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Cultura

Madre y Muerte. Historia de un mismo nombre

Por Ivi May Dzib

Ficciones de un escribidor

IX

LAGO

—Desaparecidos y desaparecidas. Así les llaman.

LAGO: No es una palabra que humedezca.

—Así le dicen a todos. Es una palabra que te seca, como si de pronto ya no fueras nada.

LAGO: Me secaré un día y sentiré todas sus penas. Ahora no me las puedo imaginar. Sería como si en el velorio te dijera “sé lo que sientes”, pero no lo sé, no podría saberlo, entonces para qué decirlo. No voy a decir que me duele lo que les pasa.

MADRE: Sin lástima, dime dónde está.

LAGO: Haré lo mejor posible.

—Ni se te ocurra interrumpir la historia con tus vulgaridades.

—Dijiste que te querías quedar, entonces tiene que ser sin reprocharle nada a nadie.

—Nada de nombres, nada de denuncias, solo sigan el texto.

—Texto mutilado. No me mires así.

—Solo queremos que dejes seguir la historia al pie de la letra.

MADRE: Siento como si estuviera en una persecución en la que no encuentro un lugar donde esconderme. Me veo muy mal, no sé si tenga la suficiente sangre para nadar y cruzar el Lago. Sé que del otro lado estará Ella.

—¿Cómo lo sabe?

—Conocemos los rincones en donde se ocultan los sentimientos. Solo que a veces preferimos cerrar los ojos. Pero si algo pasa sabemos en dónde fijar la mirada. Tenemos intuiciones.

—Somos madres.

—¿Cómo es posible que esto esté sucediendo aquí?

—Sucede en todas las ciudades, en todos los países.

—Y aunque a algunos les cueste creerlo, sucede incluso aquí, en este lugar.

MADRE: Quiero creer que estoy a punto de llegar, pero mis pies no han tocado siquiera el agua.

—Hay que dejar de creer, para que los demás dejen de decir que sigamos creyendo y entonces hagan algo.

MADRE: Veo el lago, el agua en la que se refleja la luna, como si hubiera un poco de luz, como si mirara a través del espejo… como si esto fuera una pesadilla que termina en un lago. Convertir la pesadilla en sueño como si le contara un cuento a mi pequeña niña, como si yo y ella fuéramos los personajes de los dibujos que hacía en la escuela, en los dibujos muchas veces estaba mamá. Todo esto es un invento de nuestra cabeza, no está pasando. Esto no puede estar sucediendo.

—¿Cómo cruzaste el Lago?

—Conozco a muchas que no hubieran llegado hasta donde tú llegaste, si no pudiste cruzar el Lago, no importa.

—Podemos inventar una historia en la que todo saldrá bien, para poder recobrar la esperanza.

—No así se recupera la esperanza, dejémonos de mentiras, digamos las cosas como son, no hay que darle falsas esperanzas a nadie.

—Así que si no cruzaste el Lago, no lo cruzaste y punto, que alguien más cuente una historia, pero que esté completa.

MADRE: Sí pude cruzarlo, pero me costó mucho. Al principio se mostró como si no le importara mi hija, luego dijo que solo quedaba resignarme.

—Lo dice porque no ha sufrido.

Continuará.

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