Emiliano Canto Mayén
En las redes sociales he encontrado, hace un par de días, la siguiente proclama que, por su contenido, amerita ser publicada en el POR ESTO! y que, a la postre, dice así: “A todo el que esto leyere. Para palpar la realidad hay que mirar con detenimiento y curiosidad las quimeras del mundo y fantasear despierto”.
Tal y como hay olores exclusivos de ciertas especias, existen colores brillantes e identificados plenamente con lugares específicos. Aunque las cosas sean “en sí” sin adjetivos, nada hay tan pintoresco como calificar a los objetos según su origen. Sé que se lee como un disparate pero, en mi opinión, cláusulas como hombre de África o mujer de Asia conllevan la misma poética que “copa para vino” o “vaso de agua”.
Si aún no se ha entendido este galimatías, volvamos a la paleta de los colores. Hay unos tan irrepetibles que, para describirlos, ha sido necesario adjuntarles un gentilicio o, en otras palabras, unirlo indisolublemente al lugar de su procedencia.
Así, es fama que existe un azul prusiano o berlinés que se inventó en el país de Goethe y que predominó en los planos arquitectónicos y urbanos del siglo pasado.
Nuestra nación hispanoamericana, junto con el tomate y el cacao se ha apropiado de un color: el rosa mexicano, mismo que ha conquistado los óleos y las pasarelas de la mano de la mística y estética de los artistas que laboraron luego de la Revolución y a partir del movimiento chicano.
Ya sea en un rebozo o en una vajilla, este rosa lleva, a donde vaya, un matiz infantil y juguetón sin perder, por ello, la osadía de nuestro irreverente carácter.
Por lo anterior, considero que el Comité Internacional de las denominaciones de origen, con sede en Estocolmo, debe registrar un color más con la designación de verde de Espita.
Esta propuesta tiene una razón ocular y, bien mirada, propulsará el desarrollo de uno de los pueblos más mágicos de la Entidad.
¿Quién de los que leen estos dislates no ha visto una mujer rubicunda o un hombre albino y, al fijarse en sus pupilas, no ha dicho: Es de Espita?
Un fijón entrenado en el indiscreto arte de la observación, nacido o no en Yucatán, difícilmente se equivocará al adivinar el gentilicio de un nativo de aquella culta población peninsular.
Es por ello, a causa de una alta razón de Estado y profunda exigencia de justicia histórica, que como se ha inventado un rosa mexicano se invente un verde de Espita.”
A continuación se leen 2,237 nombres con los apellidos Peniche y Rosado.