En el año de 1982, los días 16, 17 y 18 de septiembre se llevó a cabo una de carnicerías, una de las matanzas que más deberían avergonzar al género humano. Durante esos tres días de horror fueron asesinados entre tres mil y tres mil quinientos palestinos refugiados de Sabra y el barrio de Chatila.
Ariel Sharon, líder al ejercito israelí, con tanques de guerra rodeando el campo de refugiados anteriormente dicho (Sabra y Chatila) en las afueras de Beirut (Líbano), cerró todas las salidas para impedir la huida de aquella gente aterrorizada.
Y es que desde el día 16 de septiembre, un grupo de 150 salvajes falangistas (apoyados por los judíos), atacaron con armas de fuego, tanques y sables a miles de niños, mujeres ancianos y discapacitados.
Con el apoyo irrestricto del ejército israelí, los falangistas cometieron las más inenarrables atrocidades en contra de esta pobre gente indefensa. El infierno desatado por estos animales duró tres interminables días. Los fascistas libaneses demostraron una brutalidad nunca antes vista, ni en las peores épocas de las guerras formales en contra de estos inocentes que huían del conflicto en su tierra invadida por los sionistas. A las mujeres las golpearon, violaron y torturaron antes de matarlas.
Hay que imaginar el horror de estas pobres gentes que eran pasados a acuchillo sin misericordia y sin poder escapar, porque los tanques de Israel se los impedían. Era una limpieza étnica planeada por Israel para ocupar la parte occidental de Líbano con apoyo de los fanáticos fascistas. Personas quemadas vivas, mutiladas pidiendo piedad. ¡El horror!
En medio de la matanza, Israel entrega a los falangistas buldóceres para recoger y eliminar los cuerpos de las víctimas. Los pocos heridos que sobrevivieron fueron trasladados a un campo de fútbol para ser interrogados por agentes israelíes. Después, sus cadáveres fueron hallados horrendamente torturados.
La verdadera razón de este satánico plan y matanza ideado por el Estado de Israel, el país más terrorista del mundo, fue simplemente para impedir que los palestinos se reorganizaran para recuperar sus tierras arrebatadas y, además, para impedir que los niños fueran futuros luchadores de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Arafat.
El 18 de septiembre, Draper envía un mensaje a Sharon diciéndole que debería de estar avergonzado. Que la situación era terrible. Están matando niños. Usted tiene el control absoluto de la zona –continúa– y, por lo tanto, responsable. Solo palabras, ya que con una sola llamada de Reagan, Beguín se hubiera visto obligado a parar aquella carnicería y no lo hizo.
Para mayor vergüenza del mundo e Israel, los responsables de la masacre quedaron impunes, incluso Sharon, “el carnicero de Beirut” llegó a primer ministro de Israel.
Esta infamia, esta matanza, jamás debería de ser olvidada. De ahí nace el Septiembre Negro.