Síguenos

Última hora

Cierran navegación en Puerto Progreso por los efectos del Frente Frío 24

Cultura

Provocaciones de Gabriel Orozco

Pedro de la Hoz

Gabriel Orozco es un provocador. Entiéndase bien lo que encierra en términos artísticos esta función. Provocar significa proponer, cuestionar, estremecer al espectador, obligarlo a mirarse por dentro. No es el escándalo lo que persigue el artista, sino la reflexión.

El notable artista mexicano cumple esa misión con la muestra Veladoras, que instaló en el Museo Nacional de Bellas Artes de la capital cubana como parte del programa de la XIII Bienal de La Habana. En medio de una agenda tan cargada y variada, a la que tributan unos 300 artistas de 52 países y tiene virtualmente copada buena parte de la ciudad, Orozco ha conseguido focalizar el interés de críticos, promotores y público en general.

Los más enterados sabían qué esperar de un mexicano que en las últimas décadas no ha cesado de generar polémicas con cada una de sus acciones. La más espectacular en fechas recientes fue la reproducción de un establecimiento de Oxxo en la galería Kurimanzoto, del Distrito Federal.

Allí, los mismos productos que ofrecen los puestos de la cadena eran intervenidos por el artista, a veces con un mínimo detalle o una sugerencia, subvirtiéndole valores de uso y de cambio. Hubo aceptación y rechazo, incomprensión y admiración, pero nadie permaneció indiferente ante una obra compleja que ponía ante los ojos del espectador su relación con el mercado y la cultura consumista.

Esto es algo que interesa a Orozco desde larga data. Recuérdese su participación en una exposición colectiva que tuvo lugar en la colonia Roma hacia 1999 con el título Economía de mercado. Ténganse en cuenta sus contribuciones a bienales y ferias europeas, a las que llevó desde una famosa caja de zapatos vacía hasta la reconversión de un auto.

Al creador le obsede cómo las redes del mercado estimulan apetencias silenciosas pero seductoras: la fijación con marcas y productos, la reproducción de modelos, la compra compulsiva, la idealización de la cultura material. A la vez conoce que esa trama taladra la subjetividad, condiciona conductas y hábitos y hasta llega a consagrar un modo de pensar acrítico, permisivo y alienado.

Podríamos definir el desmontaje del fetichismo como el tema recurrente a lo largo de la trayectoria del artista mexicano, algo que no es exclusivo en su caso, pues otros artistas han desandado ese camino, mas habría que decir que Orozco lo ha hecho con contundencia, originalidad y consecuencia.

Alguna vez se refirió al método: “Siempre busco establecer un contacto inmediato con el espectador para que después pueda acceder a las capas interiores de cada obra”. Al recorrer su exposición en la XIII Bienal de La Habana se observa ese afán por la comunicación directa y, al mismo tiempo, por la indagación exploratoria de posibles significados.

A primera vista Veladoras parte de una prenda de vestir común en las mujeres que custodian museos y galerías, o trabajan en oficinas. Ellas, como parte de los códigos de una supuesta elegancia, usan medias oscuras, de finas mallas, que ocultan la carne.

Orozco desata un estallido formal que transforma las prendas en metáforas sobre el deseo y la voluntad, el sometimiento y la rutina, las frustraciones y los sueños. Lo que él llama “capas interiores” se revelan como sugerencias e interrogantes sutilmente perturbadoras, que perfora la pupila sin sobresaltos, a manera de una lenta sucesión de objetos esculturados de impecable factura.

La provocación funciona. El público disfruta primero de aquello que Octavio Paz describió como “los privilegios de la vista”. Y luego se pregunta cómo es posible que no haya dado cuenta del mundo interior de las veladoras.

Siguiente noticia

La República de las Letras