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Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

255

El conferenciante

Un señor vino puntual

a dar una conferencia

de cómo marcha la ciencia

a nivel universal.

A falta de otro local

dio su casa un comerciante,

y del barrio colindante

muchas personas llegaron

y en la amplia sala rodearon

al digno conferenciante.

La vieja Doña Fulgencia

que es madre de quince hijos

sintió enormes regocijos

por oír la conferencia.

Asiento de preferencia

tomó frente al profesor

y no perdió un pormenor

de la científica charla

y probó al interpretarla

su espíritu observador.

Les habló el conferenciante

del uranio, mineral

que es para la paz mundial

obstáculo amenazante.

Tocó el tema interesante

de los viajes a la luna,

detallando una por una

las cercanas relaciones

de cohetes, megatones

y naves de gran fortuna.

Habló del descubrimiento

contra la poliomielitis

y que contra la colitis

hay otro medicamento.

Buscando un asentimiento

le dijo a Doña Fulgencia:

usted, en su decadencia

volverá a ser muchachona

si se le inyecta la hormona,

último hit de la ciencia.

Sus arrugas pueden ser

borradas en medio día;

la plástica cirugía

hace milagros, mujer.

Mañana puede perder

un ojo, Dios no lo quiera,

y se le extrae a cualquiera

un ojo después de muerto,

se hace en el suyo el injerto

y está viendo hasta que muera.

Puede en cualquier ocasión

separarse de su esposo

y tener un niño hermoso

sin su participación.

Por medio de una inyección

se logra el feto contiguo

y ante ese problema ambiguo

la vieja le dijo: ¿Sí? …,

en eso déjenme a mi

seguir el sistema antiguo.

El científico le dijo,

incrédulo y asombrado:

En eso sigue atrasado

el campo bello y prolijo,

si es mejor tener un hijo

por medio de una inyección.

Y ella le dijo: Varón,

para que el ser nazca y vibre

hace falta lucha libre

mozambique, rumba y son.

Ramón Espinosa

256

El pollo de Carolina

Carolina tiene un pollo

que casi lo crió a mano

y no sé si es jerezano,

si es quíquere o es criollo;

sé que tiene un desarrollo

a fuerza de vitamina,

y yo, que la hemoglobina

la quisiera levantar,

estoy loco por probar

el pollo de Carolina.

El pollo que está enjaulado

yo he podido descubrir

que se le quiere salir

la cresta por el costado.

Suelto va por cualquier lado

del portal a la cocina,

pero si alguien se avecina,

la dueña se echa a correr

y nadie puede coger

el pollo de Carolina.

Miren si el pollo ha engordado,

que solamente lo ablanda

un trozo de buena vianda,

¡y eso está garantizado!

Está gordo y colorado

que parece una gallina,

y hace poco en la cantina

comentó Manolo, el sordo:

¡Oye, mira que está gordo

el pollo de Carolina!

Un día llegó un hermano

formando tremendo rollo

y yo casi tenía el pollo

de Carolina en la mano.

Pero más tarde o temprano

ese cae en mi cocina;

ella ni se lo imagina,

pero yo, aunque me reviente,

le voy a meter el diente

al pollo de Carolina.

Félix Castellanos Perdomo

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