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Cultura

Me la han… me la… y me la seguirán

Conrado Roche Reyes

Hay veces que las palabras lo que algunos creen que significan, o mejor dicho, uno no las debe de tomar como ofensas cuando en realidad no son ofensas. Esto, por ejemplo, me lleva al recuerdo de una palabrita, esa tan famosa en los noventa y principios del 2000, cuando mi “amigo” se ensañó contra mí eliminando a todo el que pudo, porque, claro, un envidioso no puede permitir subversivos. No descarto que cuando me dijeron la palabrita encima, al principio me provocó temores, me hizo sentir perseguido, amenazado, y quererme quitar la palabreja de encima porque no entendí que el que escribe mamadas subversivas, que lo del desprecio en realidad era referencia a alguien que se atreve a quienes están castrando al artista.

Otra palabra de la que no pude escapar es resentida. Esa es una palabra que nos dicen a todos los que de alguna manera criticamos el accionar de lo que suponemos es la herramienta para superarse. Al principio la palabra me producía un sentimiento de vergüenza, aquella sensación de estar traicionando aquello tan sagrado como es hacer justicia. Luego se da cuenta de que hay muchos resentidos y muchos envidiosos.

Soy un resentido, lo acepto; soy un resentido como tantos otros amigos que vivimos pensando esta cuestión del envidioso con resignación.

Pero soy de lastra generación, de la que obtuvo el resentimiento observando cómo la consigna cambió, cómo la estrategia cambió y hasta la teoría cambió... No pudimos con los cambios y lo expresamos. No pudo, no pudieron con la crítica, y buscaron la manera de ponerme fuera. Entendí algo que él no. Y de maldad me fue marginando vía su lengua, el “expulsado”. Qué alguien me diga si hay alguna razón para tanta envidia y resentimiento, animadversión gratuita de años y años.

Quisiera escribir sobre otras cosas, hay tanto que denunciar, tanto que proyectar, tanto que soñar; pero no se puede, simplemente no se puede mientras la envidia gobierna emociones y pues… no lo puedo esconder, es un asunto que me come y que no veo que le importe a quien uno quisiera, porque sencillamente sus ambiciones y su arrogancia son más importantes que su sentido de la lealtad. Sin embargo, aquí seguimos en la brega, a pesar de todo y de todos.

Un saludo a todos los resentidos.

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