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Cultura

La Ley del Karma

Conrado Roche Reyes

Hace muchos años, aun cuando parezca que fue ayer, Rafa era una persona en plena y esplendorosa juventud, estudiante e hijo de familia. En una ocasión, una amiga le comentó que a cierta chica le gustaba mucho y que deseaba conocerlo. Él quedo encantado de la vida, ya que no se trataba de una chica más, era de una belleza impresionante en sus hermosos y dulces dieciséis años de edad, güerita de impresionante hermosura.

Después de unos telefonemas, se concertó la cita para que ambos se conocieran. La amiga mutua había comentado a Rafa que la bella le había confesado que desde niña él le gustaba mucho. Por entonces había salas cinematográficas en el centro de la ciudad, y en uno de ellos ocurrió el encuentro. Desde el primer instante hubo esa chispa o “química”, ese algo invisible que hace que dos personas sientan cierta atracción mutua e instantánea. Había en la sala otras personas, entre ellas quien los presentó.

Rieron y bromearon. Al más leve roce de sus brazos, él sintió que ella se estremecía, que le recorría una electricidad muy intensa. Si aquel atisbo de romance florecía, aquello iba a ser una verdadera historia de aquellos amores inolvidables. La niña era un volcán. Aquella noche, simplemente platicaron y se miraron a los ojos. El problema es que ella tenía un novio de tiempo atrás que era muy amigo de la familia y de Rafa. Sin embargo, esto no importó a ninguno de los dos. Se vieron unas dos o tres ocasiones más. El amor en todo su esplendor los esperaba.

Una noche cuando él la llevaba a su casa, en un semáforo estaba el mejor amigo del novio, quien con azorados ojos, miró lo cercanos que se encontraban en el coche de Rafa, ya que sus pieles se tocaban.

Ni tardo ni perezoso, este hombre fue corriendo y contó al novio que ella, esa hermosura, lo estaba engañando con fulano de tal. La furia invadió al tipo, quien en la primera ocasión que pudo comenzó a ofender y a retar a golpes a Rafa, y éste, por su parte, trató de evitar la confrontación física, pero no hubo más remedio que liarse a golpes con el otro, que era su amigo.

Terminada esta pelea, en la que por fortuna ninguno de los dos resultó lastimado, Rafa pensó que ahí terminaría el asunto. ¡pero qué va! El novio cada vez que había ocasión, obligaba al otro a liarse a golpes, lo que era una situación muy incómoda para Rafa. Finalmente, este último optó por la diplomacia porque su madre ya vivía con el Jesús en la boca. Convenció al novio de que nada había ocurrido entre él y su novia. Este quedó complacido y ahí terminó este pleito interminable, tanto que hasta la fecha son buenos amigos.

Pasó el tiempo. El chismoso ya era un profesionista y… comenzó a andar con una mujer casada, haciendo exactamente –pero peor, más tóxico– que lo de Rafa. Todo el mundo lo sabía menos el marido, hasta que un chismoso le platicó “porque eres mi amigo”, que el profesionista le estaba poniendo los cuernos con su esposa. Entonces éste reaccionó violentamente, al igual que en aquel affaire juvenil que al principio de esta nota relato. El ofendido montó en cólera y buscó al causante de su cornamenta. Tocó a casa del profesionista, quien abrió la puerta y se encontró con Juan Diego en la persona del esposo ofendido. La misma situación de la aventura inicial, solamente que en esta ocasión, el ofendido no la emprendió a puñetazos con el tipo, sino sacó su pistola y lo abatió a balazos.

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