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Cultura

Ariel Avilés Marín

El teatro popular tiene un sinnúmero de variaciones, el teatro de carpa es una de ellas y muy gustada por el público, y además muy divertida. El llamado teatro de carpa tiene características muy bien definidas. Su trama o argumento es muy sencilla y concreta, no desarrolla una larga historia, con circunstancias, acciones secundarias, no tiene varios cuadros; su acción es muy concreta, es un solo suceso o una anécdota con una rápida solución o desenlace; tiene pocos personajes y su informalidad la hace encantadora y divertida. Antiguamente, en todas las ferias populares que se preciaban de serlo la carpa de teatro era una presencia obligada. Las hubo que hicieron historia en el teatro local. Tal vez, la más famosa fuera la de la familia Herrera en la Feria de Santiago, pero las había en casi todas las ferias de los santos patronos, y también al interior del estado.

Ahora y aquí, en Mérida, un excelente grupo teatral ha retomado el género del teatro de carpa y lo ha llevado a una sala de teatro, de esas que, afortunadamente, existen en nuestra ciudad por la voluntad inquebrantable de gente con una visión maravillosa de la cultura y una resistencia plausible, pues las mantiene al alcance de estos grupos teatrales a como dé lugar. Gente como Hortensia y Pancho con el Foro “Rubén Chacón”; ahí está “Tapanco”; esfuerzos como el de Jorge Iván Rubio, con Teatro Casa “Tanicho”; Amanda Quezadas y Ricardo Andrade, con “El Teatrito”; o la familia Herrera, con “Titeradas”, el Teatro “La Camarita” y otros más que hacen tener en nuestra ciudad un importante y vigoroso movimiento teatral.

En una de esas loables salas, Casa Santa Ana, de los comediantes Sergio Carrillo y Casiano Hau, enclavada en el antiguo barrio del mismo nombre, el segundo más antiguo de la ciudad, el grupo teatral que encabeza el actor, director y autor Carlos Caballero presentó una divertida comedia musical dentro del género del teatro de carpa: ¡Ay! Me carga la Catrina, que es una pieza divertida e hilarante. Con tan solo tres personajes, Caballero nos construye una trama ágil y divertida, amena, pícara y no exenta de algunos ajos y cebollas en el lenguaje, lo que le pone una buena dosis de color subido, pero rico y divertido. La Volcánica, excelente vedet; la Catrina y Juanito Nopalito, son los tres personajes que nos enredan en un divertido juego en el que, el miedo a la muerte, a su cercanía y la posibilidad de que venga ya por nosotros se transforma en un divertido juego, lleno de albures y de un ingenio ágil y sagaz que nulifica a la huesuda y su misión exterminadora.

La pieza teatral es breve, ágil y rápida, como deben ser todas las de este género; las acciones están enlazadas por canciones que le van dando un sentido al desarrollo de la trama. La importante labor de Karim Lizama se multiplica en la parte técnica, pues tiene que aportar sonido e iluminación. Los personajes: la Volcánica es una vedet versátil y de bella presencia, canta, baila y, si es necesario, ejecuta un “streep tease”; ella está genialmente encarnada por la talentosa y bella actriz cubana May García, que ya es tan yucateca como el agua de pozo. Juanito Nopalito es un gracioso e ingenioso indito, cuyo tiempo está contado, pues la muerte ha venido por él y la huesuda no se puede retirar sin llevarse a alguien; lo asume el propio Carlos Caballero. La Catrina es la muerte misma, colorida y vistosamente ataviada, siguiendo el patrón creado por José Guadalupe Posada; es dura, pero al mismo tiempo divertida, y sabe jugar con las circunstancias, y también reconocer cuándo le han ganado la partida; esta última es la excelente actriz María Sierra. Con tan solo estos tres personajes, Caballero nos construye una historia divertida que mantiene al público atento y divertido por casi una hora, lo que nos habla del acierto de la puesta.

La historia se inicia en un show de cabaret, en el que la Volcánica está trabajando. La artista va hablando de los artistas cubanos, como Alicia Alonso, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y hasta Celia Cruz. Narra su éxito como bailarina en Tropicana, tradicional y espectacular cabaret de La Habana; ahí es descubierta por un promotor que la lleva a España, Holanda, Italia y, finalmente, a Xmatkuil. En seguida, la vedet nos interpreta la conocida canción Cuando salí de Cuba, del argentino Luis Aguilé. Nos cuenta también de su paso haciendo show en El Tucho y de cómo se ha integrado a la vida de Mérida, y de su secreto de belleza: “Me quiero, me cuido y no como”; finalmente hace profesión de yucataneidad: “¡De aquí soy!”. Para reafirmar su personalidad nos canta Yo soy una mujer, de Christian de Walden. Su canto es violentamente interrumpido por la intempestiva entrada a escena de Juanito, que corre por la sala huyendo de algo y sube al escenario.

La Volcánica reclama a Juanito su intromisión, y este le dice: “¡Huyo de ella!”, pero la vedet no ve a la muerte; el indito se arrodilla y trata de cubrirse con la falda de la vedet que exclama: “¡Solo esto me faltaba, que este INDIO me esté manoseando!”. Juanito tarta de negociar con la Volcánica, pero esta no cede, por lo que le canta La interesada, del inmortal Chava Flores, canción llena de humor y picardía. La vedet responde con soberbia: “No necesito nada de ti. Mira cómo andas; tome un jabón y báñese, cámbiese de ropa”. Juanito replica: “Ese que ves tan galán, solo sirve para hacerte sufrir”; y ella contesta con las conocidas Redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz. Ella canta Ya no te quiero recordar, de Hecko, y salen de escena. Entra a escena la Catrina que tiende la mirada a la sala y exclama: “¿No me digan que ustedes todavía están vivos? Pues de mí, nadie se va a escapar. Yo tengo el elixir de la eternidad”. Le explica a la audiencia que ha venido por Juanito y esta noche se lo va a cargar; y canta Dicen que soy mala, de Matt Huntter.

La Catrina hace reflexiones de cómo han cambiado las cosas, pues en el siglo XXI se visten de catrinas tanto hombres como mujeres. “Mi imagen se ha comercializado, todo es catrina; ¡Hasta Barbie Catrina hay! Ya hasta la Unesco me declaró patrimonio cultural”. Señala a Colón como el culpable de lo que ha pasado, pues trajo otra cultura. “Y hasta salió del Puerto de Palos”, señala con gracia y picardía. “Pero cuando llegó Hernán Cortés, entonces sí nos cayó el chahuistle”, exclama. En eso, entra a escena Juanito y trata de negociar con ella que no se lo lleve esta noche y le propone tres retos. “Si te gano, vuelves por mi hasta el próximo año”. Los tres retos se basan en responder refranes, lo cual hacen de una manera pícara y graciosa. El ingenio de Juanito se impone y la Catrina lo reconoce. En ese momento entra la Volcánica cantando El Yerberito, del cubano Néstor Milí; se unen a la escena Juanito y la Catrina; la Volcánica exclama: “¡De dónde salió esta!”. “¿No tienes miedo?”, dice la Catrina. “Ninguno”, responde la vedet. “Eres muy orgullosa y presumida”, dice la muerte y le propone hacer un “streep stease”, y la vedet lo hace, asombrando a la Catrina, que aceptando su derrota no se lleva a Juanito.

La historia termina alegremente cantando todos juntos el guaguancó Químbara Kimbara, de Junior Cepeda. La Volcánica exclama: “¡Hay que burlarse de la muerte!”.

Celebramos la recuperación en esta obra, del popular y divertido teatro de carpa. Esperamos más puestas de este alegre género popular.

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