Luis Carlos Coto Mederos
Francisco Riverón HernándezIX782El sueño
Anoche soñé: Mi amor
vino por fin a mi sueño.
Pero la soñé sin dueño,
sin distancia, sin dolor…
Brotó como de una flor
el corazón de una espiga;
y oí que su voz amiga
hablaba con mi fortuna:
“Alma: Pídele a la luna
una voz que nos bendiga”.
Después se quedó callada
en el silencio más hondo,
junto a aquel beso redondo
que me llenaba la almohada.
Estuvo así, recostada
largo rato, sin hablar.
Era un crimen conversar
estando las almas solas,
recordando el cuento de olas
que le aprendimos al mar.
Luego besó el crucifijo,
la máquina de escribir,
miró el eterno zafir
del cielo que nos bendijo.
“Ya ves, nuestro amor, –me dijo–
no es posible, vida mía…
Alguien piensa todavía
que la realidad es terca,
que lo sentido tan cerca
morirá de lejanía”.
Yo le dije: “Mira el muro,
se muere bajo la hiedra.
Ni el corazón de una piedra
rechaza un amor tan puro.
Ya conversará el futuro
con la misma voz del mar,
ya tu beso y mi cantar,
dos bocas en una boca,
sabrán ablandar la roca
que tenemos que ablandar”.
783La entrevista
Vengo de allí, donde el día
es más azul y tan bueno.
¡Nunca he sido más ajeno
que cuando la supe mía!
Vengo de aquella alegría
que sólo en ella se da;
y en este silencio está
más alta que lo que valgo,
como si viniera en algo
que le dejé por allá.
Le di un libro para luego
y una promesa de amor…
Ella me dio aquel fulgor
y todavía estoy ciego.
Con aquel extraño fuego,
azul envidia del río,
sobre mi libro ya frío
puso su mirada entera,
como si el cielo leyera
el alma de un verso mío.
Después miró a su poeta,
no sé si un poco nerviosa,
tenía un clima de rosa
rodeándole la silueta.
Como si el ansia secreta
de mi corazón hablara,
subió el rubor a su cara
delante de mi tormento,
como si el ala del viento
en mi nombre la besara.
Y se quedó tras el brillo
de su dorada presencia.
Yo sentí que mi existencia
quedaba en aquel pasillo.
Ya me duele aquel anillo
que nadie le quitará…
Por eso conmigo está
más alta que lo que valgo,
como si viniera en algo
que le dejé por allá.
784La cadena ¡Tu cadena! Tu cadena
sólo es formal, yo diría
que más cadena es la mía,
y, sin embargo, es ajena.
Con angustia de mi vena
se sueldan sus eslabones.
Tú saldrás de tus prisiones
cuando dejes el pasado,
yo moriré encadenado
a mi muro de ilusiones.
En ti puede haberse roto
lo que la vida te dio…
Pero lo que tengo yo
es tan tuyo, tan remoto…
Tú al menos tienes mi voto
de amor, –cadena querida–
el refugio que te cuida
el aire de cada queja…
yo sólo tengo esta reja
que le pones a mi vida.
Tú te fugas hacia ti
en inocencias dichosas,
yo no salgo de estas cosas
que tienes dentro de mí.
Tú puedes venir aquí
donde organizo tu ausencia,
a ser esta transparencia
de silencio que construyo;
y yo me siento tan tuyo
que no soy de mi presencia.
Por eso, no te compares
con mi amor insatisfecho,
yo soy un hambre de techo
andando entre dos hogares.
Vivo lavando pesares
con agua de poesía…
Y en esta dulce agonía
que me canta por las venas,
mira si tengo cadenas…
que hasta tu cadena es mía.