Síguenos

Última hora

Secretaría de Seguridad Ciudadana advierte de extorsiones a pensionados del IMSS

Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

259

Oh, los latosos

Hay personas habladoras,

sumamente palucheras,

que diciendo “guanajeras”

no miran pasar las horas.

Otras son criticadoras

de manera pertinaz,

y a fuerza de ser veraz

haré algunas alusiones

con respecto a los plantones

que nos perturban la paz.

Comenzaré por Juliana,

que sin que nada lo explique,

molesta dando palique

lo mismo que una campana.

En mi hogar una mañana,

apenas rayaba el día,

hablando una bobería

con aparatoso alarde,

dieron las dos de la tarde

sin terminar todavía.

Así, en otro amanecer

vino a verme Juan Pachorra

y me plantó una cotorra

que usted no quiera saber.

No me pude deshacer

de aquella lata encendida;

en un hablar sin medida,

fastidioso, inoportuno,

se disparó el desayuno,

el almuerzo y la comida.

Vino a casa Bertha Anglada,

la consorte de Servando,

y le dieron, conversando,

las dos de la madrugada.

Con la paciencia gastada

opté por decirle: “Bertha,

el sueño me desconcierta;

cuando termine su cuento,

mire, apague el aposento,

y al salir tire la puerta”.

260

Leoncio Yanes Pérez

La borrachera

Recuerdo que entré en un bar

y, al salir la tarde aquella,

llevé más de una botella

en el cuerpo hacia mi hogar.

Qué manera de tomar,

estaba casi beodo,

doble lo veía todo,

y hasta puedo comprender

que el hombre puede beber,

pero nunca de ese modo.

Cuando salí del lindero

para adelantar camino,

par de toros color vino

venían de modo fiero.

Botado dejé el sombrero

al pie de una matojera,

sin que comprender pudiera,

en medio de mi ansiedad,

que un toro era de verdad

y otro de mentira era.

Casi cuando estaba a gatas

esa pasión descubría,

cuando frente a mí venía

el auxilio de dos matas,

y aligerando las patas

quise alcanzar la primera,

sin que comprender pudiera,

en medio de mi ansiedad,

que una mata era verdad

y otra de mentira era.

Y aquí me tiene doctor,

por un milagro he llegado,

creo que estoy reventado

de acuerdo con el dolor.

¿Pero dígame, señor,

qué pasó en esa carrera?

Ay doctor, si usted supiera,

de las dos matas que vi

en la que no era subí

y vino el toro que era.

Luis Gómez

 

 

Siguiente noticia

Un premio justo y necesario