Ivi May Dzib
Ficciones de un escribidor
III
MUERTE: Cuando pasan estas cosas ningún hombre o ninguna mujer puede evitarlo. Cuando pasan estas cosas es mejor tener la cabeza alta y abrazarse mutuamente.
MADRE: Grité, no pensé en nada, tenía un presentimiento.
–Debiste haber llamado a alguien.
MADRE: Abrí la puerta de la cocina y salí corriendo a la calle. Todo gélido, vacío, solitario.
–Como lo son algunas navidades.
–Cuando no sabes dónde están tus hijos.
–O la pequeña que alguna vez arrullaste en brazos.
MADRE: En la calle estaba él.
–¿Quién?
MADRE: El hombre que siempre está borracho en la esquina.
MUERTE: Ese hombre que ha estado muerto desde hace siglos, al que no le importan las balas, al que no le importa la muerte.
–En todas partes hay uno.
–Uno que lo ve todo y no cuenta nada.
–Uno que cuando pasas a su lado te pide dinero o un poco de comida y le da igual si no le das nada.
MADRE: Me encontré con él y le pregunté si no había visto a una niña de 10 años.
–¿Cómo puedes confiar en la palabra de alguien así?
MADRE: ¿Qué más podía hacer?
–No te atrevas a decir que llamar a las autoridades, tú y yo lo hicimos. No te atrevas a sugerirle que hizo mal confiando en ese hombre. A veces esos hombres son de más ayuda que todos los cuerpos policiacos.
MUERTE: La desesperación es un látigo al que están acostumbradas, un látigo al que les gusta aferrarse. Importa el dolor, porque importa no dejar de sentir, creen que el dolor es una llama que las mantiene vivas.
MADRE: Ese hombre me miró con compasión. Pude ver en sus ojos una infinita tristeza a pesar de que no entendía mis palabras. Me pidió aguardiente.
MUERTE: Cuando se trata de la Muerte todos entienden lo que pasa, cuando se trata de la Muerte todo argumento es sinónimo de algo.
–Imagino que no le habrás dado nada.
MADRE: Lo seguí mirando.
MUERTE: Como si mirar a alguien con la intensidad necesaria generara respuestas, a veces solo produce lástima.
MADRE: Me dijo que le preguntara a La Noche.
–¿Qué le preguntarás a La Noche?
–¿Qué quiere decir eso?
–¿Que tenías que gritar a la nada dónde estaba tu hija?
–¿Que tendrías que parecer posesa gritando a los cuatro vientos desesperada si habían visto a una niña de 10 años?
MADRE: No tenía elección. Si te quitan a una hija lo normal es gritar. Si te quitan a una hija no importa quién juzga tus gritos. Solo importa recuperarla.
–Entonces ¿qué hiciste?
MADRE: Le pregunté a La Noche.
–Vaya pendejada.
Continuará...