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Cultura

Ecos de mi tierra

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La limitación de Hilario

Le dijo a Hilario, Pilar,

con cara de descontenta:

Lo siento, pero o te aumenta

o me voy a divorciar.

Ya no puedo soportar

tu seria limitación,

encuentra una solución,

porque, Hilario, me parece,

que en este mes o te crece,

o acaba la relación.

El hombre sintió en su pecho

una punzada fatal.

El siempre lo tuvo igual

y la había satisfecho.

Pilar no tenía derecho

a exigir más cantidad,

si antes, con menos edad,

aquello la complacía,

¿por qué ahora parecía

tener más necesidad?

Al fin, para complacer

la demanda caprichosa,

que le había hecho su esposa,

intentó hacerlo crecer.

Lo vieron desfallecer,

sin escatimar horario,

se puso delgado Hilario,

de tanto que se esforzó

y al fin de mes consiguió

el aumento de salario.

Reinier del Pino Cejas

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¡Qué trabajito!

Mi esposa tiene un oficio

del cual estoy preocupado

y si sigo en este estado,

me tiro de un precipicio.

Estoy al perder el juicio

porque mi adorable esposa

es chofer en una hermosa

base de autos de alquiler

y yo no quiero mujer

si ella sigue en esa cosa.

Mi esposa se mete el día

en el taxi manejando

y por la noche soñando

que maneja todavía.

Yo con esta letanía

estoy llegando al desgano,

porque mi mujer, hermano,

creyendo estar en el coche,

se mete toda la noche

con la palanca en la mano.

Pone segunda y primera,

va de Artemisa al Wajay

y te juro que no hay

quien duerma de esta manera.

Yo estoy loco, hecho una fiera,

pongo la cara de tranca;

ella abre el chucho, arranca,

manejando da una vuelta

dormida, pero no suelta

ni un segundo la palanca.

Maneja toda la noche

y únicamente yo sé

lo bien que levanta el pie

cuando está pisando el cloche.

Yo no soporto el derroche

de permanecer despierto;

sin embargo, hay algo cierto,

ella me escucha la queja,

la escucha, pero me deja

la palanca en punto muerto.

Anoche determiné

acostarme bocabajo

y aunque me costó trabajo,

al fin dormido quedé.

Pero, al rato desperté

nervioso en un puro grito;

me sucedió lo inaudito,

pues mi mujer quiso anoche

medirle el aceite al cloche,

¡y eso no se lo permito!

Osvaldo Sánchez Díaz

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