374
El vendedor de palos de leña
De tarde me retiré,
llegué a casa de una isleña
y le dije: –Esta es la leña
que yo traigo para usted.
Me dijo: –La compraré,
espere a que a verla salga,
es cierto que es gorda y larga,
tráigamela a esta esquinita
colóquemela todita
y cóbreme lo que valga.
Ya después de terminar
con el problema resuelto,
cojo la yegua y la suelto
y me voy a descansar.
Salgo después a luchar
y luego al siguiente día
una mujer me decía:
–Oiga, mire que ronchón
me ha hecho un bicho picón
que usted en la leña traía.
–Señora, no es mi intención
traer un bicho escondido
porque siempre he sacudido
la leña por precaución.
No me culpe sin razón
que yo soy un caballero…
–¡Pero es que decirle quiero
que atienda lo que le he dicho,
si usted no me espanta el bicho
devuélvame mi dinero!
–El bicho que le ha picado
puede que sea muy bien
alacrán o comején
que en el palo se ha ocultado.
–Pues mire, que me ha picado
como se lo dejo dicho,
no crea que es un capricho,
es una justa razón
y no se haga el remolón;
tiene que espantarme el bicho.
–Si esa es su satisfacción
yo se lo voy a espantar,
y comencé a registrar
la leña en aquel fogón.
Pasé hasta otro rincón
provisto de una escobilla,
y al registrar la parrilla
dijo la isleña: –Completo,
deje el bicharraco quieto
que me desarma la hornilla.
El sinsonte de la enramada
375
La calabaza
Voy a contar una cosa
increíble, según sé,
de una calabaza que
cosechara allá en La Rosa.
Ni una ceiba portentosa
su guía puede igualar.
Voy a empezar a contar
de la calabaza mía;
la partí y dentro tenía
diez máquinas y un central.
La calabaza tenía
una mina de oro y plata
y, sin que meta la pata,
frutas que no conocía.
Una arboleda tenía
de marañón y zapote;
una iglesia, un sacerdote;
de monte tenía una ceja
y en una esquina una vieja
empinando un papalote.
La calabaza tenía
algunos misterios más,
de legua y media un majá
y un centenar de jutías;
cercas de mamposterías
y un cuartel con su escuadrón,
y allá por la mediación
un ramal de carretera:
si no me equivoco era
para llegar al Japón.
En una semilla había
un millón de habitaciones,
trescientos puercos cebones,
como animales de cría.
Una luz también había
tan alta como la luna;
y el que quiera tener una
don Pancho que se la mande,
que calabaza tan grande
como esa no hay ninguna.
Anónimo
376
Lo que ocurrió a Miguel García
Solía Miguel García
yendo a pasear a Ranchuelo,
pintar de rojo un pañuelo
por dar celos a María.
Pero un día en que volvía
para Ranchuelo, Miguel
halló en el pañuelo aquel,
colorido y perfumado,
un condón bastante usado
que nunca había usado él.
Raúl Borges Rivas