Ivy May Dzib
Ficciones de un escribidor
A dónde van los desparecidos?
Busca en el agua y en los matorrales.
¿Y por qué es que se desaparecen?
Porque no todos somos iguales.
¿Y cuándo vuelve el desaparecido?
Cada vez que los trae el pensamiento.
¿Cómo se le habla al desaparecido?
Con la emoción apretando por dentro
Rubén Blades
I
Un gran reloj en el espacio escénico que marcará el tiempo real de la representación. Las actrices, durante el texto, se dispersarán entre el espacio (por todo el lugar, incluyendo el público) para perderse en sus pensamientos y encontrarse en ellos al mismo tiempo. Lo importante es que todas, estén siempre en escena.
MUERTE
—Ahora estamos todos reunidos.
—Doce de la noche, en punto. Pueden mirar el reloj que está aquí a mi lado. Si no confían en nosotras entonces miren los suyos.
—O pueden usar sus teléfonos celulares.
—Es hora de cerrar las cortinas, impedir el acceso. Esperemos que nadie nos
moleste. Si ya consultaron la hora apaguen sus teléfonos.
—Que nadie irrumpa en este recinto porque es sagrado.
—Ahora que ya no lo son ni las iglesias, los cementerios, los velatorios, las
escuelas, los hospicios o los hospitales; que este teatro sea el último recinto
para poder hablar en paz de todo lo que no está en calma.
MADRE: Quiero hablarles de mi hija.
—No, no eres la única que tiene voz.
—Pero decidimos que hoy, la voz que se va a escuchar es la de ella.
—Soy una madre.
—Nosotras también lo somos.
—Pero no queremos por ningún motivo dejar a un lado su historia, que es como la de todas nosotras.
—Primero queremos preguntarte, cuando pasó… ¿dónde estabas?
MADRE: Estaba viendo la televisión.
—¿Entonces no la escuchabas, no estabas pendiente de ella?
MADRE: Estaba como pensaba que estaban todos, viviendo una vida que pensé no podría cambiar.
—No te echamos la culpa.
—No sabías que pasaría.
—¡Pero debió saberlo!, tomar precauciones. Todas lo hacemos.
—Lo hacemos después de que nos pasa o después de que escuchamos que le pasa a alguien.
—No somos jueces para decir que ella tuvo la culpa. Solo queremos que nos cuente su historia.
—Decidimos que seríamos una misma persona porque somos un mismo dolor, un mismo llanto (pausa)… y una misma lucha.
—Puedes usar nuestros cuerpos para contar cómo fue tu historia.
—Sí, cuéntala.
MADRE: Pero si es la misma, ha sido contada desde el principio de los años.
—Queremos escuchar la tuya ahora. Así que dinos, quién será quien.
—Empecemos por el principio.
MADRE: Tú eres la muerte.
—¿Y nosotras?
MADRE: Ustedes tienen que ver lo que pasa, ver sin poder hacer nada, solo mostrarse impotentes, si quieren pueden ser indiferentes como lo son algunas (pausa), también tienen que interpretar el personaje que les corresponde… Dijimos que este es el lugar para decir las cosas como son, como fueron.
—Entonces vamos a decirlas.
MADRE: Estaba viendo la televisión. Ella jugaba, le gustaba estar en la cocina. A veces comía galletas y esperaba a que el gato entrara para jugar con él.
—¿De quién era el gato?
Continuará