constituir algún día una valoración completa de la trayectoria literaria de Salinger: “Quizá la leyenda más apasionante en torno a los últimos años de Salinger sea la relativa a las obras creadas desde que se retiró. No hay razones para dudar que escribiera continuamente desde 1965 y creara un volumen enorme de nuevas producciones. Pero Salinger trabajó de un modo casi secreto”.

No faltan críticos puntillosos que disminuyen el mérito de El guardián en el centeno al compararla con otras dos obras suyas: Franny y Zooey y las narraciones contenidas en el volumen Nueve cuentos. Reunidos estos últimos en un solo volumen, contiene al menos una pieza paradigmática del género: Un día perfecto para el pez plátano.

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